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A solas con Andy Goldstein

Periodista:
Davide Manzoni
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
  • Descripción de la imagen 1

En el transcurso de los años 2010 y 2011, el prestigioso fotógrafo argentino Andy Goldstein, fundador y director de la reconocida Escuela de Fotografía Creativa Andy Goldstein, realizó Vivir en la Tierra, una serie de 65 fotografías utilizando la técnica panorámica en espacios reducidos, con la particularidad de ser estos espacios, asentamientos de distintas ciudades de Latinoamérica. Vivir en la Tierra se trata de un proyecto que Andy empezó a gestar hace más de veinticinco años, y que significó el punto donde la experiencia de una vida, la tecnología, los recursos y la suerte convergieron. Y que ¿continuará?

“Es un camino muy largo, no es una cosa que pasó en un momento. Muchos años antes de hacer Vivir en la Tierra, empecé a perfilar la tecnología necesaria. En un momento dado, empecé a aplicar la técnica del panorama a un espacio muy cerrado. Fui avanzando por pasos, que se fueron dando a medida que pasó el tiempo. Empecé a imaginarme que si yo fuera… si yo pudiera hacer ese trabajo en asentamientos… entonces iba a aplicar esta técnica que ahora estaba a mi disposición; de modo que las cosas se fueron encadenando, a través de muchos años” cuenta el autor de Vivir en la Tierra.

No existe una diferencia conceptual marcada entre Gente en su casa y Vivir en la Tierra, en realidad -dice Andy- es una continuación. De hecho, cuando yo vi que podía concretar este proyecto que venía pensando hacía 25 años, el nombre originario seguía siendo Gente en su Casa, y de hecho, conceptualmente es la misma idea, sólo que hubo cambios tecnológicos muy importantes, yo definí un área muy marcada y me di cuenta de que no podía ser una pequeña serie, tenía que ser un trabajo de mucha envergadura, y esto hizo que le pusiera Vivir en la Tierra y lo definiera como un proyecto independiente.

Pero además de la acumulación de experiencias, desde La Muerte de La Muerte, de las idas y venidas que significó la planificación de este proyecto que nacía y de la innovación tecnológica, el fotógrafo necesitó otro pequeño gran empujoncito que vino de la mano de TECHO, donde vio una puerta que se abría, el acceso a la realización de este sueño.

“Cuando yo ya tenía todo resuelto y sabía cómo hacerlo, pero también sabía que no lo podía hacer porque no tenía cómo acceder, una alumna de mi escuela que trabajaba en TECHO en el área de fotografía, me llamó en nombre de la fundación para invitarme a donar una foto. Y me dijo “Andy mirá, si querés donar una foto lo único que te pedimos es que la hagas en un asentamiento, te llevamos, te acompañamos, tomate tu tiempo y cuando terminás de sacar la foto te llevamos de vuelta a tu casa.” Y yo primero dije fue: bueno, voy a ensayar la técnica. Cuando estaba allá haciéndola, veía que efectivamente ellos me llevaban, me acompañaban, las puertas se abrían, y enseguida me comuniqué con el director de TECHO y le propuse que nos juntáramos, porque ellos tenían la llave, el acceso a la realización de mi proyecto. Luego se editó y se publicó el libro de fotografías y yo doné todas las regalías para ellos. Yo no gané nada, al contrario, todo lo puse de mi bolsillo, pero lo valioso es que lo pude hacer”.


¿Te encontraste con trabas a lo largo de la realización de Vivir en la Tierra?

Para nada, alguna cuestión puntual como que en Haití, por dos veces perdí mi pasaje por las condiciones climáticas. Pero eso fue todo. Dentro de los asentamientos me sentía absolutamente seguro, tranquilo, cómodo, mejor de lo que me sentía a veces en el centro de alguna ciudad capital, como podría ser Bogotá.

¿De donde viene tu pasión por el registro?

Es un centro de interés mío. Nace desde una postura humanista, trato los temas que me preocupan, que me inquietan, que siento que vale la pena registrar. Cualquier artista va desarrollando su obra no necesariamente en un campo cien por cien definido pero que sí tiene algunas tendencias más profundas. A veces, incursiona en un campo porque tiene una necesidad específica de incursionar, a veces, ese campo va por otros canales, pero muchas veces lo que se espera de un fotógrafo es que abarque todos los campos posibles. Es como si el fotógrafo pudiera hacer fotografía de moda, fotografía de reportajes, fotoperiodismo, como si tuviera que hacer de todo. Y eso no se espera de un escritor o de un artista plástico, sin embargo hay plásticos que han hecho una obra que por un lado es muy consistente pero por otro lado es muy diversa, como Picasso. Y otros que han hecho una obra terriblemente consistente con un filo muy estrecho porque han seguido por un camino. Si yo miro mi obra creo que todo tiene una carga humanística importante, pero que el campo del registro, que suele tener una carga poética, es más pesado que otros aspectos. Pero también tengo una serie que es una serie cien por ciento introspectiva, -Arborescencias- y que son imágenes que no existen. Y sin embargo, si uno mira cuál es el relato que tienen, esas imágenes también tienen una carga humanística importante, son las relaciones entre hombres y mujeres, la cruz, el árbol… Son elementos que no están tan lejos de Vivir en la Tierra.

Para lograr cada toma, Andy confiaba en su método: las personas que iban a ser fotografiadas en su casa tenían que estar cómodas, posar cuándo y dónde querían y hasta decidir qué ropa usar y cómo posar.

