El escritor en su laberinto
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- Rogelio Demarchi
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El periodista y escritor Rodolfo Walsh, desaparecido en marzo de 1977, tras escribir su célebre Carta abierta de un escritor a la junta militar , nació en los primeros días de enero de 1927, en Choele Choel, Río Negro, donde su padre trabajaba como mayordomo de una estancia.
Para leerlo y recordarlo, hay varias alternativas. Una, sus Cuentos completos (Ediciones de la Flor, 2013), que se publicaron recientemente y por primera vez en Argentina, a 60 años de su primer libro, Variaciones en rojo , que ganó ?en 1953 el Premio Municipal de Literatura.
Otra, sus investigaciones periodísticas, que sentaron las bases de un género tan particular: la “narrativa de no ficción”, donde se cuenta un hecho traumático y real que algún poder trata de mantener impune: Operación masacre , Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo?
También hay lecturas que permiten comprender sus escritos y su vida. Eduardo Jozami, en Rodolfo Walsh. La palabra y la acción (Edhasa, 2013, reedición actualizada), va en ese sentido y contracorriente de quienes han intentado aproximarse a la producción walshiana pero desde ese final trágico, de militante revolucionario, integrado al peronismo de izquierda, en vez de advertir, como bien hace Jozami, que Walsh, a lo largo de su corta vida, es un sujeto en tránsito permanente.
Si se quiere, su camino habría comenzado en un nacionalismo que era bastante antidemocrático y fue interrumpido por la fuerza después de que había realizado fuertes críticas al montonerismo.
Entonces, el gran acierto de Jozami es reconstruir los distintos contextos que se vinculan con los diferentes momentos de su escritura. La atmósfera antiperonista pos 1945 se relaciona con sus cuentos policiales de la primera época, por ejemplo, porque ese género, “en su forma clásica, el llamado relato de enigma, tiene una distante relación con la política en la medida en que no cuestiona la sociedad ni sus instituciones como lo hará el policial negro”. Elección literaria, por cierto, que lo aproxima a Borges, cuya presencia en las ficciones de aquel Walsh, a modo de influencia, es calificada por Jozami como “estruendosa”: es tan fuerte que no puede pasarse por alto.
Lo sorprendente es que con los elementos básicos de ese policial –la confrontación de testigos, la clásica trampa para descubrir al delincuente y la interpretación de indicios materiales–, Walsh organiza la estructura de sus relatos de no ficción. Como apunta Jozami, en Operación masacre “la realidad irrumpe en el cerrado universo borgeano del policial de enigma donde no cabe identificarse con los victimarios ni las víctimas”. Dos potencias, parafraseando a Gatica, no se saludan, sino que se separan.
Y en cuentos como “Fotos” y “Cartas”, de mediados de la década de 1960, “el antiperonismo aparece como la ideología antipopular por excelencia, el modo como se expresa el rechazo pertinaz a las transformaciones sociales y culturales que se niegan a convalidar tanto la clase alta como buena parte de las clases medias”.
Por estas cosas, el trabajo de Jozami ayuda a demostrar, una vez más, que un escritor no produce en el vacío, sino en un medio social, y que su ideología casi nunca aparece dada de una vez y para siempre.
*Especial