El don de la palabra escrita
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- Rodrigo Fernandez
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El recuerdo llega cuando menos se lo espera. Cualquier perfume, hecho o palabra deviene en una imagen que va ganando espacio de a poco y luego ya no se retira más hasta tanto no sea exorcizada. "El alma no degrada las imágenes, solamente hace difusos sus contornos, como si estuviesen borroneados". Así lo sabe José que desde su buhardilla siente como los recuerdos se apoderan de su espacio.
"Nada permanece más firme que lo oculto, es imposible olvidar lo que esconde" dice y mira a su nieto, que está dispuesto a convertirse en el oyente necesario. La memoria de José está atada a la memoria del país. Un país dividido por el amor a su líder que aún desde el ostracismo define la historia política. Todos sus adeptos disputándose los favores que el patriarca no niega a nadie.
Ahora desde su buhardilla con un vaso de whisky en la mano, que bebe a escondidas de su mujer, comienza a narrar su historia. La de un niño obnubilado por la visión de su padre, el cuarteto Guayaquil, el patio de la casa donde ensayan. "Quizás porque eran viejos, o porque yo era chico, lo cierto es que en ese tiempo no recuerdo que corriésemos, enceguecidos y apurados, detrás de algo".
Pero sobre todo de la figura del callado Urbino, un hombre que ha trabajado toda su vida como cartero, con una debilidad: la de tomar para sí algunas de las cartas que debía entregar. Con ello se ha convertido en "un estudioso de la correspondencia. Lo que en su lógica equivalía a decir del alma humana".
Quiere el destino que José también deba apoderarse de una carta. Un carta que el díscolo dirigente peronista John William Cooke escribió para que llegase a las manos del general Perón. Aunque se le puede ir la vida en ello, José decide que debe rescatarla a cualquier precio. Así se lo pidió el "Bebe" y él está dispuesto a cumplir con el encargo.
"Un testamento político es, al fin, un arma feroz que divide aguas entre fieles y herejes, y también -sobre todo- entre apóstoles" piensa y recuerda la importancia de las palabras que Cooke pudo o no haber escrito. Pero no será el único que deseaba tener la carta y deberá moverse con sumo cuidado, ya que cualquier paso en falso y la carta podría caer en las manos de cualquiera a quien le importe poco lo escrito.
Con "La última carta" Daniel Sorín consigue una trama sencilla y profunda. Una novela acerca de la vejez, de la memoria y de la historia política de nuestro país. "Es fácil pensar que simplemente nos pasó, que fueron ellos, los militares; es fácil, pero no es cierto" dice José. Y las palabras quedan flotando luego de concluir la lectura.
Rodrigo Fernández
rfernandez@elpopular.com.ar
Especial para EL POPULAR