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Ricardo Piglia, detective privado

Periodista:
Flavio Lo Presti
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Ricardo Piglia podría haber buscado respuestas propiamente ensayísticas a las preguntas que se plantea en su nueva novela, pero ha construido una obra completa en el cruce de ficción, autoficción y ensayo y aquí vuelve a abrir enigmas en torno a ese experimento "formal". El camino de Ida tematiza el bovarismo (la insatisfacción por el contraste entre la vida real y la ficción, el intento de cubrir esa brecha) en la configuración psicológica de Tom Munk, un matemático que encuentra en el escritor Joseph Conrad la clave y el camino de su rebeldía, pero también reenvía la cuestión del bovarismo a la relación (mucho más complicada de pensar) entre Emilio Renzi y Piglia.


Emilio Renzi (alter ego de Piglia desde sus primeras ficciones) es el narrador de la novela y comparte con Piglia las coordenadas de una vida relativamente tranquila, aunque agrietada: escritor periférico de relativo éxito, con una vida sentimental errática y golpeado por los dolores de su generación, Renzi encuentra una posición como profesor visitante en una universidad norteamericana. Esto le da permiso a Piglia para darnos una visita guiada y etnográfica por el gueto helado de las universidades del Norte, con su exigencia demencial y su ética de la competencia cruel, pero también para contar la historia erótica entre Renzi y una estrella académica libertaria y enigmática (suele ser la marca de las mujeres ficticias de Piglia) llamada Ida Brown.


El cruce dispara una aventura que arrastra a Renzi por las sábanas de hoteles neoyorquinos, por las calles vibrantes y abrumadoras de la Gran Manzana, por oficinas de detectives privados que son como una versión torcida por el futuro de los personajes de la serie negra a los que el mismo Piglia dedicara colecciones editoriales, hasta dar en una zona propiamente bovarista que tiene su pasillo final en una catacumba californiana al aire libre y en una prisión, después de atravesar las obsesiones intelectuales de Piglia: el pensamiento utópico, la pureza del pensamiento matemático, el impacto ético de las decisiones. Sobre este terreno, y poniendo a Renzi frente a esa versión del Unabomber que es Tom Munk, Piglia toma el riesgo de plantear una pregunta inmensa e inusual en la ficción argentina: ¿qué repuesta ética puede dar un individuo a un mundo horrible que lo aplasta?


Conservando el tono del cruce literario que atravesara lo más significativo de su obra (Borges+Arlt), Piglia explora la vibrante tradición americana del hombre solo que se rebela, convocando la lejana voz del Walden de Thoreau y los ecos de las historias de americanos secretos (un par de ejemplos: el Benjamin Sachs de Auster en Leviatán, el McLyle de Sturgeon en el cruel Y ahora las noticias, pero sobre todo el propio Theodore Kaczynski), aunque por momentos la cruza de sus artificios (sus detectives, sus muchachas tatuadas) con su propia imagen (el señor de traje que habla en Canal 7) parezca atentar contra la suspensión de nuestra incredulidad, y nos lleve a la pregunta un poco absurda (pero insidiosa e insoslayable) por el estatus de la verdad en lo que estamos leyendo.

 

© Flavio Lo Presti, Ciudad X, La voz del interior