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Kaláshnikov literario

Periodista:
Andrés Tejada Gómez
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Hace años viene trabajando con severa eficacia dentro del género de non fiction. Sus textos son aclamados por la crítica y tiene un grupo fiel de lectores. Afortunadamente, la editorial Anagrama ha traducido su último texto. Una obra descabellada y brillante: la biografía de Eduard Veniamínovich Savenko (1943), tal vez más conocido por su seudónimo: Eduard Limónov. L´enfant terrible de la literatura rusa actual.


Carrére apela a los nombres de Houellbecq, Lou Reed y Cohn-Benit para describirnos a Limónov. El público rioplantense puede conjugar una imposible mezcla entre Enrique Symns, Ignacio B. Anzoátegui, Fogwill y José Sbarra. Una figura fascinante hasta la irritación, un maldito inconformista que tiene el talento de arrastrarse por las heces y salir indemne. Intuyo que ni viviendo trescientos años alguno de nosotros podría atravesar todas y cada una de las aventuras de Limónov. Su atribulada existencia, narrada por Carrére, tiene el vertiginoso ritmo de los antiheroes que transitan siempre por la cuerda floja. ¿Qué ha hecho Limónov para merecer una biografía? Estar siempre al borde del abismo en cada instante de su vida. Además, claro, de escribir una cantidad considerable de novelas, vivir en el exilio y crear un partido político que se opone a Putin. En el medio: su desaforada vida.


Su infancia fue tan triste como puede ser la infancia en un hogar proletario en Rusia bajo el régimen de Stalin. La segunda guerra mundial era apenas un detalle. En su adolescencia comenzaron los primeros signos de una existencia turbulenta. Como si fuera una especie de Silvio Astier ruso, quiso probar suerte en el mundo del hampa. Se convirtió en un joven ladronzuelo que ya ostentaba ambiciones artísticas. El desenlace fue fatal. Sus compañeros de fechorías ya habían visitado un sitio que en el futuro le sería muy familiar: la cárcel. Un prematuro intento de suicidio lo arrincono en un manicomio, de donde logró salir enemistado con el mundo. Pudo hallar cobijo en un cenáculo de poetas del underground. No son más que un grupo de decadentistas fracasados que se embriagaban hasta el delirio. Zapói, en la cultura rusa, significa intoxicarse con alcohol durante dos o tres días, hasta derrumbarse y volver transformado en otro ser. El decadentismo y el zapói serán su escudo y su espada en una batalla desmedida que tiene como enemigo a todo lo que se opone a su deseo. Apenas ha escrito unos  versos pero ya se sueña un poeta grandioso.

 

En Antaño y ayer, Paul Verlaine escribió: “Yo soy el Imperio al final de la decadencia”. Limónov adopta la convicción de estar viviendo en una sociedad depravada ante la que se comporta como un marginado. Trata de mostrar su disconformidad y disgusto al estilo de normas imperante: épater la bourgeoisie. Conoce el amor, la sensualidad y sin saberlo, descubre un poderoso veneno que lo hundira en la angustia y el desconcierto. Sus vínculos son tormentosos, asfixiantes: pasiones violentas. En 1975 emigra a New York con su mujer. Viven juntos y felices durante un tiempo pero la relación se torna insoportable. Ella lo engaña. Limónov termina deambulando por las calles como un homeless. Desesperado se entrega con frensí a la homosexualidad y a la escritura de su vida. Encuentra trabajo como conserje de un millonario. Sus libros se publican y obtiene un modesto reconocimiento en el mundillo literario. Se muda a París y su vida ya merece ser filmada. Pero esto, recién empieza. En París encuentra la disciplina y su producción literaria se engrosa. Son años medianamente felices, pero una nueva trampa se cruza en su camino: la política. La desintegración de URSS significa un cambio drástico en sus coordenadas. Decide ponerse en marcha y convertirse en un hombre de acción. “Con amor o con odio pero siempre con violencia” escribió Cesare Pavese, pero podría ser el lema de Limónov. La guerra de los Balcanes lo encuentra luchando junto a los serbios; la BBC lo filma empuñando una ametralladora como fiera enloquecida disparando a musulmanes. Entre sus amistades se encuentra Radovan Karadzic: un genocida. Una vez instalado  en Rusia, funda un partido político con posturas extremas. El innegable talento de Carrére nos hace leer este texto con regocijo y ansiedad

 

Atento, lector: lo que usted va a tener en sus manos no es una  biografía novelada sobre el escritor  Eduard Limonóv. Es una kaláshnikov apuntando su comprometida sensibilidad. Un zapói interminable.

 

© Andrés Tejada Gómez, Perfil