Una sórdida realidad
- Periodista:
- Jack Keely
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Clonadores de tarjetas con Ray-Ban de 40 pesos, una banda de nazis que cría bulldogs, una chica que remonta la sodería familiar después de pagar juicios a la mitad de los empleados (dos de cuatro), son algunos de los personajes de este policial con olor a túnel de subterráneo y ladridos de perro del conurbano. El personaje central baja en el ascensor con un empleado de una funeraria y su padre muerto. No puede dejar de observar las correas gastadas y la camilla enclenque. Bocinazos y falta de aura sobran en este libro escrito como con un cuchillo. Al paisaje lo completan locales de baratijas y una funeraria con todos los sillones diferentes, como si una inundación los hubiera arrastrado hasta ahí. Es la Buenos Aires en la que el que no llora no mama y el que no afana es un gil.