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Jorge Consiglio: “No me interesa la literatura como pura diversión”

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"El otro lado” es el título de la segunda colección de cuentos de Jorge Consiglio, que editó hace poco Edhasa y que ha sido saludada con justicia en varias reseñas recientes por su calidad literaria. Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962) es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeñó como profesor de Semiología.

Ha escrito artículos, poemas y cuentos cortos para diversos suplementos culturales. Publicó dos novelas: El bien (2003) y Gramática de la sombra (2007); el volumen de relatos Marrakech (1999) y cuatro libros de poesía.

-Si tuviera que resumir el contenido de estos cuentos y las claves que los hacen formar parte de este libro ¿cómo lo haría?

-La primera parte del libro (La posibilidad de la derrota) está conformada por cuentos cortos, de estructura tradicional, con historia de personajes que están "al costado de la ruta". Procuro que las tramas sean sólidas y la intriga vaya evolucionando hacia finales efectivos por la develación de un enigma, que, en la mayoría de los casos, implica un cierre definitivo del universo textual.

Sobre todo, me interesa darles entidad a los personajes para que el lector pueda sentirse próximo a ellos y, de este modo, consiga sentir una curiosidad verdadera por la evolución de sus destinos. En la segunda parte (La verdad de los otros), el tono de los relatos es marcadamente existencial. Están divididos en pequeños capítulos en los que se narran acciones minúsculas, aparentemente intrascendentes, pero que pretenden mostrar la hondura de lo cotidiano y las emociones de los protagonistas.

Creo que una de las claves de lectura que unifica todos los textos tiene que ver con la noción de que en los más insignificantes detalles de una vida se encuentra la verdadera cifra para su interpretación.

-Ha hecho foco en una serie de personajes solitarios, para los cuales parece cumplirse eso de que “el infierno son los otros”... ¿Por qué su interés en esta clase de temperamentos?

-Me interesan los personajes laterales que desarrollan sus vidas al costado de lo que la sociedad considera como exitoso porque son profundamente humanos: más allá del extravío en el que están hundidos, tienen muy en claro sus valores y son fieles a ellos. Se defienden del mundo con estrategias simples y provisorias. Y, como son conscientes de la fragilidad de sus cosmos, consideran al "otro" como una eventual fuente de riesgos; sin embargo, siempre tienen espacio en sus almas para el disfrute e, incluso, para la solidaridad.

Si bien están cargados de miseria, los personajes de mis relatos se oponen a la eficacia y a la productividad, que son los ejes de una sociedad impiadosa y voraz que termina por despersonalizar al individuo.

-También están los temas de la enfermedad y de espiar la vida del otro, ¿por qué?

-La enfermedad me interesa por dos razones. La primera se debe a que la entiendo como una forma soterrada, sorda, asombrosa de violencia: el organismo de quien sufre una patología grave se deteriora como si el puño de un dios asesino lo golpeara desde adentro. Es atroz. Uno ve como día a día la carne se degrada, se consume a sí misma y no consigue distinguir la fuente de la agresión.

La segunda razón tiene que ver con la nueva mirada que inaugura la enfermedad. De pronto, alguien que queda postrado en una cama tiene un tiempo nuevo, más vasto, para observar su entorno. Entonces, todo lo cotidiano que antes pasaba por alto, se transforma en novedad.

Con respecto del tema de espiar la vida al otro, tiene que ver con una curiosidad genuina: saber qué hace la gente cuando está sola, cuando no tiene testigos. Es decir, me intriga decodificar el mapa secreto de las actividades ajenas. Me interesa conocer los ritos mediante los cuales la gente mitiga su soledad. Por supuesto, también hay un ingrediente erótico en esa mirada: el voyeur contempla por puro placer.

-¿Podría explayarse un poco sobre sus fuentes literarias, influencias, lecturas...?

-Mis influencias literarias pasan por los narradores del gótico norteamericano, desde las maravillosas cuentistas Flannery O'Connor y Carson McCullers hasta William Goyen. También valoro la economía del minimalismo y, en otro orden de cosas, el tratamiento minucioso del detalle que llevan a cabo en sus textos autores como Robert Walser y W. G. Sebald.

-Se nota en su escritura un marcado trabajo sobre la imagen... ¿Cuáles son en este sentido sus expectativas al escribir?

-Mi trabajo con la imagen se relaciona con la poesía, que fue mi primera aproximación a la literatura. Yo empecé escribiendo poesía y todavía lo hago. De esta práctica se desprende mi forma de abordar la narrativa, mi mirada sobre la prosa. Me detengo en la imagen y en el ritmo de cada párrafo como si se tratara de una estrofa.

Una de las cosas que más disfruto de la literatura es su carácter polisémico y me parece que para lograrlo hace falta un tratamiento adecuado de la imagen, que además de cargar de intención al texto, le agrega belleza.

-¿Qué opinión tiene de la literatura argentina y cómo se piensa usted dentro de ella?

-De la literatura argentina disfruto enormemente, tanto con los llamados clásicos como con la gente que ahora se encuentra produciendo.

Sin duda, tengo estéticas que me resultan más afines que otras. Lo que no comparto es cierta idea de la literatura, que parece estar imponiéndose, como una cuestión liviana de pura diversión. No me resulta interesante un texto cuando la inteligencia y la sensibilidad están puestas sólo al servicio de la pirotecnia discursiva.

Necesito otra intención en lo literario: una voluntad de encontrar lo auténtico, de rozar una verdad que por supuesto se desconoce.