¿Qué nos hace humanos?
- Periodista:
- Margara Averbach
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El ensayo es un género reflexivo y ecléctico, que cada escritor adapta a sus propios objetivos. Siri Hustvedt lo explica con claridad en sus “Notas de la autora”, escritas después de releer los ensayos…, es decir a posteriori, como escribo yo esta crítica. En esas Notas, defiende y justifica el uso de la primera persona y por esa razón, yo la uso en esta reseña.
La colección está dedicada a la pregunta “¿qué nos hace humanos?”. Para responderla, Hustvedt adopta un enfoque multidisciplinario que, según dice, proviene del hecho de que no pasó por la mirada restrictiva de las academias. De todos modos, recurre sobre todo a fuentes de la psicología, la neurociencia, siempre estudios sobre percepción, memoria, emoción y lenguaje. Hay textos más orales (conferencias) y otros más claramente escritos y el público al que se dirige es muy general a veces y otras, más profesional y específico (sobre todo en la sección “Mirar”).
La división en tres partes –“Vivir”, con textos en los que pesa más la anécdota personal; “Pensar”, sobre temáticas más generales y filosóficas; y “Mirar”, alrededor de lo visual— es una guía bien construida pero, en el fondo, algo arbitraria. “Mirar” es claramente una unidad pero las dos primeras podrían ser una sola o varias más. Esa resistencia a la clasificación está en línea con el pensamiento de Hustvedt, que rechaza la fragmentación y el binarismo típicos de Occidente.
El pensamiento de la autora estadounidense es complejo, capaz de partir de reacciones personales (“esto me irritó”, “aquello me conmocionó”) y llegar a análisis generales sobre el pensamiento humano, y entre esos dos extremos, apelar tanto a anécdotas personales como a fuentes eruditas (Sontag, Baudrillard, Freud).
Hustvedt desafía el pensamiento postestructuralista según el cual la realidad ha dejado de existir, reemplazada por el simulacro de la imagen. Al contrario, afirma que esa idea es resultado del placer intelectual de llevar un razonamiento hasta las últimas consecuencias, un ejercicio “excesivo”, alarmista y “divertido” pero solamente eso. “Sigue habiendo una diferencia entre la vida que vivimos y las imágenes mecánicas de esa vida que vivimos”, dice. La recepción positiva o negativa de esta base filosófica está relacionada, claro, con las convicciones de cada lector: a mí, el párrafo en que ella declara que tiene en la “la realidad de mi mundo sensorial inmediato” una fe “que no tengo cuando veo una película o miro una imagen en Internet” me llena de admiración y alegría.
De pie sobre ese “sentido de la realidad”, Hustvedt provoca a sus lectores, les pide siempre que se reconozcan en las operaciones mentales que describe. Y como se trata de operaciones humanas, universales, la mayoría de los ensayos se comunica muy bien con casi todo el mundo para transmitir un programa completo: la necesidad de rescatar a la emoción y los sentimientos en cualquier análisis, de ponerlos a la misma altura que lo racional. Tal vez, ese programa es el lugar en el que Hustvedt se muestra más abiertamente como mujer aunque no toque muchas veces el tema del género.