"Cuando las palomas cayeron del cielo", de Sofi Oksanen. Añoranzas de la libertad
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- Carlos Roberto Morán
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“Purga”, novela anterior de Sofi Oksanen, le dio renombre internacional a esta llamativa escritora finlandesa. En su relato sobre dos mujeres de diferentes edades y experiencias, se sostiene que la autora logró sintetizar la historia contemporánea de Estonia, nación que integrara la Unión Soviética y con la que se siente muy ligada, por razones familiares y personales.
Cuatro años después de “Purga”, Oksanen publica “Cuando las palomas cayeron del cielo”, en la que recrea, por una parte, el breve período en el que Estonia fue ocupada por las tropas nazis y, en segundo lugar, los años ’60 en el que la Unión Soviética buscaba afianzarse en una nación que pocas veces fue auténticamente independiente.
Tres figuras centrales son las protagonistas de la novela: Juudit, Edgar, su esposo y Roland, un primo. Éste es un idealista, Edgar, en cambio, hace de lo acomodaticio todo un estilo de vida. Juudit intenta a su vez encontrar un espacio propio en un mundo alterado por la guerra y culturalmente marcado por el patriarcado.
En la primera parte de la novela se cubren los años que van de 1941 a 1943, es decir cuando Estonia es invadida por Alemania y se transforma en la “provincia” de Ostland. El pequeño país báltico había vivido un período breve de independencia, pero luego –invasión mediante- Stalin la transformó en una “república” integrante de la Unión Soviética.
Un mundo de tensiones
Oksanen refleja muchas de las tensiones experimentadas por los estonios en ese período de confusión y tragedia, puesto que tanto Tallin, la capital, como otras poblaciones fueron escenarios de violentas batallas, mientras que a los enemigos, cuando no terminaban muertos, se los apiñaba en campos de concentración.
La novela tiene una estructura muy fragmentada y se la presenta como un verdadero rompecabezas. No es algo forzado, porque de esa manera la narradora puede mostrar a los personajes centrales (y a otros, secundarios pero no menores, como el capitán alemán Hertz), en distintos momentos de su vida, cambiando roles, tratando de adaptarse a las circunstancias, que mutan a cada instante y que en no pocas ocasiones colocan a los protagonistas al filo de la muerte.
La segunda parte de la historia transcurre en una, por entonces, consolidada Unión Soviética y en el corto período que va de 1963 a 1965, momentos en que a un determinado personaje se le confía que escriba una historia sobre Estonia, de acuerdo a las “necesidades” del poder comunista, trabajo que servirá también para ubicar a los enemigos que han sobrevivido al período de ocupación nazi.
Le interesa a Oksanen contar las anécdotas particulares de seres marcados por la historia general, la del país y de tiempos históricos precisos, en su gran mayoría trágicos. Juudit es la mujer que trata de sobrevivir y que busca, equivocándose, el amor. Roland es un idealista que lleva su lucha hasta los límites de la racionalidad. Edgar, que termina siendo el personaje más importante de la novela, es un ser acomodaticio que busca sacar partida favorable en todo momento y circunstancia.
Entre la ficción y la realidad
El Edgar de la ficción se basa en otro Edgar, de apellido Meos, que llegó a inventarse varias vidas, al punto de haber concebido un pasado de aviador exitoso cuando en realidad nunca voló en su vida. Meos llegó a estar a las órdenes de cinco servicios de espionaje diferentes, tanto alemanes como soviéticos, y aunque resulte casi inverosímil afirmarlo, sobrevivió a todo y a todos.
Oksanen, según le contó a Winston Manrique Sabogal de “El País”, para elaborar su historia se basó “en documentos y pruebas” de aquella época, buscando “deconstruir” la voz oficial.
La narradora ha insistido en que la Juudit de su novela es simbólica, puesto que con ella quiere representar a la Judith bíblica que mató a Holofernes y a través de ese mismo personaje simbolizar a todas las mujeres que han resistido las vejaciones masculinas. Lo cierto es que en la novela Juudit padece múltiples vicisitudes, pero no termina sesgando la cabeza de ningún jefe enemigo. Ya consideremos esto en forma alegórica o literal. Si hay una victoria en ella resulta casi pírrica, porque si bien deja una determinada herencia, por cuestiones particulares no puede disfrutarla de manera alguna.
Es notable la reconstrucción histórica practicada por Oksanen, pero la misma fragmentación de la novela conspira contra su fluidez y, a veces, hasta su comprensión. Más allá de eso, le ha importado a la narradora contar cómo cambió “el corazón” de Estonia: “Ahora el núcleo de su identidad es la añoranza por la libertad, tras siglos de pasar de mano en mano”.