Las voces y los silencios de las mujeres en clave pop
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- Ivana Romero
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Pretendo cuestionar a las mujeres que no se consideran feministas. A cambio de mi arenga voy a contarles un montón de historias embarazosas sobre mi vida y todos salimos ganando. Vengo de la cultura pop y quise escribir un libro con el que la gente pudiese divertirse. Si queremos que el feminismo funcione, hay que implicar a la gente." Espléndida en su vestido animal print y parada sobre la silla que le habían dado sólo para que se siente, Caitlin Moran dijo eso hace un tiempo en Barcelona. Ocurrió durante la presentación de Cómo ser mujer, editado por Anagrama.
En este libro, Moran es la primera en asumir riesgos. Nacida en 1975, criada en una barriada popular de Brighton, al sur de Inglaterra, cuenta sus memorias desde el día que supo que más allá de la plaza –terreno de unos chicos que la acosaban si decidía pasar–, había un mundo. Y se dedicó a investigarlo. Así se convirtió en periodista y escritora precoz. A los 15 escribió su primera novela y a los 16 comenzó a formar parte del staff de la revista Melody Maker. Columnista y crítica de televisión en The Times, en 2010 recibió el Premio de la Prensa Británica al mejor columnista del año, y en 2011 al mejor crítico y entrevistador.
Esto es contado en el libro, junto con otros asuntos: por qué muchas mujeres no admiten que se masturban, cuán interesante es la pornografía y el daño que le hace la industria pornográfica (que es otra cosa); cómo es que feministas maravillosas como Sylvia Plath, Bessie Smith o Janis Joplin terminaron tan mal (por vivir en el siglo equivocado, parece), por qué la sociedad sigue condenando al aborto como una práctica que se debe padecer y silenciar. Y también, por qué compramos tacos que nos hacen doler los pies, por qué es maravilloso tener hijos, por qué es maravilloso no tenerlos ("no puedo estar de acuerdo con una sociedad que me obliga a apostar cuánto podría amar por coacción", dice), cómo fracasa una fiesta de casamientos y cuánto bien le hace Lady Gaga a la liberación de las mujeres por decir en voz alta lo que piensa.
Por eso –y por su gran sentido del humor– una no puede dejar de leer estas 300 páginas. Claro que tampoco es un textito de peluche: se trata de una escritura filosa, que señala cada espacio donde la cultura héteropatriarcal se instala para decirnos que seamos lindas, buenas y sumisas. A esa cultura, Caitlin la aplasta con su risa desde la cúspide del vestido animal print. Y con la convicción de que el mundo necesita mujeres pero también varones feministas. Así que este es un gran libro también para hombres. Por lo menos, para esos que ya no se sienten cómodos cada vez que tras un fútbol cinco deben mostrar el tamaño del pene como sinónimo de virilidad.
© Ivana Romero, Tiempo Argentino