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"No tengo el apetito para escribir ficción"

Periodista:
Malena Sánchez Moccero
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PARÍS.-Emmanuel Carrère (París, 1957), diplomado por el Instituto de Estudios Políticos de París, ya era un novelista reconocido. Había publicado varias novelas, dos libros sobre Werner Herzog y una biografía novelada sobre Philip K. Dick. Pero a fines de los años noventa conoció la historia de Jean-Claude Romand, un hombre que mintió sobre su vida a todo el mundo durante 18 años y cuando su entorno estaba cerca de descubrir la verdad, no encontró otra alternativa que asesinarlos. Mató a su esposa, a sus dos pequeños hijos y a sus padres. También intentó suicidarse, sin éxito.

 

Carrère escribió Una semana en la nieve , una novela inspirada en esta historia, y después de algunos años, con interrupciones y hasta una depresión relacionada con ese personaje, publicó su reconstrucción de ese relato en El adversario (1999). El libro se llevó al cine en 2002, en un film dirigido por Nicole Garcia y protagonizado por Daniel Auteuil, y participó de la selección oficial del Festival de Cannes. El adversario fue un éxito y el primer paso de Carrère en su personal camino por la no ficción.

 

En 2007 publicó Una novela rusa , un relato autobiográfico donde la búsqueda de la verdad sobre su abuelo ruso desaparecido en 1940 se entrecruza con un presente tormentoso. De vidas ajenas , publicada en 2009, fue catalogada como la mejor novela del año según la prensa cultural francesa, aunque Carrère ya está cansado de explicar que no es una novela. En este libro, que ganó el premio Globe, narra dos muertes trágicas y cercanas: la de la hija de un matrimonio amigo en el tsunami que destrozó las costas que rodean el océano Índico en 2004 y la de su cuñada a causa de un cáncer. El libro fue un éxito y recibió críticas elogiosas en todo el mundo. "La non fiction novel a la francesa ha encontrado a su maestro", escribió sobre este libro François Dufay en L'Express .

 

Ahora Anagrama acaba de publicar en Argentina Limónov , una biografía novelada que reconstruye la vida de un personaje extravagante e impredecible. El libro recibió importantes premios en Francia como el Prix des Prix en 2011, el premio Renaudot y el premio de la Lengua Francesa.

 

"Limónov no es un personaje de ficción. Existe y yo lo conozco", escribe el autor en la contratapa de su libro. Y la aclaración es necesaria cuando uno recorre la hoja de ruta de este personaje ruso, cuyo nombre original es Eduard Veniamínovich Savenko: un joven poeta que participó de la disidencia en la Unión Soviética y se exilió a fines de los años setenta en Nueva York, donde vivió como vagabundo y luego como mayordomo de un millonario. Escribió allí novelas autobiográficas que luego publicó en Francia, como El poeta ruso prefiere a los negrazos y Diario de un fracasado . Desde París viajó a los Balcanes para apoyar la causa serbia y regresó a la Rusia poscomunista, donde fundó un partido bolchevique. Estuvo preso tres años por tentativa de golpe de Estado y se convirtió en un opositor a Putin.

 

"Él se ve como un héroe, pero también se lo puede considerar un cabrón: yo por mi parte no me atrevo a juzgarlo", así presenta Carrère a este atractivo personaje, retratado en una biografía de 396 páginas.

 

Estamos a mediados de abril y llovizna en París. "La primavera se está demorando", dice Emmanuel Carrère en su cocina, mientras enciende la hornalla para preparar café. Sin embargo, a los pocos minutos, el sol se filtra por las ventanas de este departamento parisino, donde el escritor francés recibe a adncultura en pantuflas, jean y un suéter oscuro con escote en ve.

 

Limónov es un libro enorme, es más que una biografía, es también parte de la historia de Rusia y también de su vida. ¿Cuáles fueron las principales dificultades que tuvo que enfrentar al escribirlo?

-Tuve, por momentos, dificultades con el personaje. Fueron dificultades morales y políticas porque yo no aprobaba algunos de sus comportamientos y fue un poco incómodo [Carrère plasma en el mismo libro su desacuerdo con el paso de Limónov por los Balcanes]. Pero, al mismo tiempo, era estimulante. Uno de los intereses en escribir un libro como éste es tratar de mirar el mundo con una perspectiva diferente de la propia. Eso es lo interesante: intentar, no compartir, pero al menos entender ideas o posiciones diferentes de las propias. También fue difícil en el sentido de que fue un trabajo enorme, aunque no hubo dificultades estructurales. Fue muy interesante, por momentos incómodo, pero muy estimulante e incluso divertido.

 

-¿Divertido?

