"El escritor tiene que ofrecer la resistencia del pensamiento"
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- Marina Cavaletti
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Canela es, sin duda, una referente ineludible del periodismo cultural, con una biografía que combina días de radio con canales de TV universitarios, libros para chicos y adolescentes con poesía para adultos. Ella se lanzo al ruedo con una novela “de largo aliento”. Entre las páginas de “En brazos del enemigo”, Canela describe ese universo de Lucía, una joven destinada al arte.
En diálogo con El Tribuno, la conductora de Colectivo Imaginario habla de su pasión por la lectura y los vacíos espirituales de la época actual.
Su último libro aborda la novela para adultos, un género al cual no está acostumbrada. En realidad, yo escribí cuentos para adultos, escribí tres libros de poemas para adultos y unos ensayos en colaboración. No es que no esté acostumbrada en un sentido absoluto. Lo que no tenía como práctica era la escritura de una novela de largo aliento, eso sí que es nuevo. Además, yo no hago una distinción tan neta entre la literatura para jóvenes, para niños y para adultos. La escritura es siempre la misma: es contar, tratar de explicar, de contagiar aquellas cosas que tenés adentro, sobre todo de contar, contar historias. Ahora, la novela implica un empeño muy grande. Me llevó muchos años y no fue una propuesta a priori. No dije “ahora me voy a sentar y voy a escribir una novela para adultos”. Surgió, seguí ese impulso y salió la novela, con muchos años de trabajo. Muchos años en el sentido de que es un argumento que tiene sus complejidades: hay muchos personajes, muchas historias dentro de la historia. Me dejé llevar y trabajé con eso.
En el primer capítulo del libro aparece otro libro citado, la situación de lectura como una constante de relevancia. ¿Qué la llevó a incluir la práctica de la lectura, los libros como objeto de valor en sí, desde el inicio de la historia? Los libros son una de mis costillas. Si no leyera, no sería la que soy. No es la única referencia a los libros que tiene la novela: está Milan Kundera, Pessoa y otros. Como si los libros habilitaran la novela también y además aparecen con mucha frecuencia las anotaciones que el personaje hace de fragmentos de historiadores del arte, de artistas que han hecho sus comentarios sobre el arte. Ella los va anotando, va copiando material que también integra el libro.
¿En qué cuestiones te acercás y en cuáles te diferenciás de Lucía? No es un libro autobiográfico, en absoluto. Lucía es una chica más bien solitaria. Yo tengo una familia de la que estoy rodeada siempre, desde muy pequeña. Tengo diez hermanos. Sí, por supuesto hay puntos de contacto respecto de que a mí me encanta el mundo de las artes plásticas, la fotografía, el cine. Soy más que nada lectora, pero todo lo que tiene que ver con el arte me gusta y creo que, de alguna manera marca el signo de cada época. El arte es el emergente de cada época, es lo que no queda de cada época. Se dijo en algún momento que el arte saca los trapitos al sol de la humanidad. Porque, de algún modo, lo que queda de cada época es la forma en que los artistas se expresaron y para mí eso es un indicio importante, aún de nuestro tiempo contemporáneo. Lucía es una artista contemporánea, así que da fe de esto que yo cuento, pero no es autobiográfico. Lejos de lo biográfico, hay cuestiones autorreferenciales que emergen en la literatura. Seguro. Uno escribe solo acerca de lo que sabe. Y lo que sabe está en uno. Y opina acerca de lo que sabe, aunque a veces los personajes entre sí opinan cosas distintas. Uno también tiene contradicciones internas que expresa a través de los personajes.
Con su voz cálida y su sonrisa inconfundible, Canela reflexiona ahora sobre el panorama latinoamericano de la poesía, un género que parece estar en los márgenes de la industria editorial. Al respecto, comentó: “Creo que el lugar de los poetas ha cambiado. Antes eran un referente cultural ineludible. No había acto público en el que un poeta nos dijese algo memorable para la historia”. Estamos hablando de los tiempos de Alfonsina (Storni), de (Federico) García Lorca, cuando el poeta era aquel que representaba la quintaesencia de lo espiritual. Hoy ese lugar está ocupado por otras expresiones: el cine, las artes plásticas, otro tipo de expresiones que son poéticas, lo que pasa es que no se nutren de las palabras. La poesía siempre existe. Creo que en el libro está mi naturaleza como poeta, porque no lo puedo eludir. Es mi forma de expresarme hasta en lo cotidiano. No digo que sea bueno o malo, pero es así”. Hace una pausa y añade: “Es verdad que hoy los poetas no tienen posibilidades de editar fácilmente ni de vender sus libros. Esa sería una tarea interesante para que el Estado se ocupase de aquello que lo comercial no alcanza a incluir. Porque la industria del libro es una industria y la poesía se vende muy poco. No hay paciencia, tiempo ni calma para la poesía”.