Confiesa Andy: “Era un esfuerzo muy grande que yo no podía soportar demasiado tiempo seguido. No podía quedarme todo el día desde la mañana hasta la tardecita haciéndolo, podía estar aproximadamente cuatro horas porque me agotaba, después ya me tenía que ir. Es muy fuerte estar ahí. Entonces tenía que volver, tenía que lamerme mis heridas emocionales, y tenía que empezar a procesar el material, y eso me daba fuerzas para volver al día siguiente.

No era la primera vez que yo estaba en un asentamiento, ya había tenido una aproximación, por otros motivos, incluso antes de Gente en su casa. Sin embargo, esto tiene una carga dramática y un impacto muy grande, y hay que poder procesarlo. Yo  había pasado muchísimos años dándole vueltas a este proyecto, pensé cómo hacer ese trabajo sabiendo a dónde me iba a meter. Quizás algún lugar muy puntual, muy específico, fue más fuerte de lo que yo podía imaginarme en algún sentido, como lo que está pasando en Haití. Porque esa situación ya supera cierto nivel de concepción de lo que puede ser vivir en situación  de pobreza extrema. Tenía que hacer un equilibrio entre poder meterme emocionalmente con todo  pero también estar un poquito alejado para poder hacer el trabajo técnico, si te gana la emoción no enfocás bien”.

Parado en medio de la sala Cronopios, uno quedaba impactado: era como estar en medio de una misma gran casa, que no casualmente viene a ser La Tierra. Las fotografías absorben al observador, que siente que pasa de una escena a otra, como si caminara por el largo pasillo de una casa, abriendo puertas de distintas habitaciones.

¿Cómo se logró esta estética tan uniforme?

Era muy impresionante para mí ya en el momento de hacer las tomas, porque eran países distintos y porque si fuera que alguna de esas personas que fotografié pudiera compartir o aprehender la experiencia constructiva y vital de la gente que tiene cerca, a un kilómetro a la redonda… Pero no funciona así. No se trata de gente que pueda decir “bueno, para el verano me voy a ir de vacaciones en un chárter a la otra punta de Latinoamérica a visitar otro asentamiento, otra villa miseria, a ver qué onda y cómo resuelven el problema de que las patas de las camas no se hundan en el barro”, por ejemplo. No es que alguien puede ir de visita de Chile a México y decir “no, esto se construye de esta manera”, es decir, aparece una estética que se empieza a repetir de país en país que implica resoluciones arquitectónicas inventadas pero que son las mismas. Salvo pequeñísimos detalles como que en México hay un fervor iconográfico muy abigarrado y que en Haití no hay nada de nada, de nada… Sacando eso, el que haya una piedra debajo de la pata de una cama está en todos lados, entonces esto aúna esa cosa “estilística”. La pobreza es una sola. Eso es lo más impactante, que a uno le empieza a aparecer en la cabeza esa frase… Es lo mismo, la pobreza es la misma, una y otra vez. Entonces aparece como una especie de estilo común. Pero no lo ordené yo. Era.

¿Dirías que Vivir en la Tierra es tu mayor logro a lo largo de tu carrera?

Nunca me lo había planteado así, si lo pienso ahora te diría, por un lado, al menos como experiencia personal, cada serie que yo fui haciendo, cada trabajo que implicaba una nueva tecnología implicaba poner en práctica una condensación de lo que yo fui aprendiendo de la vida y de la técnica y de la fotografía, y que se va a acumulando. Cada trabajo significó un salto cualitativo, por tanto en cada uno de esos trabajos siempre me pareció que eso era lo mejor que había hecho. Y al día de hoy, me parece que Vivir en la Tierra, es una síntesis muy fuerte y muy gratificante para mí por un montón de aspectos, un montón de cuestiones humanísticas primero, estéticas, tecnológicas y también de oficio. El momento más gratificante para mí no es tanto exhibir el material, ni siquiera el momento de la toma en sí, porque era un momento que formaba parte del proceso, sino el momento en que yo tenía el damero de fotos sueltas, estaba generalmente en el hotel,  volvía de hacer las tomas y ensamblaba eso… y podía ver la imagen. Esto era de un impacto que supongo que es equivalente al que mucha gente tuvo por primera vez al ver las fotos, porque ahí se armaban. Este trabajo es la condensación de toda una vida de experiencia y por lo tanto yo hice algo que visto en abstracto es bastante loco, pero yo me daba cuenta de que no era necesario sacar mil fotos y no las saqué. Toda la vida he sacado y sacado mil y una fotos, pero en este trabajo, con lo complejo, con lo difícil que era, y con el costo económico tan brutal que tenía, yo sacaba las fotos que salieron y nada más. Me planteé sacar cinco fotos por país, salvo en dos o tres países que por algún motivo saqué alguna más o alguna menos, sacaba cinco fotos, cinco dameros y me iba… me iba del país. La condensación de experiencia de toda una vida me decía que yo ya tenía la foto, la tenía. Tenía la absoluta certeza de que esas imágenes iban, esto también era muy satisfactorio para mí. Era el punto en que todo convergía.

Pero esto no es todo, porque uno se alimenta de sus sueños, y con mucho trabajo, esfuerzo y dedicación, eventualmente, aunque tenga que esperar veinticinco años o más, los logra. Pero para seguir, hay que seguir soñando, proyectando, planificando. Y Andy Goldstein, definitivamente se trae algo entre manos…

“Le estoy dando vueltas a un proyecto que es una continuidad de lo mismo con una temática muy compleja, por lo tanto no voy a hablar de eso hasta que no lo logre concretarlo, porque es muy difícil; es mejor no convocar a los demonios”, anticipó Andy.