Crimea: del zar Nicolás I a Putin
- Periodista:
- Andrés Hax
- Publicada en:
- Fecha de la publicación:
- País de la publicación:
Hasta hace tres semanas, ubicar Crimea en el mapa era una tarea que merecía conocimientos extras en Geografía. Hoy el nombre de esa península en conflicto, ubicada en el norte del Mar Negro, aparece en los titulares de los diarios y en los zócalos de los noticieros de TV. La disputa por Crimea –flamante ex provincia de Ucrania que, desde el lunes pasado, aspira a ser territorio bajo soberanía rusa– está en la mira de la comunidad internacional. Es allí donde los especialistas huelen la presencia del fantasma de la Guerra Fría recorriendo el mundo. ¿Cómo llegamos a esta situación? El historiador británico Orlando Figes lo explica desde Londres en esta entrevista con Ñ.
El 21 de noviembre del año 2013 el entonces presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, anunció que su gobierno abandonaría los planes de fortalecer lazos con la Unión Europea y, al contrario, reafirmaría los vínculos con Rusia. Inmediatamente, comenzaron las protestas por segmentos de la población quienes deseaban una Ucrania parte de Europa y que acusaban a Yanukovich de corrupto. A partir de diciembre, la plaza central de Kiev, Maidan, se convierte en un lugar de lucha popular. Putin, atento a los disturbios, y preocupado entre otras cosas de que la fiebre traspasara eventualmente a Moscú, empieza a intervenir en la politica ucraniana, entre otras cosas, comprando 15 mil millones de bonos de ese pais. Durante el mes de febrero la violencia en Maidan continua; centenares de manifestantes mueren en confrontaciones con la policía, pero logran –con un plan apoyado por la Unión Europea– sacar a Yanukovich de la presidencia e instalar un gobierno provisional.
A principios de marzo, Putin ocupa Crimea con tropas rusas. El domingo 16, en un plebiscito casi unánime, la población de Crimea vota reincorporarse a Rusia. Hace solo 60 años Nikita Kruschev, tras una breve (y algunos dicen ebria) deliberación le había regalado la península (cuya mayoría de la población es rusa parlante) a Ucrania. Por lo tanto, esta anexión de la semana pasada fue celebrada en Rusia hasta por Mikhail Gorbachov, quien es crítico de Putin. EE.UU. y la Unión Europea, por su lado, dicen que se violaron derechos internacionales. Aunque le han impuesto sanciones económicas y diplomáticas, Rusia parece ser el más poderoso en este conflicto.
Crimea es una enorme parte de la historia rusa. Entre 1853 y 1856 ocurrió allí la primera gran guerra industrial, mecanizada en la cual viejas costumbres caballerescas chocaron con nuevas tecnologías, según explica Figes. Fue la primera guerra en la cual existía el telégrafo y la fotografía. Allí también luchó León Tolstoi, quien usó su experiencia como base para su novela La guerra y la paz . Entre los hitos de la guerra fue el Sitio de Sebastopol, que duró 11 meses y que, aunque en el final fue vencido el imperio ruso, se mantiene en la imaginación como un triunfo moral y un ejemplo eterno de la valentía y resistencia del soldado ruso.
Todo esto se relaciona con lo que está ocurriendo en estos días. Por eso leer el libro de Figes: Crimea, la primera gran guerra (Edhasa) es un ejercicio para apreciar cómo la historia opera directamente en los sucesos políticos contemporáneos. Figes nos explicó esta semana –por teléfono, desde su oficina en Birbeck College de la Universidad de Londres, donde es profesor de historia europea y rusa– que: “en Crimea hubo un choque entre el cristianismo ruso, el mundo bizantino y sus legados, y el mundo musulmán. Eso, combinado con la cruzada de los poderes occidentales en contra de Rusia, la rusofobia de los británicos y los franceses a mediados del siglo XIX, era muy similar a la rusofobia que vimos en la Guerra Fría y que creo que aún estamos viendo hoy. Es un momento histórico muy interesante en el cual se desarrolla, en gran parte, la construcción del mundo moderno. Muchas de las fisuras sobre las cuales vivimos hoy ya estaban allí.”
–¿El voto del plebiscito en Crimea fue constitucional?
