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No todo el poder conlleva el mal

Periodista:
Rubén Pereyra
Publicada en:
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Hablar de filosofía no es fácil. Simona Forti lo sabe y se preocupa por que sus conceptos se entiendan. “¿Se entendió lo que dije?”, preguntó al final de la entrevista, cuando el cronista se excusaba por la superficialidad de sus preguntas. Una de las principales estudiosas de la obra de Hanna Arendt, estuvo en la Argentina para debatir su libro, Los nuevos demonios. Se presentó, entre otros lugares, en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de San Andrés. Analiza el mal y su relación con el poder, y no cree que en la actualidad el mal se presente más veces que en el pasado sino que ahora estamos más informados, lo vemos más veces, y eso permite su estudio.

–¿Por qué es necesario seguir hablando del mal?
–No es necesario, pero sucede. Aunque hay una parte de la filosofía, la que yo frecuento, que sostiene que el mal está ligado a una concepción metafísica y teológica, de la cual habría que liberarse, no podemos dejar de juzgar lo que sucede. Cada vez que juzgamos, en ética y en política, distinguimos el bien y el mal. Entonces cabe pararse ante esto para repensar el mal. Esa es la reflexión que el libro afronta. Lo que todos nosotros tenemos más o menos en la cabeza cuando hablamos del mal en su relación con el poder nos marca una situación en la que se endurecen las aristas. Las relaciones de poder que habitan esa situación se endurecen y se crean situaciones tensas, donde estas formas de dominio conllevan un sufrimiento que se podría haber evitado. Estos sufrimientos se pueden evitar, sobre todo cuando hay otras penurias inevitables, como las catástrofes naturales.

–¿Cómo podrían evitarse los sufrimientos innecesarios que provoca el mal?
–No lo sé, y no creo que la filosofía pueda dar una respuesta para esto. Lo que sí puede la filosofía, y también la literatura, es intentar aclarar estas condiciones de sufrimiento inútil y las condiciones por las cuales el comportamiento humano las produce.

–¿Es necesario el poder para hacer el mal?
–Depende lo que entendamos por poder. Una primera respuesta sería que sí, aunque hay diferencias entre lo que es un sujeto malvado que lo distingue de otras situaciones en las que no aparecen esos sujetos malvados pero el mal existe igual. El malvado necesita siempre una víctima para poder desarrollar su maldad, en las relaciones humanas de poder hay mal en cuanto que hay poder. Pero no todo el poder siempre conlleva el mal.

–¿Cómo define el paradigma Dostoievski?
–Un paradigma no es una sola imagen o un solo concepto sino un conjunto de ideas que conforman lo que se llama paradigma. Lo que llamamos paradigma Dostoievski es un esquema que durante mucho tiempo ha servido para interpretar la historia e interpretar las situaciones políticas más trágicas. Creo que hay muchos autores y filósofos, cuyo pensamiento puede resumirse en este núcleo representado por el paradigma Dostoievski, sobre todo en lo que tiene que ver con su novela Demonios. En esta novela, los personajes, que son los demonios, son todos nihilistas. ¿Qué quiere decir? Que ejercitan el poder para llegar a la destrucción. La filosofía posterior a Dostoievski ha interpretado siempre el mal como voluntad de muerte, voluntad de nada. Que es también lo que plantean otros autores, como Nietzsche, Freud, etc. Lo importante del paradigma Dostoievski es que siempre están ligados el mal, la transgresión y la nada.

–Respecto de los demonios, que usted menciona, en el libro se habla de demonios absolutos y demonios mediocres o medianos. ¿Cuáles son las diferencias entre unos y otros?
–En el libro digo que este modo de pensar el mal, del paradigma Dostoievski, no es suficiente para explicar determinadas situaciones que tienen que ver con el mal y el poder. ¿Por qué? En el paradigma se habla de un demonio absoluto, el tirano absoluto, que somete a una víctima. Lo que planteo es que existen otros demonios, llamados medianos o mediocres, que el paradigma no contempla. Hay otras zonas grises, en las que habitan los demonios medianos, que participan de manera distinta.

–¿Los demonios medianos pueden ser víctimas también?
–En un cierto sentido sí, porque aceptan las relaciones de dominio, pero no son nihilistas, porque buscan ampliar sus vidas. De modo que tenemos como dos extremos. Por una parte está el nihilista que quiere el caos, la destrucción, pero por otra parte si el nihilista tiene éxito en provocar el mal, es porque hay otros que son indiferentes, que son estos demonios mediocres, que son los que se someten a esa situación, por oportunismo o por miedo.
–¿Es posible pensar el mal haciendo abstracción de la religión?
–El concepto del mal surge fuera de la teología. Ya con Platón se hablaba del mal. Pero, es cierto, la teología ha tomado este concepto y lo ha asumido como propio y lo convirtió en uno de los principios de la moral.

–¿Y cómo ve usted el mundo en relación con el mal?
–Desde que el mundo existe, siempre hubo situaciones de mal. No sabría responder si hoy existen más situaciones que antes en relación con el mal. Lo que sí existe hoy es más conocimiento de esas situaciones. Entonces hay más posibilidades de estudiarlas.

–¿El hombre nace bueno y la sociedad lo hace malo? ¿Esto es así o todos llevamos el demonio adentro?
–El que decía eso era Rousseau. Pero si uno lee con detenimiento la obra de Rousseau, se ve que el mal se produce de inmediato, apenas se relaciona. En el caso de una persona cristiana, piensa en el pecado original como origen del mal. 

–¿Qué recibimiento ha tenido su libro en la comunidad argentina?
–He encontrado personas muy competentes e inteligentes, con quienes he podido intercambiar ideas, con discursos muy diferentes, y también estudiantes que han leído con mucha profundidad el libro y me han hecho llegar sus opiniones también. Respecto del libro, lo que he intentado es provocar una reacción al utilizar una categoría antigua, un viejo concepto de la filosofía, de la metafísica y de la teología, que es el concepto de mal, para repensarlo hoy, repensarlo fuera de ese contexto metafísico y teológico que tenía en el pasado. Esto me obligó a un trabajo que me ha llevado muchos años, me ha llevado a revisar qué decían otros filósofos para llegar a este concepto y poder replantearlo hoy. En Estados Unidos e Italia ha sido muy bien recibido el libro y ha sido objeto de un debate muy profundo, espero que en la Argentina sea igual.