Los dos lados
- Periodista:
- Pablo Grancharoff
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El muro comienza con una falla que lo debilita, que pone en duda su solidez, que reabre la discusión acerca de su existencia. Una barrera de ladrillos divide en dos el territorio de Villa Quimey. La gran pared instaura dos sociedades: los del oeste y los del este; de una lado, han quedado los que pueden, los que tienen, los que temen; del otro, los excluidos. Cuando dos de ellos cruzan la frontera y asaltan la casa de Orestes Maggioranza, un jubilado al que le ha tocado la suerte de vivir en el lado del privilegio, el muero comienza a exhibir su verdadera trama: sus “accidente”, la historia de quienes los cruzan y la de aquellos a quienes contiene.
La novela de Maristella Svampa (Allen, Rio Negro, 1961) tiene más de una protagonista. Sandra es la hija de Orestes Maggioranza; la falla en el sistema de seguridad la pone en estado de alerta; teme por su padre, siente que si edad, su viudez y su soledad lo vuelven vulnerable. También teme que la experiencia del robo lo haya traumatizado. Santiago, el hijo de Sandra, será el encargado de acompañar a su abuelo. Pero él tendrá su propia historia: la de un adolescente cuya conciencia crítica comienza a despertarse y posa su mirada sobre el sospechoso accionar de la policía. La relación con uno de sus profesores, el excéntrico Ringel, le permitirá avanzar sobre algunas intuiciones y lo pondrá en contacto con Ailén, la joven mestiza que, respondiendo a la definición lukacsiana de la novela, será el héroe que viaje de un mundo a otro. Nacida en el Alto, en la zona este de la ciudad, se cruzará con la oportunidad- y el dilema- de atravesar el muro e instalarse entre los otros. Las mellizas Acevedo la contrataran como camarera de su elegante restaurante y le harán un lugar en su casa. Ellas son las herederas de la utopía hippie fundada por peregrinos porteños, “cuando el lado este de la localidad todavía no era visto como un campamento de refugiados y el lado oeste empezaba a ser considerado como una suerte de consultado europeo de posguerra”.
Simétricamente, del lado este –porque el nombre contiene este punto cardinal y su opuesto- habrá otro Orestes, el que padecerá otra frontera por haber nacido en chile, del otro lado del gran muro, el natural, la Cordillera de los Andes. Su historia es la historia de lo que ocurre en el Alto, donde los habitantes pelean por la tierra. Una porción de espacio donde levantar un hogar, una parte del territorio que perteneció a muchos de ellos, los mapuches y sus descendientes. Las ocupaciones traen represión, detenciones y gatillo fácil. Del otro lado del privilegio, la legalidad se fragiliza. El lado este se extiende más allá de esa zanja de Alsina invertida que aprovecha su altura y su materialidad para invisibilidad. “Antes lo milicos amenazaban con arrojarlo a uno de cabeza al lago; estos que vinieron después lo mandan a uno al otro lado del muro”, reflexiona el Orestes chilena.
El muro está inspirada en la revuelta popular de Bariloche en Junio de 2010, motivada por la muerte de un joven de 15 años, a manos de la policía. Sus páginas reflexionan sobre los muros como máquinas de exclusión; sobre los diferentes cercos que instauran enclaves y marginalizan a una porción de la sociedad. Fronteras cuya materialidad de piedra, cemento o alambre escenifican una fantasía de seguridad que acentual las diferencias económicas y que muchas veces se ve vulnerada por aquellos que deberían sostenerla. Desde esta perspectiva, que forma parte de la reflexión sociológica de Svampa, la novela presenta un universo sometido al esquema binario, puntos de encuentro y muy pocas zonas grises.