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Dos historias, dos formas de conmover al lector

Periodista:
Claudio Andrade
Publicada en:
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De pronto, todo se puede venir abajo.

La humanidad conserva esta certeza en un cofre que cierra con siete llaves.

La posibilidad de la caída no desde la gloria sino desde la simple rutina es una verdad indiscutible que nos incomoda a todos.

"Tres noches" (Salamandra) de Austin Wright es una novela incómoda. Una novela paradojal porque, aunque atrapante, posee momentos que uno preferiría no leer.

Pero no abandonamos la lectura del mismo modo en que, a pesar de las angustias y los miedos, elegimos existir. Es justo lo que nos recuerda la obra de Wright, que estuvo 30 años fuera del mundo editorial y ahora vuelve para conmover a nuevas generaciones de lectores.

"Tres noches" es una historia que contiene otra historia. Entre ambas existe un nexo pero mientras una se desarrolla en la tibia atmósfera de un típico hogar de la clase media americana, la otra ocurre en una autopista donde una familia es acosada por un grupo de maleantes.

Pero, como en la vida misma, nada es tan claro. El relato que Susan comienza a leer con cada vez mayor dedicación le pertenece a su exesposo, Edward, del cual hace una década y media no tiene noticias.

Lo último que supo de él fue que trabajaba en una compañía, que tenía otra pareja y que había olvidado sus sueños de convertirse en escritor.

Pero este manuscrito, más la noticia de que Edward quiere encontrarse unos minutos con ella para discutir su calidad, la ponen en jaque. Le advierten que su ex ha logrado vencer antiguos fantasmas.

El libro de Edward narra la pesadilla de Tony Hastings, un padre de familia enfrentado por el destino, el azar, la providencia, o como quiera uno llamarle, a un puñado de seres viles que nunca dejan revelarse por completo.

La odisea de Tony le pone al lector literalmente la piel de gallina.

A medida que el argumento avanza también progresa la tensión sobre la mente cautivada de Susan. Su sano equilibrio se ve trastocado por la voracidad de los hechos ficcionales que no la sueltan, que no la dejan ir.

Quien haya escrito esto demuestra un talento y una determinación que no se condicen con la personalidad de su exmarido. ¿O sí lo hacen? ¿Es este envío una suerte de rara venganza?

"Tres noches" ha sido considerada una obra maestra por personalidades como Saul Bellow, Ruth Rendell y Paolo Giordano.

Y no les faltan razones para desgranar elogios.

De un lado del espejo está Susan, del otro Tony. De un lado la mujer que ha decidido sostener su matrimonio a pesar de las infidelidades y el típico desgaste que producen los años –"Su lugar está al lado de él: de eso se trata. Nunca lo había pensando en esos términos. Siempre se había considerado saludablemente egoísta al cuidado de sus intereses, pero es la verdad, ¿no? Su lugar está al lado de él y siempre lo ha estado"– y del otro un padre torpe, puesto al límite de su capacidad de reacción y en un situación insólita, increíble pero "real" –"Simple maldad, sadismo, por eso. La mera diversión diabólica de dividir a una familia y dejar a su miembros en la espesura, tan alejados los unos de los otros como la noche lo permita. A ver cuánto tardan en encontrarse. Algo por el estilo. Había posibilidades peores"–.

Ni siquiera en el final "Tres noches" baja su intensidad. Fiel a sí misma nos tiene preparados una última fotografía en el álbum.

Perturbadora y desconcertante.