Delphine de Vigan: “La anorexia es una droga barata”
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- Tarek Malouf
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En Francia, una cláusula impide que Delphine de Vigan hable de su libro Nada se opone a la noche (2009) delante de una cámara. Eso explica que en YouTube aparezcan imágenes de la televisión en las que la autora repasa sus lecturas fundantes mientras estudiaba en la universidad, o revela detalles de la película que ella misma dirigió y tiene fecha de estreno para enero próximo en su país. La trama esclarece más: la novela es una saga familiar autobiográfica que intenta explicar la muerte de su madre, a quien encuentra muerta en la primera escena del libro. A través de esa “búsqueda personal de la verdad” como llama la autora al procedimiento de escritura, aparecieron en la superficie secretos, revelaciones y quedó en evidencia la responsabilidad de algunos personajes-familiares. El libro fue un éxito de ventas y ganó muchos premios, lo que agravó un poco las cosas, que ya venían tensas desde la publicación de su primera novela, Días sin hambre (2001), con seudónimo. En ese caso relataba de manera poética y con personajes secundarios inventados su temporada en una clínica para rehabilitarse de anorexia.
Sobre ambos libros, publicados por Anagrama en español, de Vigan habló con Revista Ñ en su reciente visita a Buenos Aires, invitada al Filba 2013.
-¿Cuál es la relación que establece entre ambos libros?
-En realidad, si hay una relación no es voluntaria. Días sin hambre es mi primera novela y si tiene una gran parte autobiográfica al mismo tiempo tiene algo de ficción. Después de eso escribí cuatro novelas pura ficción y siempre me definí más bien como una escritora de ficción, aun si mi entrada a la literatura había sido a través de un libro autobiográfico. En cuanto a Nada se opone a la noche, de hecho yo no quería escribir este libro porque presentía precisamente que volver a algo más personal iba a ser mucho más complicado. Me gusta mucho la ficción porque se pueden poner cosas extremadamente íntimas, extremadamente personales, al tiempo que se avanza oculta. Las cosas se distribuyen en distintos personajes, se las puede deformar, se las puede exagerar y finalmente es muy confortable, es muy cómodo.
-¿Y por qué lo hizo?
-Yo sabía que si escribía sobre mi madre después de su muerte, forzosamente iba a ser de un modo muy íntimo y no podría avanzar de manera oculta. Después me di cuenta que la única forma de escribir ese libro era hacer una búsqueda de la verdad que dejaría el menor lugar posible a la ficción, un proceso muy distinto del que había hecho.
-¿Comparten una mirada autobiográfica?
-Es cierto que esos dos libros necesariamente tienen un contacto, y se completan, por otra parte. A veces tengo la sensación de que forman como un círculo, haber vuelto al punto de partida y también haber terminado un ciclo en mi trabajo. Aunque los libros no están hechos para ir juntos, de alguna forma se completan y se responden.
-¿Era la literatura la única salida para expresarse?
-Sí, es la manera como me expreso. Es realmente la única manera que encontré para domesticar mis propias emociones, mi sensibilidad, para poder canalizar la sensación estar demasiado permeable. En francés se dice ser como una esponja, se absorbe todo. Para mí la escritura es una manera de poder soltar y no absorber todo. Y esto es válido para todos mis libros, incluso aquellos que no son tan personales.
-¿Cuándo decidió incluir en el texto las reflexiones sobre la tarea de escribir?
-No es algo que había previsto, pensaba que podría escribir la historia de mi madre del principio hasta el fin en una narración omnisciente en tercera persona. Era mi ambición y empecé el libro así, pero cuando conté la muerte del hermano de mi madre, del pequeño Antoine que se cayó en el pozo, y luego la llegada de este otro nene que habían adoptado, escribí eso y me di cuenta que para escribirlo había tenido que elegir entre varias versiones que me habían contado. De alguna manera, estaba imponiendo al lector una forma de verdad que sabía que no era necesariamente la verdad, porque me habían contado esta historia de otra manera. La historia era la misma: un chico murió y otro llegó, pero los detalles eran distintos. Después de eso, me bloqueé completamente en la escritura durante varios días y la única manera de avanzar fue tomar la palabra en primera persona y contar por qué era complica do escribir, por qué había que elegir, en varias oportunidades esto aparece en la narración y comprendí que era el libro mismo el que iba a ir entre estos dos aspectos, de uno al otro.
-También tenía que decidir sobre sus propios recuerdos…
-Por supuesto, para mí formaba parte de los datos del problema y de las dificultades importantes de escribir este libro. Me hacía falta apoyarme en los recuerdos de los otros, tratar de hacerlos coincidir entre sí y apoyarme en los míos, que intervinieron a partir del momento en que el personaje de Lucile tiene unos 40 años, o un poco antes, cuando uno tiene recuerdos de infancia que están un poco deformados, a veces por la inquietud, por el dolor, o que son embellecidos también: porque a veces uno embellece recuerdos para hacerlos aceptables. Sabía que iba a fabricar con todo esto. Lo que prevaleció no es la verdad sino es mi voluntad de hacer de mi madre un personaje, y un personaje que el lector pueda amar. Entonces, tal vez, la selección o el filtro se hizo para ir en ese sentido.
