Relatos que empiezan dos veces
- Periodista:
- Mario de los Santos
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El último libro de cuentos del escritor y poeta Jorge Consiglio se titula El otro lado y empieza dos veces. Empieza en la primera parte, en los seis relatos que componen "La posibilidad de la derrota"; vuelve a empezar en "La verdad de los otros", su segunda parte. Enlazadas por el mismo rigor formal y por la belleza de la frase, ambas partes son apuestas narrativas diferentes. La primera, más vinculada a los libros anteriores de Consiglio -los cuentos de Marrakech (1999), y dos novelas: El bien (2003) y Gramática de la sombra (2007)-, posa su mirada extrañada sobre las pequeñas historias de hombres y mujeres sin grandes historias. Como en las biografías infames de Jorge Luis Borges, las vidas de estos personajes grises, anónimos, que sin ser marginales transitan por los márgenes de la ciudad -y por eso hay, en estos cuentos, andenes, estaciones de micros, pensiones baratas- se reducen a dos o tres escenas que, captadas por la mirada de los otros, se convierten en relato. Con las palabras de los otros -que son el verdadero infierno, como dice el narrador de "La voz del interior" parafraseando a Sartre, pero sin citarlo-, y bajo la mirada de los otros, los narradores de estas historias, sean protagonistas o testigos, registran de un mundo vaciado de armonía social, donde predominan las delaciones, el miedo, la venganza, el crimen, la traición. La violencia salpica entonces las paredes de los espacios en que transcurren estas tramas, espacios urbanos fracturados cuyos referentes pueden ser Buenos Aires, La Plata, Montevideo. Poco importa: estos personajes son, sobre todo, desarraigados, y están siempre de paso.
En la segunda parte de El otro lado , Consiglio suelta la mano en tramas más laxas, cuyos finales abiertos e imprevisibles se diferencian notablemente de los finales de efecto que cierran los cuentos de la primera parte. Son cuatro relatos extraordinarios, en los cuales se expande narrativamente una frase, dicha casi al pasar, en un cuento de la primera parte: "Recordé un dicho de mi madre en el que se confundía enfermedad con violencia". Y en efecto, en esta segunda parte la representación de la violencia abandona los escenarios urbanos para internarse en habitaciones cerradas en las que la enfermedad violenta tanto los cuerpos de los enfermos como los vínculos familiares. En "El regreso", un hijo vuelve a su pueblo de infancia para cuidar a su madre, "una mujer de setenta y tres años que desde hace siete meses vive sólo para su memoria", y ocupa sus horas en espiar a la vecina que recientemente se mudó a la casa de al lado; en "La virtud", es una hija la que atiende, casi servil, a su madre yacente en la cama, pero pendiente de los movimientos de la vecina del departamento de enfrente; en "El teatro ajeno", un hemipléjico, que depende de su mujer para realizar acciones mínimas, pasa sus tardes escuchando lo que sucede en el departamento vecino. Son, entonces, tres historias que, al reescribir el comienzo de La vida breve de Juan Carlos Onetti, reflexionan sobre el deterioro de los cuerpos, la vejez y el desamparo, pero también sobre el poder de la ficción como respuesta al desasosiego y la desesperanza.