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Richard Ford: "La ficción se desarrolla según sus propios hechos"

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No conozco a Richard Ford. Pero sé que es alto, blanco. Tiene ojos claros y en su rostro gringo perduran duros rasgos indios. Sé que ha nacido en Jackson, Mississippi, y que ahora tiene 68 años. Sé que ha visitado Estocolmo, Suecia, dando una serie de charlas para los alumnos de la estoica universidad escandinava. Sé que fue amigo de Raymond Carver.

 

 

Raymond Carver fue uno de los talentosos escritores que dio Estados Unidos. Pienso en las noches en que el "buen Raymond" y Richard Ford se encontraban en una casa solitaria y leían juntos un cuento de Chejov bajo la terca luz amarillenta en medio de la noche. Raymond le da su meditada opinión sobre el cuento y después se va a su casa y anota, sigiloso y sereno, unos versos simples y contundentes. A la madrugada, con la nimia claridad del alba, Carver lo llama por teléfono y le cuenta que ha escrito un cuento sobre el mítico dramaturgo ruso. Ese cuento se llama Tres rosas amarillas.


Richard Ford recupera esa experiencia y narra en un texto inusual, melancólico, cómo se inició la amistad entre él y Carver. Ese texto atípico es una lección narrativa. Muchos de los que imitan a Carver deberían leerlo. Ford no sólo toma la lección de narración lenta, minuciosa y parca de Carver, sino que procesa esa herencia y logra un relato intimidante y evocativo. Es una extraña crónica autobiográfica y es un claro homenaje que retrata una pasión. Es un disparo que entrega el fuego de una mirada precisa sobre los cuentos de Carver.

 

El relato de Ford da en la tecla. No es una mera melodía: es una elegía, una lección de humildad y una búsqueda nostálgica y misteriosa para recuperar al amigo muerto en los mínimos detalles. Tal como dice de Chejov, el relato de Ford es sutil: muestra en los recovecos minúsculos y suculentos el sentido o el sinsentido de la vida.


Ford es un gran novelista, un narrador prodigioso y elocuente. En Flores en las grietas ha cultivado el relato de vida, la crónica que entrecruza la memoria, la ficción, el hábil recorte autobiográfico y el olvido. Sí, el olvido. Ford no sólo escribe lo que su memoria inventa sino aquello que le quita al olvido.

 

Ford es amable y directo por e-mail. Me ha dicho que estará ocupado en los días siguientes, que está dedicado a una excursión de caza. Ni bien leo el mensaje electrónico pienso en el destino de boxeador involuntario de Ford. Ha golpeado a mucha gente en la cara y lo confiesa en En la cara, un texto del libro que es motivo de la entrevista. También imagino su piadosa y rudimentaria excursión en los montes secos: Ford lleva una escopeta con caño largo, tiene puesto un pantalón caqui y una camisa beige. Los enormes zapatos de cuero le agrandan los pies. Sus custodios son dos perros insaciables. Ford no está solo. Lo acompañan cazadores expertos, hombres rudos -como él- cuyo destino es la vida entre las balas y los árboles antiguos.


Ford está en el desierto, alejado de las ciudades modernas. En medio de la noche negra siente que el humo de las calles ha desaparecido para siempre. Siente el abismo en sus piernas. Y un perro ladra frente al vacío, y nadie sabe el camino de regreso.

 

No es imposible asociar su perfil con el de Hemingway.


Por correo electrónico me pide disculpas por la demora y me pregunta si sus respuestas no llegarán demasiado tarde. Yo, por supuesto, le digo que lo espero. Estoy ansioso por saber qué dice Ford frente a mis preguntas inquietas.

 

Richard Ford es uno de los grandes escritores vivos de EEUU. He tenido la oportunidad de "escuchar" su voz desde el lejano cono sur. Ahora le dejo la palabra a él. Les aseguro que tiene de qué hablar.


- En la conferencia que inaugura el volumen usted afirma: "He aquí una de las mayores presunciones de la literatura: la de ser específica y enfrentar a menudo el reto de poner a prueba la verdad de la sabiduría convencional con detalles y hasta de sustituir la pretendida sabiduría si la encuentra defectuosa". ¿Podría ampliar este concepto?

 

- Supongo que el término "concepto" tiene su origen más en la historia que en la literatura (si bien la ficción se desarrolla a partir de la historia). El valor que la historia tiene para nosotros es que los hechos en sí mismos (sucedió esto, sucedió eso, aquello no sucedió) tienen mayor autoridad que las teorías o las predicciones, o que las suposiciones fáciles. La ficción, con su estilo de estar presentando evidencia, reclama lo mismo, con toda autoridad: esto sucede en el relato: eso sucede, aquello no. Los humanos, por propia conveniencia, operamos sobre supuestos y convenciones acerca de la vida: esto es la consecuencia de aquello: esto es posible, aquello no lo es, etcétera. La ficción se desarrolla según sus propios "hechos": esto sucede, aquello no, eso es consecuencia de aquello -y no interesa que uno piense que tales cosas son posibles, ni importa que sus suposiciones o convenciones le digan a uno lo contrario. La ficción presenta, mediante actos de la imaginación, aquello que es posible.


- En Flores en las grietas hay evocaciones, relatos que unen el recuerdo autobiográfico con la crónica. Usted ha publicado novelas y cuentos. ¿Cómo se siente escribiendo en otro registro, en un registro diferente a la ficción?