-Hablaba de su propia dificultad al escribir, pero también escribe sobre la dificultad de su familia para aceptar el libro. ¿Qué pasó después de la publicación?
-Mi familia, los hermanos y hermanas de mi madre aceptaron bien el libro, se mostraron muy tolerantes, muy benévolos, aunque para algunos el libro era doloroso, particularmente la cuestión del incesto era el punto más complicado. A pesar de eso, estaban contentos de que existiera el libro porque es una huella de todo lo que vivieron, y creo que estaban contentos de que esa familia tan curiosa, tan exuberante, tan alegre, existiera en el libro. Y eso finalmente es lo más importante para ellos.
-¿Ayudó el hecho de que haya recibido muchos premios para tener otra mirada?
-Es más bien lo inverso, curiosamente. Fue complicado para mi hermana, y también probablemente para mis tíos y tías, ver que el libro se multiplicaba hasta ese punto. Nadie, ni yo, ni siquiera el editor imaginaba tal éxito para el libro en Francia. Y ver ese objeto con la foto de mi madre en la portada multiplicándose hasta el infinito, mediatizado a tal punto, con los premios y todo esto, creo que no fue muy fácil para ellos, y aun siguieron siendo muy amables. La persona que recibió mal el libro fue mi padre, que se sintió muy chocado con la novela… Tal vez porque no aparece. Tal vez porque sabe que lo poco que se dice deja sobrevolar la duda sobre su parte de responsabilidad en esta historia. Y creo que él vivió muy mal el éxito del libro.
-Volviendo a la relación de los dos libros, en Nada se opone a la noche explica algo que en ‘Días sin hambre’ no aparece tan explícito: su mirada sobre anorexia. ¿Lo supo después?
-Creo que la idea de que la anorexia es una forma de droga barata está presente en Días sin hambre, pero yo no sabía decirlo con esas palabras. Después, con distancia y también con el conocimiento de mí misma, comprendí que en el fondo en la anorexia lo que había buscado de todo era ese estado particular que nos hace insensibles al mundo. Pero es algo que comprendí mucho más tarde. Como el alcohol puede anestesiar, como la droga puede anestesiar, yo creo realmente que el estado de ayuno pone a distancia de las propias emociones. Evidentemente es un engaño, pero en el momento tienes la sensación de estar protegida.
-¿Por qué sigue repitiéndose que la anorexia anida en una idea frívola que se le mete en la cabeza a muchas chicas que buscan parecer modelos?
-En Francia se dice lo mismo, y creo que el síntoma no existe por casualidad. Tal vez en efecto esté relacionado con una imagen de una mujer, con una forma de perfección que en ese momento, y cada vez más, se encarna en la delgadez. Pero la anorexia realmente es una experiencia física extremadamente dolorosa y no creo que sólo sean razones estéticas. No creo en absoluto que sea así. En todos los casos está la búsqueda de otra cosa, y un malestar muy profundo.
-Da la impresión que ‘Días sin hambre’ podría ocurrir en cualquier parte del mundo, por la atmósfera cerrada del hospital donde ocurre, en cambio, en Nada se opone a la noche se percibe la historia de la época, en paralelo a la historia de la familia. Del movimiento hippie a la socialdemocracia. ¿Cómo decidió incluir ese tono de época en el libro?
-Es cierto que en Nada se opone a la noche yo tenía el deseo de que barriera también un período de la sociedad francesa, ya que a pesar de todo se trata prácticamente de tres generaciones de mujeres, mi abuela, mi madre y yo (y también el nacimiento de mi hija, que evoca el nacimiento de una cuarta generación). Lo importante para mí que eso apareciera como telón de fondo y que contara algo de esta sociedad francesa.
Por ejemplo, siempre me llamó mucho la atención cuando mi abuela me contaba que cuando era joven ella no tenía derecho a tener cuenta en el banco; la cuenta era de su marido y ella podía poner su dinero ahí. Tenía recuerdos de detalles de ese tipo. Mis abuelos encarnan también el período del consumo en Francia, con ganas de comprar heladeras, todas las novedades de los electrodomésticos y demás, y para mí era divertido evocar ese período. Pero también las ilusiones de Mayo 68, el período hippie, los movimientos de extrema izquierda en Francia, toda esa esperanza que se cristalizaba en un momento dado alrededor de las ideas de igualdad y de revolución, y cómo finalmente esas cosas cayeron y dieron lugar a una gran desilusión.
-Una derrota que, según cuenta, impactó en la vida de las personas de su entorno de manera brutal.
-Cuando hablo de esta historias de suicidios que rodeó a mi madre, estoy convencida que hay una dimensión muy íntima en los tres muchachos que se suicidaron, el hermano y los otros dos, pero también probablemente una dimensión más política, que tiene que ver más con la sociedad y corresponde a ese período.
© Marcela Mazzei, Ñ digital