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Leila Guerriero y el oficio de colocar una coma

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La cronista argentina Leila Guerriero afirma que toda historia tiene dos destinos posibles: la memoria del lector o el olvido. Quizás es la misma suerte que buscan los buenos libros; transformarse en una necesidad, construir un espacio en las bibliotecas que sólo puede ser llenado por su presencia. Entonces, la escritura no es sólo descubrir la mejor manera de contar una historia, sino la posibilidad de hacerla perdurable. En su nuevo libro, Zona de Obras (que acaba de ser publicado por la editorial Anagrama) una de las mejores voces de la crónica latinoamericana medita sobre las estrategias de escritura y el periodismo: la pregunta constante por aquello que vuelve memorable una historia.

El libro recupera los textos dispersos dedicados a la escritura y la crónica latinoamericana: desde conferencias en universidades e institutos españoles hasta columnas en diversos diarios. Cada una de sus expresiones están volcadas con la creencia de que los textos deben tener su propia respiración. Hay chispazos de claridad sobre el rol de los editores (“Sé -cuando te toque- una digna sombra”), la relación entre experiencia y verdad a través de un país africano arrasado por el HIV y una fabulosa lectura de Madame Bovary en las pampas.

Pocas veces un escritor ofrece su propia técnica con tanta honestidad y desprovisto de pretensiones. Zona de obrases, ante todo, la exposición de un método sin verdades. Con la certeza del que duda, se adentra en la construcción de relatos que mantienen el azar y la sorpresa de la realidad: pequeñas crónicas sobre la crónica, que aborda con maestría periodística los pasos para la construcción de su propio estilo.

Quizás la mayor virtud de Guerriero es una cadencia narcotizante y una filosa observación para reflejar las contradicciones de la realidad. Zona de obras es un manual de estilo, en el mejor de los términos posible, un mapa sin certezas, sin ataduras pero con la precisión del hallazgo.