Reseña en el Mirador de Libros
- Periodista:
- María Angélica Scotti
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Allí el narrador en primera persona (luego sabremos que es Luis, especie de álter ego del autor), un muchacho un tanto ingenuo que habita un barrio marginal junto con su familia y que nos cuenta la vida de un polaco semiinválido, un “rengo solitario” rodeado de cierto misterio, y las leyendas que los vecinos tejen alrededor de él y del hecho de vivir en forma más “confortable” que los demás, lo que incluye una “rareza” tal como disponer de una biblioteca. Aparecen también en los dos capítulos iniciales otros personajes llamativos o pintorescos: el hermano del narrador, que es un precoz pastor evangelista además de entusiasta bailarín de rock; Ana la prostituta, que muere confusamente; y, en una vaga alusión, un capitán Danjou, del siglo XIX, quien, manco por el estallido de un arma, adopta una mano de madera.
Se esbozan, pues, los 3 pilares en los que se asienta el libro: lo extraño, los misterios y la religión, el germen de lo que supuestamente ha de desarrollarse en los capítulos sucesivos. Sin embargo, los capítulos o relatos siguientes se remontan en el tiempo al siglo XIX, a modo de ramificación o derivación de lo anterior, y nos presentan la historia de Danjou y del pintor francés Baucé, ambos vinculados a la Legión Extranjera y que terminan su vida en América. Se van sumando otros personajes tales como una Ofelia suicida pintada por Baucé, acumulación que produce un efecto medio laberíntico en la estructura del libro. También nos vamos enterando poco a poco de que Luis, el narrador, es un lector ferviente que incluso llega a escribir una novela, y, además, que su madre (un personaje esencial en el conjunto de la narración, aunque enfocado un tanto sesgadamente) practica 3 religiones: católica, evangélica y espiritista. En una segunda parte, la novela repunta como tal y alcanza momentos notables al centrarse en la vida de Luis y su familia como un genuino libro de memorias (al menos así lo confirma el cotejo con una obra anterior, autobiográfica, LA RUEDA DE VIRGILIO): nos adentramos en su primera novela, DESIERTA, “inédita, inconclusa y espiritista”; en su fascinación por las imágenes sacras; y en su extraña simbiosis con la madre, quien escribía de noche incomprensibles poemas “en estado de mediumnidad”; asimismo aparece un amigo de ella, Pepe el taxidermista (“las amistades de mi madre me han llevado a lugares extraños”), que inicia a Luis en los misterios del oficio (“era darle vida a la verdadera muerte, una vida sin corrupción”). Esta práctica lo conduce después, en calidad de ayudante de un sacerdote, a la restauración de imágenes religiosas, más por la superstición que por la fe, o por una suerte de “herejía criolla”, sobre todo desde el descubrimiento de los “Cristos articulados”, de brazos movibles. En los últimos capítulos, sin desmedro de lo presuntamente autobiográfico (siempre con algunos toques de ficción), LA CASA DEL DIOS OCULTO se metamorfosea en crónica y libro de viajes: primero, por frecuentes traslados de domicilio, y más adelante por andanzas a lo largo del país y también en el extranjero, donde accede a diversas manifestaciones de lo sobrenatural (santos populares, peregrinos que custodian imágenes, videntes, fotos de difuntos, cementerios, viajes oníricos, viajes a través de los libros, sitios o hechos misteriosos, resurrecciones, milagros, experiencias espiritistas no exentas de alguna pincelada de humor). Resulta evidente, de parte del narrador- autor, el interés (no precisamente devoción o creencia) por lo oculto o esotérico, como una marca que arrastra desde sus primeros tiempos, un eco de las aventuras espiritistas de la madre.
En este libro mutante, extraño en muchos sentidos, cabe destacar el último capítulo o narración, que transcurre en Ámsterdam y que lleva el mismo título del volumen. Se trata de un auténtico relato de misterio, con suspenso y tensión y con todo el encanto y el sortilegio esbozados brevemente en lo anterior. Es, sin duda, el capítulo más cautivante del conjunto y revela la maestría de Luis Gusmán como narrador: un escritor singular, con un mundo insólito e inquietante. En cuanto al incierto asunto del género literario, resulta problemático clasificar el libro como novela debido a la ausencia de una trama propiamente dicha, aunque la novela es en sí un género amplio y abierto a la invención y a variadas experimentaciones. De cualquier modo, hay escasa preocupación del autor con respecto al encasillamiento del libro dentro de los géneros convencionales. Hay, sí, un hilo narrativo perdurable por la presencia de ese autor-personaje. Y hay también una temática recurrente: el presumible latido de un “Dios oculto” en los distintos ámbitos y estadios de la vida.
Fragmento de LA CASA DEL DIOS OCULTO: “La iglesia se llamaba La casa del Dios oculto. Oculto en el granero, o en el desván, cuando los católicos holandeses soportaban la persecución de la Reforma Protestante. Entonces la camuflaron y la convirtieron en un refugio. Esa mañana, un hombre se sentó a mi mesa. Miré sus manos. Vi un pequeño anillo de diamantes como una gota de sangre que le manchaba los dedos. Se decía que en Ámsterdam era común usar un anillo de diamantes. (…) -Hace dos días que está sentado frente a la iglesia en distintas horas del día. Yo soy como su guardián. ¿Qué espera? -Entrar –le respondí. -¿Creyente? -Turista. -¿Entonces? -Cumplo con una promesa que le hice a mi madre. -¿Su madre es católica? -En este momento de su vida, no sé. -No entiendo. -Digo que en otro momento practicó el evangelismo, nunca abandonó el espiritismo, y siempre conservó cierta raíz católica. -Qué extraño. -Para los otros; no para mí, que me eduqué en ese ambiente. -Mañana puede venir a las dos. Será mi invitado especial.”