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"¿Por qué prohibieron el circo?", de Mempo Giardinelli. En un territorio feroz

Periodista:
Carlos Roberto Morán
Publicada en:
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Caminando lentamente, con la mochila al hombro y una valija en la mano, Toño, el nuevo maestro, llega a Colonia Perdida, un pueblo de escasos habitantes ubicado en el norte chaqueño, en el que la soledad, el abandono y el intenso calor andan de la mano y no dan respiro.
De esa manera comienza la primera novela del argentino Mempo Giardinelli, hasta el presente desconocida por sus connacionales, aunque tuvo ediciones en el exterior. El autor de “Luna caliente” la ha exhumado a instancias de su editor, pero también para reconciliarse con su personal pasado literario. Y además, agrego, para superar una injusticia.
Y esto es así porque la primera edición de “¿Por qué prohibieron el circo?”, fue quemada junto con otros muchos libros de la Editorial Losada por decisión de la terrible primera junta militar de la dictadura que se entronizó en la Argentina en 1976. Al enterarse de la noticia, Giardinelli se vio obligado al exilio junto con su familia (esposa y dos pequeñas hijas), superando no pocas dificultades.
“¿Por qué prohibieron el circo?” habla de postergaciones, injusticias profundas, acontecimientos sociales que desembocarán en cruentos enfrentamientos y, también, en paralelo, de la historia personal del maestro Toño quien, se advierte en contratapa, “no es una alma bella” y que está empecinado en encontrarse a sí mismo. Y en comprender el propio sentido de la existencia.
En El Impenetrable

Cerca de cuatro millones de hectáreas abarca el denominado “Impenetrable” chaqueño (foto). Primordialmente ubicado en el norte de la provincia argentina de Chaco, se extiende también en partes de las provincias de Formosa, Salta y Santiago del Estero. Se caracteriza por su tupida y agreste vegetación, muy difícil de atravesar.
En El Impenetrable es donde más se evidencia el subdesarrollo y es allí donde Giardinelli hace transcurrir su historia. Es cierto que ha pasado agua bajo el puente desde que escribiera la novela basada –según señala el autor- en hechos reales, pero las desigualdades subsisten. Como también existen los seres humanos valerosos que se muestran solidarios con los demás.
A poco llegar a la colonia, Toño no puede menos que advertir las marcadas diferencias sociales (especialmente con las comunidades aborígenes de origen toba o qom) y también el clima de extrema hostilidad que se percibe. El lector toma buena cuenta de ello porque, al momento de verlo pasar por primera vez y sin conocerlo, el farmacéutico del pueblo aferra un arma y apunta al maestro. “Si entra lo mato”, se dice.
Es una especie de locura que ha tomado a todas las criaturas del pueblo, algunas feroces, como el intendente Marcelo Grande, el administrador Luján, el comisionado (del establecimiento productor de algodón) Pérez, y otros acomodaticios, como los comerciantes Floro Maderal y Nicomedes Gold. Del otro lado aparecerán los “resistentes”, especialmente el paraguayo Rojo, que se confiesa comunista. A ellos hay que sumar a los “brigadas”, mercenarios que custodian tanto el obraje como el algodonal y que “vigilan” el pueblo manu militari y al margen de cualquier ley.
La oralidad

Giardinelli ha trabajado mucho la oralidad en este relato. Vecinos e indígenas (foto) hablan “mal”, en cuanto a lo gramaticalmente correcto. Pero la historia se ve así enriquecida, porque con esa habla nos está contando sobre carencias, choques culturales, marginación extrema. Quizás hoy sea una técnica cuestionada, pero su valor sigue siendo insoslayable.
La que podemos llamar “historia central”, es decir cuanto acontece en Colonia Perdida, una sucesión de hechos de violencia, de iracundia, de ausencia total de cordura (y que terminará de la peor manera) resulta convincente. No me ha pasado lo mismo con la vida “anterior” de Toño, narrada con diversas voces, que sirve claro está para conocer más sobre este personaje contradictorio, pero que no termina de enriquecer al conjunto.
Giardinelli, dialogando con Fernando Bogado, de Página 12, aclara que en la novela “no hay ajuste de nada”, respecto de lo que ocurría en los ’70 del siglo pasado en la Argentina. “Todo eso son datos que uno puede interpretar en un texto periodístico, en un ensayo, pero en literatura no, para mí eso está prohibido; cualquier ajuste de cuentas de la realidad político-social aplicada a la literatura, la liquida”. Me parece una reflexión acertada.
En el relato es la muerte la que está ahí, omnipresente. Y es la muerte, no porque la deseara, sino porque parece que inexorablemente lo está aguardando, la que termina de quitarle la última “venda” de la comprensión a Toño: “Comprendió que la vida se componía del montaje de las paradojas y que a él le había correspondido una muy peculiar: la de acercarse al entendimiento, a la salida del laberinto, justo en el momento en que la muerte era más palpable, más precisa y obvia”.