-Sí, en algunos momentos lo fue. El protagonista sabe, de alguna forma, que es un niño malo y varias veces te sorprende y piensas "¿qué va a hacer ahora?". Hubo un momento en que yo seriamente desaprobé su comportamiento pero no lo considero una mala persona. Tiene algo que lo hace parecer un niño.

 

¿Como una especie de ternura?

Sí, sí. Estar cerca de la compañía de Jean Claude Romand [el protagonista de El adversario ] fue mucho peor. En Limónov hay una vitalidad increíble y, honestamente, no era una mala compañía.

 

-Dijo en algunas entrevistas que, a pesar de que no hizo ningún comentario, usted sabe que Limónov está contento con el libro.

-Sí, debe de estar muy contento. No debe estar de acuerdo con muchas cosas del libro, pero pienso que no le importa. Hay opiniones y afirmaciones sobre él que seguramente no comparte. Creo que es inteligente y sabio al no hacer comentarios. Pero, básicamente, está muy contento con el libro y con la nueva reputación que le dio. Él está muy agradecido conmigo. Y estar agradecido no es un sentimiento muy familiar para él. Estuvo muy sorprendido por la repercusión del libro. Y yo también lo estuve.

 

¿Por qué lo sorprendió?

Porque, honestamente, no creí que fuera un libro que les interesase a tantos lectores. Porque pensé: es sobre un tipo ruso que nadie conoce y que no es muy simpático, entonces no creí que fuera un gran éxito. Pensé que le interesaría al tipo de personas a las que este contexto les suena familiar o que están interesadas en Rusia. Pero, afortunadamente, le interesó a un público mucho más extenso.

 

¿Qué piensa que es lo primero que atrae de esta historia?

Creo que la gente se sintió atraída por esta mezcla de libro de historia y novela de aventura. Y para mí fue un placer escribirlo así. A veces la gente me dice: "Tuviste que investigar mucho". Pero yo no investigué mucho. Toda esa historia sobre la Rusia contemporánea y la historia del comunismo son cosas en las que yo estaba muy interesado antes, cosas sobre las que había estado leyendo, pensando en ellas, y encontraron su lugar en este libro. No empecé a investigar todo esto en el momento en que decidí escribir un libro sobre Limónov. Fue totalmente al revés. No habría pensado en hacer un libro sobre Limónov si no hubiera estado familiarizado con este contexto. Siempre tuve la idea de escribir algo sobre la Rusia contemporánea, la Rusia poscomunista.

 

-Y su madre [Hélène Carrère d'Encausse] es una reconocida historiadora especializada en la historia soviética?

-Sí, pero eso fue, por mucho tiempo, una buena razón para evitar escribir sobre eso [risas]. Pero en los últimos diez años pasé mucho tiempo en Rusia, escribí un libro allí, realicé un documental; era un territorio familiar para mí. Pensaba en escribir algo pero no sabía qué. En un momento, como cuento en el principio del libro, por pura casualidad veo a Limónov después de quince años, y fue raro pensar acerca de todo lo que había pasado en su vida desde la última vez que lo había visto en París, a finales de los años ochenta. Entonces escribí una nota sobre Limónov para una revista y se me ocurrió que podía escribir más sobre él. Me di cuenta de que era el personaje que había estado buscando.

 

-En De vidas ajenas escribió sobre la muerte de un ser querido causada por un cáncer y la muerte de una niña en una catástrofe natural. Son momentos trágicos y dolorosos que la mayoría de la gente reprime y usted eligió reconstruirlos. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Fue un libro muy especial porque no siento que yo haya elegido escribir sobre eso. Fueron cosas que le pasaron a gente cercana y de las que yo fui testigo. En Limónov o en El adversario , yo decidí ir a Limónov o a Jean-Claude Romand, yo tomé una decisión. Pero en el caso de De vidas ajenas fueron cosas que pasaron frente a mí. Yo estaba de vacaciones en Sri Lanka durante el tsunami, éramos amigos de esas personas que perdieron a su pequeña hija. Después mi cuñada murió de cáncer, después estuvo ese juez [Étienne Rigal, uno de los protagonistas de De vidas ajenas ] que conocí de pura casualidad y que me impresionó mucho. De hecho, viene a cenar esta noche, ya que somos buenos amigos. Entonces, sentí que tenía que escribir esa historia. Es más, a pesar de que el libro lidia con temas muy dolorosos, no fue muy doloroso escribirlo porque lo hice con la aprobación de las personas que aparecen en él. Ellos confiaban en mí, yo confiaba en ellos; esta confianza mutua convirtió el libro en una experiencia bastante pacífica, algo que no me sucedió ni con El adversario ni con Una novela rusa . Ambos fueron libros muy difíciles de escribir porque me sentí muy incómodo. No son sólo interrogantes literarios, son además interrogantes morales. Tenía miedo de comportarme mal, algo que no sentí con De vidas ajenas . Fue un libro que me llevó mucho tiempo escribir pero sentí que estaba haciendo lo que tenía que hacer. No te voy a decir que fue placentero, pero sí que lo escribí de una manera serena.