 

- Para mí, escribir es escribir. Hay una escritura que depende de los hechos. Hay otra que dependerá de lo que se invente. Lo que por lo general me interesa, sin embargo, es lo que puede llegar a decirse como consecuencia de lo que ha sucedido, o de lo que se ha dicho, o de lo que se ha tomado por cierto. De esa manera -en términos de consecuencias- la no-ficción, las autobiografías, la ficción misma, ofrecen oportunidades similares para la escritura.


- Uno de los textos más impactantes del libro es aquel que evoca su amistad con Raymond Carver y allí hace, en cierta medida, una evaluación de los cuentos de Carver. ¿Por qué cree que Carver es un cuentista notable? ¿Cuáles son los rasgos que lo distinguen?

 

- Carver es notable por varias razones: fue capaz de otorgar sentimientos y significados profundos a acontecimientos humanos que convencionalmente no parecieran encerrar ni sentimientos ni significados. De este modo -y con plena conciencia de lo que estaba haciendo- fue como Chejov. Encontró también el lado humorístico de los sucesos humanos (aunque tal recurso pueda haberse perdido en las traducciones -como sucedió con Chejov a medida que sus obras se iban traduciendo al inglés-). Carver demostró una admirable capacidad de concisión -la cual es valiosa en relación con los efectos más bien severos y dramáticos de sus narraciones-. Y tuvo también la habilidad de infundir a sus relatos una humanidad que es casi palpable -una simpatía frente a los sucesos que afectan a los humanos y frente a esos humanos mismos-.


- A propósito de los cuentos de Carver, dice que, "en el fondo, un relato es un instrumento de consuelo". ¿Podría ampliar esta idea?

 

- Un relato -que podría ser acerca del más sórdido de los acontecimientos humanos- nos expone a los lectores a esos acontecimientos y simultáneamente nos protege de ellos; y además inventa una forma en la que tales sucesos, sórdidos como son, nos permitan una supervivencia futura. Uno encuentra consuelo en tal idea. 


Richard Ford nació en Jackson (EE.UU.), en 1944. Después de trabajar como columnista de deportes, en The New York Magazine Inside Sports, publicó El periodista deportivo, novela que fue elegida por la revista Time como una de las cinco mejores de 1986. El libro inició una célebre trilogía que sería completada con El Día de la Independencia (publicado en 1995, fue el primer libro en ganar simultáneamente los premios Pulitzer y PEN/Faulkner), y Acción de gracias (2006). Otro de sus títulos destacados es la colección de relatos Rock Springs (1987). Es profesor de escritura en la Universidad de Columbia.

 

- En El hotel usted cuenta que vivió en un hotel que regenteaba su abuelo. En ese relato, dice: "…ahora sé que la vida normal es la que se puede explicar en una frase. La que no requiere preguntas". ¿Cuánto influyó en su actividad como escritor "la vida anormal" en el hotel de su abuelo?


- Buena pregunta. Creo que pasar la infancia en un hotel amplió bastante mi tolerancia por lo que podríamos considerar "normal". Las cosas que suceden en los hoteles son a menudo, como lo digo en mis memorias, sucesos cuyos actores no quisieran que se descubran: vidas secretas, violencia, vergüenzas diversas, indiscreciones. Ser niño en ese ambiente -donde estas cosas eran parte de la rutina cotidiana- me hizo dar cuenta de lo comunes que son, y me convirtió en un individuo con comprensión y tolerancia hacia tales situaciones.

 

- Uno de los textos de Flores en las grietas se refiere a las diferentes maneras en que ha golpeado en la cara a diversas personas. ¿Por qué ha escrito ese texto? ¿Cree que es una forma de exorcizar ese acto?


- No considero que ese texto sea un exorcismo. Para nada. No hay nada para exorcizar. Es algo en lo que estaba pensando, y me di cuenta de que conocía el tema. Escribí el ensayo como la introducción a un libro de fotografías sobre el boxeo. Mi relación personal con el "deporte" del boxeo tenía que ver con la experiencia menos estilizada, más personal, de pelear a puño limpio.

 

- En este libro hay varios textos que se apartan de la ficción, textos que podríamos llamar de no ficción. Mi madre también va por esa línea. ¿Usted diría que estos textos abren otra vía o veta en su producción literaria? ¿O forman parte del mismo universo narrativo?


- Bueno, quizás. He pensado mucho en mis padres -a quienes quise mucho-. Los padres de uno, para bien o para mal, operan como personas un tanto "especiales" en la vida de un niño; como personas con vidas incompletas -como si su existencia, para el niño, estuviera dedicada solamente a ser padres-. Solo he querido "abrir" la perspectiva del niño para incluir sus vidas de padres en su totalidad; hacer que la mirada del niño esté de acuerdo con la realidad; esa realidad en la que los padres están viviendo vidas grandes y complejas que el niño no experimenta -pero de la que debería darse cuenta, como una forma de amar más a sus progenitores-.

 

-¿Ha leído algún autor en español que lo convoque o que haya influido en su escritura?


- Sí. Muchos. Carlos Fuentes, primero -cuya novela La muerte de Artemio Cruz me demostró la "influencia" que va y vuelve cruzando los límites de las fronteras geográficas-. Carlos recibió la influencia de Faulkner, como yo; y no hubo impedimentos para que esas influencias circularan libremente. Recibí también la influencia de la forma en que los así llamados escritores latinoamericanos o de habla hispana incluían con entusiasmo a la historia y a la política en sus obras. La literatura reciente de los países hispanohablantes parece muy cómoda con la historia y con la cultura -menos altisonante y "augusta" y más natural ante la experiencia humana como algo vivo-. Leí mucha literatura de escritores hispanohablantes, en traducción, en los comienzos de mi carrera como escritor -la década del 70-. 

 

© Fabián Soberón, La gaceta literaria