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Héroes y víctimas en la tragedia moderna

Periodista:
Clara Encabo
Publicada en:
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Nippur de Lagash, D'Artagnan, Asterix y Sandokán. Gracias a estos personajes de infinitas aventuras, Gabriel Di Meglio es hoy doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, donde además es docente e investigador adjunto de CONICET. Aquellas historietas circulaban entre los chicos durante la colonia de verano en River, y él las devoraba con fruición. Lo mismo sucedió con el fútbol y la música que tanto le gustan. Este académico joven, que ya tiene su trayectoria, se ocupa de estudiar la historia desde las clases populares para entender los procesos históricos. "Cuando empecé a estudiar Historia en la UBA morí de amor –confiesa–. En ese entonces yo sólo quería escribir libros." Tuvo suerte: lleva publicados ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo (2006), ¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas (2007) e Historia de las clases populares en la Argentina desde 1516 hasta 1880 (2012). Si bien le entusiasmaba más trabajar con el bajo pueblo, acaba de lanzar la biografía de Manuel Dorrego, un líder de clase alta, "el padre de los pobres".

–¿Por qué eligió a Dorrego?

–Para la historia argentina, esclarecer la relación entre algunos líderes y las clases populares es fundamental: estudiarlo es estudiar una cultura política. Su vida fue de película: peleó en varias batallas fundamentales –tenía la cabeza torcida por un balazo– estuvo exiliado, fue perseguido, fue un político callejero, fue diputado, escribía en diarios, una vida con mucha acción. Y su muerte fue fundamental para la historia posterior, generó muchas discusiones y pasiones.

–¿No temía que fuera un personaje muy trabajado?

–Tomé todo lo que las otras biografías no tomaron y me cuestioné su popularidad, sus medidas políticas, sus relaciones (por ejemplo con los plebeyos), el tipo de federalismo que proponía, su exilio estadounidense y cómo lo definió como político.

–¿Con la investigación cambiaron sus preconceptos del líder?

–No conocía qué tipo de proyecto federal tenía y muchos dicen que como gobernante había fracasado en 1828 antes de que lo maten, cuando, para mí, fue su éxito lo que lo llevó a la muerte. Busqué hacer una biografía de un líder popular y terminé haciendo una completa de un personaje complejo y rico. Resulta difícil escribir sobre alguien que no te genera admiración o rechazo. A pesar de mi simpatía confesa con Dorrego, no la convertí en una celebración del personaje.

–¿Es otra mirada sobre la historia?

–Yo no me considero revisionista y creo que esa discusión generacionalmente ya fue. No nos habla en este presente. Hoy, con la cantidad de recursos que hay en las universidades y centros de producción en distintas provincias, estamos viviendo el momento más apasionante e importante de la historia integral. Las historias todas, de izquierda, de derecha, revisionista o liberal, se hacían desde Buenos Aires y hoy se descentró. Eso, sumado a una voluntad creciente de difusión del sistema académico es más interesante.

Cuando estudiaba, pleno menemismo, Di Meglio era sumamente crítico de la endogamia académica: el saber no debía quedar entre paredes. En forma paralela y junto a otros compañeros, realizaba recorridos históricos por la Ciudad con los que desarrolló la capacidad de divulgación que hoy lo distingue: poder contar algo complejo –en poco tiempo– a gente diversa. Participó desde sus inicios en los contenidos de Canal Encuentro promoviendo la divulgación bien informada y en sintonía con la producción académica. Ya nunca se sacaría esa camiseta. En la época del Bicentenario, desarrolló un ciclo de historia para chicos del que nació el personaje de Zamba y fue un boom: de Pakapaka pasó a las escuelas; de Internet a otros rumbos, cumpliendo el sueño de todo divulgador.

–¿A qué atribuye el éxito de Zamba?

–Funcionó tomar el género al pie de la letra. Los chicos ya saben ver dibujitos, manejan el lenguaje y Zamba se plantó ahí, con su contenido histórico sumado a la animación y al humor. Consiguió atraer a los chicos a la historia y eso le puede servir al docente como puerta de entrada. Si no discutís los personajes históricos, se los regalás a los sectores más reaccionarios. Todo país necesita mitos. No se los puede extirpar, pero sí discutir o proponer nuevos. Yo reivindico meterse en el meollo de la historia para darle un sentido ideológicamente más positivo.