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Descubriendo a James Salter

Periodista:
Pablo Chacón
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Su extraña popularidad actual quizá tenga más que ver con la reivindicación de esas historias `pequeñas`, familiares a su modo, alejadas de la histeria hipster que tanto rejuveneció a la patria de Doris Day y de Rock Hudson, pero que en sus novelas y cuentos resuenan con un eco de calma, silencio y un estoicismo nada estetizante.

Es cierto, como escribe su colega español Antonio Muñoz Molina, que Salter “corta el aliento desde el principio y en la última página depara una descarga eléctrica”, pero también que en sus historias, siempre a punto que quebrar el hielo de la supuesta normalidad, existe, en la misma dosis, la violencia y la paz. Y el paisaje ajeno a cualquier panteísmo.

“corta el aliento desde el principio y en la última página depara una descarga eléctrica”
Antonio Muñoz MolinaLa casa Salamandra está reeditando en la Argentina todos sus libros (todavía no se ha visto su autobiografía, Quemar los días), aunque todas sus piezas son fragmentos autobiográficos, un estilo que se desplaza, sale de cuadro y se reubica, al menos desde sus memorias como piloto de avión, de muy joven, durante la guerra.

Anochecer es un libro extraordinario, quizá hipnótico, intimidante para quien quiera escribir supuestas verdades vividas. “Terminé de leerlo y volví al principio, a las primeras líneas de transparencia engañosa”, dice Muñoz Molina.

Y agrega: “En esas pocas páginas, en una trama simple que se desliza  hacia lo vergonzoso y lo atroz, Salter trata de frente a la muerte, el deseo y la traición”, como si fueran los únicos temas, si es que hay otros temas.

“Todo está contado en frases cortas, precisas, con pocos adverbios y menos adjetivos, como si el informe de su vida requiriese un tono oficial, impersonal (…) Esto permite irrumpir de vez en cuando con una imagen o una idea apasionadamente sentimental, que sorprende en esa prosa lisa, severa”, informa Alberto Manguel sobre su autobiografía.

Escritor de pocos libros, inolvidables, sigilosos, limpios como las piedras que lava el mar: Años luz, Juego y distracción (su canto de amor a Francia e Italia), En solitario y La última noche, y unas pocas entrevistas donde las aguas del lago a la vista no se mueven ni con las palabras.

Bienvenido, Salter. “Es él, el narrador, quien cambia, envejece, se acerca a la muerte, mientras que el otro, el recordado, sigue teniendo seis, doce, veinte, treinta años. Entonces creemos adivinar el propósito de esta larga respuesta a la pregunta de la oruga: quemando los días, renace de las ascuas el recuerdo incandescente que resume al personaje: `Un gran deseo de seguir viviendo`, lee Manguel, afectado, como lector y escritor.