¿Esa falta de tiempo tiene que ver con la época que estamos atravesando, signada por el consumismo y la aceleración? Sí, tiene que ver con eso que no nos permite, en primer lugar, mirarnos por dentro y, en segundo lugar, encontrarnos con aquellos que se miran por dentro. Creo que la poesía, la literatura tienen que ver con una transmisión que va más allá de las edades, de los tiempos. Y hoy se vive muy al día, se vive en el mundo del consumo. Antes se consumía poesía, pero era otro nivel de contacto con la humanidad que el otro te ofrece. Hoy el consumismo está más vinculado al consumismo y a la acumulación. El periodismo cultural del cual usted es referente, es hoy y en muchos casos un periodismo de farándula. Sí, hay un deslizamiento de todo hacia el espectáculo. Tanto la información como los diarios, todo tiende a la espectacularidad, al show. En ese sentido, creo que el escritor tiene que ofrecer la resistencia que merece el pensamiento. Creo que el trabajo del escritor es un trabajo de resistencia, el del poeta también. No contra aquello, si no para ofrecer otra oportunidad de conexión con lo semejante. Porque aquello es imparable, el tema del consumo, la farandulización, la publicidad, es imparable. Entonces en el ámbito de la educación, de la formación hay que ofrecer e incluir aspectos que nos permitan defendernos de este mundo que nos deja a veces vacíos.
¿Qué deberíamos repensar como sociedad para tender a una vida más espiritual, más profunda? Lucía, el personaje del libro, es un ejemplo. Porque no tiene una educación ni libresca ni específicamente cultural, en el sentido de que no va a colegios especiales ni hace talleres especiales. Pero toda ella, que tiene una tendencia a lo espiritual, a lo pequeño, a lo profundo, va buscando su camino. Y lo encuentra. Es un problema personal, es una responsabilidad de cada uno con la propia vida, ver qué clase de vida querés vivir y no dejar que te arrollen. Yo tenía que elegir entre mirar películas y leer. Elegí leer, porque no había ninguna película que estuviese a la altura de los libros que podía leer. Y me tomo de ejemplo no porque mi vida sea ejemplar, sino simplemente porque me gusta elegir, me gusta sentirme libre. Y Lucía es muy libre. Usted nació en Italia, un país con una tradición literaria y cultural enorme.
¿Con qué autores comenzó su enamoramiento con los libros? En la escuela leíamos a Edmundo de Amicis, ya sabíamos quién era Dante. Si nos portábamos bien, nos leían diariamente, la última media hora era de lectura. Dicen, los que leen mi poesía, que estoy cerca de algunos poetas italianos, sin haberlos leído quizá o habiéndolos leído muy poco. Como si hubiese algo de mi naturaleza que tiende a esos mismos compatriotas que quedaron allá. Eso me da placer. Pero yo debo mi formación intelectual y todo lo que tengo y sé, a la Argentina, que ha sido muy generosa y en la cual he tenido contactos educativos muy importantes. Yo empecé en el canal de la Universidad de Córdoba, con programas con un sentido educativo y estético muy fuerte. Sí me quedó muy grabada la belleza de Italia. He vuelto muchas veces y me asombra ver cómo los italianos han podido seguir construyendo y reconstruyendo una base tan hermosa: sus edificios, su ópera, sus artistas plásticos. Eso me quedó de la primera parte de mi educación y me siento feliz de tenerla.
Hablaba de una media hora de lectura como premio, ¿qué debemos repensar para lograrlo aquí? Se está haciendo mucho. Lo que pasa es que eso tiene que partir de la formación de los docentes. Creo que hay que revisar la formación de los docentes para que esto nazca del placer del docente por la lectura. El docente tiene que tener una buena biblioteca, una formación en literatura. A mí me preocupa ver que hay como un viraje de la educación hacia las cosas tecnológicas y menos espacio para el arte. Me aflige eso, me preocupa. Quisiera que eso se revisara profundamente
El perfil Canela (Gigliola Zecchin) es escritora y periodista cultural. Nació en Vicenza, Italia, y en 1952 se trasladó con su familia a la Argentina, país en el que reside desde entonces. Estudió Castellano y Letras Modernas en Córdoba, donde inició su tarea como comunicadora. Es reconocida por su literatura para niños y jóvenes. Sus libros “Marisa que borra” y “La silla de Imaginar” fueron distinguidos por el White Ravens Internacional. Y por “La piedra de la paciencia” recibió el destacado de ALIJA. Además editó tres títulos de poesía para adultos: “Paese” (2000) “Arte Povera” (2004) e “In movimento” (2008). Este último resultó finalista del premio internacional Olga Orozco. Participó de los ensayos: “5 poetas italianos en traducción” y “La colección”. En esta editorial ha editado cuentos y encuentros con diez artistas argentinos. Sus relatos y poemas integran antologías de Argentina, Latinoamérica e Italia. En 2007 ha sido declarada personalidad destacada de la cultura por la Legislatura de Buenos Aires.