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Las “Pequeñas intenciones” de Jorge Consiglio

Periodista:
Juan Rapacioli
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"Trabajé una estructura circular, quería ver el resultado que obtenía estando sujeto a una forma determinada -explica el autor a Télam-. Tenía una base concreta y cuando tuve la materia, la narración, vi que se ajustaba adecuadamente a esa estructura previa".

El libro, publicado por Edhasa, está basado en una historia real, "tan real que se escapa del realismo: mi vuelta de rosca es tratar de extremar el sentido de lo real por la perversión -define-. Como (Alberto) Laiseca y su realismo delirante. El personaje de este libro es un tipo que arma su estructura de vida al costado de la sociedad".

Consiglio viene de la poesía, "ahí comienza mi exploración en la escritura; después viene la narración, su expresión mínima: la oración -señala-. Por una cuestión informativa, en mis primeros relatos utilizaba oraciones muy largas con muchas subordinadas, luego entendí que eso debilita al ritmo narrativo; a partir de ahí desarrollé un relato más directo que puedo estar revisando todo un año".

"La revisión es un trabajo pesado, pero es donde más se aprende, porque ahí te das cuenta qué podés descartar, si dejás de ser redundante o si subestimás al lector -indica-. Los escritores, con esta pasión de ser explícitos, ponemos 50 veces lo mismo y eso afecta a la tensión de la escritura, al tiempo y a la dinámica general de la obra".

- ¿Hay una forma de nostalgia instalada en la historia?
- Efectivamente, hay algo relacionado con el pasado y con lo que se pierde que a mí me golpea mucho; discuto con eso, porque no es el ingrediente que más me gusta, pero siempre está presente. También tiene que ver con lo que uno ama en literatura, en mi caso la obra de (Juan Carlos) Onetti.

Es algo relacionado con lo que necesariamente se va; uno quiere retener, pero es inevitable su ida con el tiempo: el personaje de la novela está enganchado con eso, porque yo como escritor lo estoy.

Lo increíble del tipo que me llevó a escribir sobre él, es que construye su vida al margen de este sistema y no es infeliz: la cifra de su felicidad reside en esquivar la lógica impiadosa de este sistema -explica-. Por eso me pareció que este individuo fascinante debía ser materia de ficción".

Además de Onetti, en la novela de Consiglio se percibe cierta respiración de Cortázar y de Juan José Saer.

- ¿Hubo una estrategia en el traspaso del narrador real al ficticio?
- Una de las cuestiones que más me interesaban al momento de armar el relato era la aproximación del lector a la materia del texto. Me llama la atención la idea del observador oculto, ese que mira sin ser visto y toma del otro algo que luego aplica a sí mismo: tomar elementos de las vidas ajenas para armar la propia.
En eso hay algo relacionado con el deseo, con la mecánica del deseo: saber qué hace el otro cuando está en soledad, cuánto te calienta, te influye o te aleja. Como si uno pudiera tomar patrones de las otras vidas para realizar la suya y generar un verdadero sentido.

Es una especie de ansiedad creativa que intenta abrir el follaje y ver cómo hacer para aprovechar el tiempo de la mejor manera posible: ¿Qué haría Cortázar a las siete de la tarde? ¿Y Onetti?. Mis ficciones plantean esas cuestiones del deseo y la observación.

- A lo largo del relato se describen, con detalle, muchas situaciones comunes.
- Es el tiempo de la nada, vacío de trascendencia, de lo cotidiano; pero que sin embargo tiene un mar de fondo tan pesado que genera un extrañamiento: abundan situaciones triviales donde subyace un fuerte mar de fondo.

"También me interesaba que una oración, por más que esté dirigida en un sólo sentido, sea polisémica. Es lo que sucede en la poesía, con un sólo verso estás diciendo un montón de cosas -explica-. Una cuestión fuerte en la literatura es poder descubrir que detrás de cada palabra hay una especie de espesura criptica, una masa de sentidos".

- En eso que decís aparece la figura de Borges.
- Sin duda, alguien enorme, una especie de receptáculo de la literatura universal; pero no por haberlo leído todo, sino por una cuestión digestiva, una manera de leer y de filtrar. Las oraciones de Borges son tan polisémicas y al mismo tiempo tan sintéticas; en un sentido es envidiable y en otro es materia para discutir: es interesante que una figura tan instalada e importante pueda hoy ser discutida.

- ¿Hay una búsqueda central en esta novela?
- Lo que intento rescatar en mis obras son las pequeñas arquitecturas que se arman los seres que viven en la periferia para ser felices; me incomoda el lugar central, ese foco de luz que te pega directo en la cara y te saca los rasgos. En cambio, en la periferia, la media luz te permite identificar los distintos aspectos que te vuelven humano.

El libro está dedicado a Raúl "Nacho" Zoppi, "fue un librero enorme, trabajó en todos lados, murió a los 66 años. Era un gran lector, había hecho la carrera de filosofía, conjugaba una erudición enorme con una calle enorme, eso lo volvía muy atractivo; hizo su vida fuera de las luces pero brilló, porque era de esas personas que se permiten actos gratuitos en un mundo lleno de intereses", concluye.