Sobre el oficio más viejo del mundo
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- Alan Bridgewater
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PERFIL dialogó con Leila Guerriero, periodista y escritora argentina, y uno de los máximos referentes latinoamericanos del periodismo narrativo. De paso por Madrid, recogió el Premio González-Ruano de Periodismo, otorgado por la Fundación Mapfre, y presentó en la emblemática Casa de América su nuevo libro, Una historia sencilla, que relata la historia de Rodolfo González Alcántara, un bailarín de malambo argentino, y del festival de Malambo de Laborde, de la provincia de Córdoba.
La maestría con que ejercita el género le valió a Guerriero el premio González-Ruano de Periodismo por su artículo “El bovarismo, dos mujeres y un pueblo de La Pampa”, publicado en la revista El Malpensante, de Colombia, en 2012.
Desde la habitación de su hotel en Madrid, y con una ajetreada agenda de entrevistas, la escritora define el periodismo narrativo o crónica como “el equivalente de un documental pero escrito, que evita presentar al mundo y a los personajes, como reducidos a una especie de blancos y negros, y de buenos y malos”.
En relación con el futuro de la crónica, que requiere espacios más generosos, en contraste con los medios de comunicación, donde se orienta cada vez más al lector hacia la lectura de titulares y noticias breves, explica que “la crónica siempre fue un género marginal” y que es “bastante optimista”, dado que “un tipo de periodismo que trata de desentrañar el mundo en toda su complejidad es cada vez más necesario”.
En este aspecto, mencionó que si bien “son las cuatro revistas de siempre” las que dan lugar a la crónica, “hay más discusión en torno al tema, lo cual me parece muy saludable”.
“Esto no es sólo periodismo bien escrito”, asegura Guerriero; “hace falta una historia potente, bien investigada. Y en este sentido, el trabajo de campo es similar al del etnólogo o del antropólogo, “quienes suelen permanecer mucho tiempo con las personas que intentan conocer”, y que se trata de permanecer en el sitio donde se investiga “hasta que uno pueda traspasar esa especie de muro de incomprensión de lo que no se conoce”.
Las técnicas de las que se vale para organizar sus crónicas “llevan una tarea de investigación previa; vuelvo a ver a la gente varias veces, desgrabo todo mi material, me sirve mucho escuchar las voces para recuperar un poco esa atmósfera”. “Me siento a escribir teniendo clara cuál será la primera frase del texto”, detalla.
Respecto de cómo o por qué elige los hechos, los objetos o a las personas susceptibles de ser narrativizados, comenta que “lo que tiene que tener la historia es que me despierte un punto de curiosidad al que me sea muy difícil renunciar, y muchas preguntas”.
En relación con el tiempo que le demanda escribir un texto, Guerriero explica que es “bastante diverso”, y que depende “del tema, del tiempo que me lleve documentarme sobre el tema” y, en este aspecto, destaca que “siempre hay que llegar con un grado profundo de conocimiento, pero a veces cuando vas entrevistando a las personas vas descubriendo cosas que te disparan posibilidades de reporteo más interesantes”.
En cuanto al lugar del narrador en la historia y a la utilización de la descripción en sus textos, desliza que “uno se transforma un poco en la cámara que transmite las imágenes” y que “no hay que hacer una descripción tan literal, sino que logre transportar al lector hasta ese instante y lugar para que pueda realmente ver” lo que se narra. Y recuerda que aprendió a observar lo que describe a raíz de unas palabras de Adolfo Bioy Casares: “La vida entra en el relato por los detalles”, y “leyendo mucho, y viendo cómo miran los periodistas que más me interesan”.
Hace unos días, Leila Guerriero presentó su último libro en Madrid, Una historia sencilla, una crónica de vida contextualizada en torno al Certamen de Malambo de Laborde, en Córdoba, editado por Anagrama, de Barcelona.
La periodista se encontró un suelto en el diario La Nación que convocó su atención: “Lo que más me llamó la atención es que nunca había escuchado sobre este festival, que es absolutamente consagratorio. Su ganador se pasea por todos los festivales como una especie de gladiador que gana algo muy importante”, cuenta a PERFIL. Y que “la tercera noche que concurrí al festival vi bailar a Rodolfo González Alcántara y quedé muy impresionada con lo que había visto. Yo no soy especialista en folklore, así que lo mío había sido pura emoción”, relata. De ahí en más, siguió durante tres años a González Alcántara por todos los festivales, porque “decidí que mi historia no sería sólo sobre el festival sino también la suya”, dijo.
El protagonista del último libro de Leila Guerriero, Rodolfo González Alcántara, un profesor universitario de La Pampa, se consagró Campeón Nacional de Malambo 2012, y en la web se puede ver que su presencia sobre el escenario es sencillamente magistral. Algo que sólo la singular sensibilidad de Leila Guerriero, que tiene la capacidad de ver un mundo allí donde muchos pasan de largo, pudo captar y transmitir.