 

-Cuando escribió la primera carta a Jean-Claude Romand, el protagonista de El adversario , fue una carta llena de piedad y compasión. ¿Pensó en la relación de Truman Capote con el asesino que protagoniza A sangre fría ?

-Sí, claro, ¡por supuesto! Cuando los escritores piensan en escribir sobre un crimen no pueden evitar pensar en A sangre fría . Es una obra maestra. Por mucho tiempo estuve intentando escribir este libro de la misma forma, de una manera impersonal. Pero fue un largo proceso hasta que descubrí que tenía que escribirlo en primera persona. Porque antes traté de escribirlo de la otra forma y fue imposible. Este libro me llevó como siete años. Limónov no fue difícil, quizás fue técnicamente difícil. Pero El adversario fue realmente muy difícil de escribir. Tuve que atravesar una especie de depresión. Fue muy terrible psicológicamente.

 

-En sus libros de no ficción suele incluirse usted mismo en la narración. Suele intercalar sus propios pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, en El adversario , escribe que no está seguro de que quiera que sus hijos lean que su padre escribió sobre este sujeto. O en De vidas ajenas comparte sus celos cuando su esposa va a ayudar a Jérôme, cuya hija acaba de morir. ¿Por qué decide incluir este tipo de pensamientos y qué efecto cree que provocan en el lector?

-No es realmente una decisión. Una decisión sería evitar escribir sobre esas cosas. Me parece la manera más natural de escribir y que, a su vez, crea un tipo de intimidad con el lector. Si le cuentas al lector tus dudas, tus deliberaciones, incluso cosas que no son muy honorables, cosas de las que no estás orgulloso, el lector puede pensar: "Bueno, él es como yo" [risas]. Todos tenemos buenas razones para no estar siempre orgullosos de nuestro comportamiento, nuestros sentimientos y pensamientos. Me parece la manera más normal de comportarme con el lector. No creo en la objetividad, no creo en la verdad. No creo haber contado realmente la verdad en todas las historias. Lo que escribo es lo que yo te cuento: con mis límites, mi ignorancia, mis prejuicios. No creo que salga del narcisismo sino de la honestidad. Tengo que contarle al lector quién es el que está contando la historia. Y también creo que es más interesante para el lector. No es el resultado de una decisión muy deliberada, me sale naturalmente. Y mientras escribo, a veces pienso: "Bueno, es momento de aparecer nuevamente en el libro", y eso es muy instintivo.

 

-En una entrevista dijo que ya no tiene imaginación para escribir novelas. ¿Sigue sosteniendo eso? ¿Va a mantenerse en la ruta de la no ficción?

-Por el momento, sí. No es una decisión ideológica. A mí me gusta la ficción, soy lector de ficción pero ahora no tengo el apetito para escribir ficción, lo que es raro porque durante 10 o 15 años estuve escribiendo ficción. No fue una decisión deliberada, pero ahora es el tipo de cosas que escribo. Si mañana tengo el deseo de escribir un libro de ficción, estaré muy feliz de hacerlo. Ahora no tengo ganas. Tal vez cuando era más joven tenía mucha imaginación y ahora tenga menos. Uno tiene que escribir el tipo de cosas que es capaz de escribir. Y yo estoy bastante feliz de escribir este tipo de libros ahora. No lo definiría ni teorizaría al respecto pero tengo el sentimiento de que hago algo que es mío y que es la forma más simple que encuentro para contar esas historias. Es tratar de darles forma a mis experiencias de vida, pueden ser experiencias directas sobre mi vida o sobre personas que conozco y me resultan interesantes. Es una pulsión muy elemental: escribo sobre lo que siento y trato de hacerlo de la forma más simple y espontánea. ¡Y ser espontáneo y simple da mucho trabajo!

 

-Durante el proceso de escritura de estos últimos libros, ¿extrañó algo de la ficción?

-No. Tuve algunas dificultades escribiendo estos libros pero estoy contento, no extraño la ficción.

 

-¿Pero no se siente limitado al tener que ajustarse siempre a la realidad?

-No. Pero en caso de que lo sienta, también lo cuento, lo escribo en el mismo libro.

 

-¿Nos puede adelantar algo sobre lo que está escribiendo ahora?

Preferiría no hacerlo. Cuando se escribe un libro, hay un momento en el que se sabe que esa historia será finalmente un libro y a partir de ese momento sí puedo hablar sobre eso. Si no alcancé ese momento, prefiero no hablar, tal vez sea superstición. Creo que estoy cerca de ese momento.

 

© Malena Sánchez Moccero, ADN La Nación