Laura Alcoba: "El libro se convirtió en motor de otras memorias"
- Periodista:
- Selma Wassermann
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Laura Alcoba no tenía en sus planes volver a La Plata. Jamás imaginó que regresaría a la casa de la infancia. Menos aún, que esa experiencia se convertiría en el centro de su primera novela. El regreso fue en 2003 y no lo encaró sola. “Lo viví como un viaje en el tiempo, muy extraño y doloroso. Me acompañó Chicha Mariani, no hubiese podido hacerlo sola. Al encontrarme de nuevo en la casa, encontré los gestos de aquellos tiempos. Fue algo que sorprendió tanto a Chicha como a las personas que se encontraban en ese momento a cargo de la casa. Entré al embute como solía hacerlo de niña, de una manera que no era la de los demás, por la apertura de aquel entonces, a pesar de que todo estuviese roto alrededor, de que se pudiese entrar por los costados. Pero era como si yo no viese las aperturas laterales que no existían cuando yo era niña”, dijo Laura Alcoba a Infojus Noticias desde París, donde vive desde los diez años. Sus padres, militantes. la anotaron como si hubiera nacido en La Plata, pero nació en Cuba en 1968. En Francia, se licenció en Letras en el Ecole Normale Supérieure y además de escritora es traductora de teatro.
La casa está en la calle 30, es la N° 1134, entre 55 y 56. Allí vivían Diana Teruggi, Daniel Mariani y su beba de 3 meses, Clara Anahí. En los ´70 allí se imprimía el diario “Evita Montonera”. El 24 de noviembre de 1976 sufrió un ataque implacable de la dictadura militar. Un megaoperativo con cientos de efectivos del Ejército y la Policía Bonaerense arrasó la casa en más de tres horas. Todas las personas adultas que estaban allí fueron asesinadas: Diana Teruggi, Roberto Porfidio, Daniel Mendiburu Eliçabe, Juan Carlos Peiris y Alberto Bossio. Clara Anahí Mariani, hija de Diana Teruggi y Daniel Mariani, fue secuestrada y apropiada. Desde ese día la madre de Daniel -asesinado en agosto de 1977-, “Chicha” Mariani, comenzó una incesante lucha que la llevó a fundar Abuelas de Plaza de Mayo.
En “La casa de los conejos” (2008) una niña –el alter ego de Laura Alcoba- cuenta cómo fue vivir en la clandestinidad con sus padres, militantes de Montoneros. Es una niña que, por momentos, está desconcertada por los acontecimientos y, por otros, resuelve situaciones con lucidez. Cuando retornó a la casa, en 2003, Laura sintió que se había puesto en la piel de esa niña. “Me movía por ahí como antes del ataque, como antes de que fuera todo ruinas. Lloré mucho, fue algo muy difícil encontrarme en esa casa que para mí era la de antes y que al mismo tiempo hablaba de lo que allí había ocurrido, esa casa herida, dolida. Me hicieron muchas preguntas, tanto Chicha como las personas que se ocupaban de la casa. Preguntas sobre la vida allí, sobre la imprenta, sobre el sitio en que se encontraban las cosas. Era la primera vez que una persona que había vivido en la casa se encontraba de nuevo en ese lugar”, confió la autora de otras novelas como “Jardín blanco” (2010) y “Los pasajeros del Anna C.” (2012).
La niña-narradora, según Alcoba, “surgió” en el curso de la escritura. “Había empezado a escribir con la idea de una alternancia de voces: una voz adulta alternando constantemente con la voz infantil, teniendo cada una el mismo espacio en la narración. Lo intenté en mi primer borrador. Pero pronto me di cuenta de que la voz infantil era más fuerte que la voz adulta. Al releerme, tenía la impresión de que la voz adulta no tenía el mismo impacto. La voz infantil iba más lejos, tocaba algo que sentía más profundo. Por lo que decidí dejar la voz adulta sólo al principio y al final de la novela para darle casi la totalidad del espacio a la niña. De cierto modo, fue desde el texto en construcción de donde la voz infantil reclamó ese lugar”, enfatizó.
"Contarlo tal vez haya sido una manera de superarlo"
“La casa de los conejos” no es la única ficción sobre los´70 que reconstruye una trama desde el punto de vista de la infancia. A Laura Alcoba le gustó “Una muchacha muy bella” (2013) de Julián López, que relata los momentos vividos entre madre e hijo antes del secuestro de ella. Aparecen escenas de intensa intimidad detalles reveladores: revolotear en su pollera, jugar al dígalo con mímica, comer chocolates “Jack” y chupetines “Topolinos”, pasear por el Jardín Botánico. En “La casa de los conejos”, hay una cotidianidad semejante entre la niña y su entorno, aunque el registro es diferente: mientras que Alcoba construyó un relato que vivió en carne propia, en López no había un disparador autobiográfico. Así lo explicó la escritora: “Lo autobiográfico fue un punto de partida, pero no quise contar mi historia sino utilizar eso que me había pasado para transformarlo en una historia, no ya no la mía sino la de la niña que toma la palabra. Para mí, individualmente, lo difícil fue escapar a esa bipartición que crea la clandestinidad, liberarme de ella. Contarlo, abordarlo en mi escritura, tal vez haya sido una manera de superarlo, de intentarlo al menos”.
Hija de militantes de la izquierda peronista, no participó en ninguno de los juicios de lesa humanidad donde estuvieron sus padres, aunque los siguió a la distancia. La desaparición de Clara Anahí Mariana sigue conmoviéndola. “Cada vez que voy a la Argentina, me encuentro con Chicha Mariani para hablar con ella del avance de su búsqueda. Es una persona excepcional, su constancia es ejemplar”, confesó.