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Richard Ford, una novela de vida

Periodista:
Silvia Hopenhayn
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Algo hay que saber de la felicidad y de la muerte para escribir una novela como Canadá (Anagrama). Y por supuesto, hay que tener los recursos literarios que sustenten las quinientas páginas. Su autor, Richard Ford, a menudo emparentado con Hemingway o Faulkner, cobra aquí un vuelo literario distinto, audazmente afectivo. La historia comienza con una incongruencia. Ocurre lo impensable en el seno de una familia organizada y aparentemente dichosa. Algo que vuelve a seres queridos y próximos unos auténticos desconocidos. En este caso, se trata de los padres de Dell Parsons, el protagonista, y de su hermana melliza Berner. Luego de presentados los personajes con la sutileza de rasgos propia de Richard Ford (madre: "Una mujer menuda, introvertida y tímida, apartada de la gente, guapa tan sólo cuando sonreía e ingeniosa sólo cuando se sentía completamente a gusto"; padre: "De hombros fuertes, hablador, divertido, percibía que su esposa tenía una mente más sutil que la de él, y que sin embargo él era capaz de complacerla, lo cual le hacía feliz"), ocurre el acto imprevisto: la pareja asalta un banco y terminan encarcelados. Los mellizos quedan solos en la casa, absortos y endebles. Así describe el hijo-narrador semejante acontecimiento: "Un puto desastre, sobre el que todo fue amontonándose después".

Dell comienza el aprendizaje del desastre, convirtiéndose en testigo de otros golpes, hasta que consigue construirse una vida yéndose de los Estados Unidos -tierra de "relaciones familiares elípticas"-, y asentándose en Canadá, quizá por el "inevitable desplazamiento hacia el Norte de todas las cosas". Su hermana melliza, luego de una incestuosa y emotiva despedida, se pierde en los márgenes de la sociedad (y de la novela). "Sólo se gustaba a sí misma fuera de la vida convencional", arguye su hermano benefactor.

Las quinientas páginas sirven de colchón para caer en un desenlace que aproxima la novela a los mejores momentos de Kurt Vonnegut (Payasadas) o John Irving (Hotel New Hampshire), es decir, al tono ácido y emotivo que alcanza la mejor narrativa estadounidense. El malentendido como fundamento de los lazos familiares y el eterno retorno de hermanos que nunca pierden la esperanza de conocerse realmente.

Dell comprende que ha construido una felicidad condicionada a la desaparición de ciertos hechos y personas y que si éstos retornan, empezaría "a sentir que mi vida entera no sólo estaba amenazada sino en peligro de no haber sido vivida nunca". ¡Vaya frase de recapitulación! ¿Qué es vivir la vida? ¿El miedo a la muerte no debería revertirse por una mirada hacia atrás en busca del concepto de una vida? Eso es lo que enseña Dell a sus alumnos de literatura: el concepto de una vida que se puede encontrar en una novela. Como el que encontramos en esta última entrega de Richard Ford.