–Según la constitución ucraniana el voto del referendo fue inconstitucional. Eso está claro. El problema es que según la mirada rusa todo está en juego porque no hay un gobierno legítimo en Ucrania... Mi punto de vista personal es que el referendo no tiene un nivel de validez como para tener una aprobación internacional. Fue llevado a cabo con una gran presencia militar intimidante para los que podrían haber estado en desacuerdo. Además, las mismas preguntas del referendo estuvieron claramente sesgadas hacia el resultado de reintegrarse con Rusia. No se le preguntó a la población de Ucrania si querían mantenerse en su situación actual. Eso socava cualquier reclamo legítimo que podría llegar a hacerse para establecer un reclamo válido en un contexto internacional. Pero nuevamente, los rusos dirían –y lo hacen continuamente en su propaganda: ¿y qué pasa con Kosovo? ¿y Sudán del Sur? Es una pregunta legítima. Hay otras instancias en las cuales Occidente ha respaldado movimientos de disidencia apoyado por un referendo que en algún punto tienen paralelos con la situación en Crimea. Por lo tanto, en algún sentido, la pregunta de que si es legal no es pertinente. La cuestión es: qué estándares está de acuerdo en aceptar el mundo. Pero no veo que Occidente ahora pueda hacer algo en contra de la anexión de Crimea por parte de Rusia. Es un fait accompli .
–Hubo quienes criticaron a Gran Bretaña porque aprueba el referendo de los kelpers en Malvinas pero no el de los habitantes de Crimea. ¿Encuentra paralelos en este sentido?
–No puedo entender que se sostenga esa comparación, porque las Falklands no son parte de la Argentina. Uno podría argumentar que deberían serlo, pero eso es otro tema. El referendo por el cual los isleños de las Falklands votaron seguir perteneciendo a Gran Bretaña no es una situación similar a lo que pasa en el referendo de Crimea. Crimea fue parte de Ucrania hasta la Revolución Rusa. El punto más amplio acá es que todas las revoluciones son ilegales. Hablando estrictamente, hay un doble estándar por el cual se podría acusar al gobierno provisional ucraniano y también a Occidente; y es que ellos dicen que el referendo de Crimea es ilegal, pero se podría decir que Viktor Yanukovich fue elegido democráticamente presidente y la revolución o el golpe –o lo que quieras llamarlo– también fue ilegal. El problema de cualquier revolución es que todo está en juego porque no hay una situación legal clara. Pasó lo mismo con el imperio ruso en 1917 donde hubo una revolución que voltea un emperador, se instaló un gobierno provisional, y hubo casos como los de Ucrania y Finlandia que votaban para irse del imperio ruso. No es una cuestión de legalidad. Se trata de cuanto están dispuestos a hacer los poderes extranjeros para impedir que eso pase. Ese es realmente el punto aquí.
–¿Muchos sostienen que dice que lo que está pasando tiene grandes similitudes con los meses previos a la Primera Guerra Mundial?
–No veo ningún paralelo. Creo que los estados bálticos y Polonia están nerviosos por esta agresión rusa, con motivos históricos comprensibles. Pero es muy improbable que la situación en Ucrania sobrepase los límites de ese país. Puede pasar al este de Ucrania, pero no más allá.
–¿Qué es lo que teme, concretamente, Occidente ante esta maniobra?
–No creo que sea Occidente quien tema. Pero es una situación muy precaria porque no hay nada que realmente se pueda hacer para detener la anexión de Crimea. Tampoco se podrá luchar contra referendos en Ucrania oriental u otros lugares que quisieran rejuntarse con Rusia. Occidente no puede parar esto. Creo que los políticos de Occidente se están guiando por principios de soberanía y ley internacional y tienen razón en hacerlo. Pero no creo que eso se base en el temor. Si hay miedo en los grandes poderes es por parte de Rusia. Creo que el régimen de Putin tiene miedo de que Ucrania se junte con la OTAN. Hay un miedo del movimiento democrático en Ucrania, y que las protestas de Maidan, se desparramen hacia Rusia. Creo que el régimen de Putin tiene miedo de que movimientos parecidos al de Maidan lleguen a Moscú. Entonces, el miedo está del lado del Kremlin.
–¿Hay entonces una conexión directa entre la anexión de Crimea con los eventos en Kiev? ¿Una es la consecuencia de la otra?
–Maidan comenzó, como usted sabe, a fines de noviembre por la decision del gobierno de Yanukovich de aceptar el trato con los rusos en lugar del acuerdo con la Unión Europea. Rápidamente se convirtió en un movimiento democrático contra una dictadura corrupta. Moscú vio estas demostraciónes masivas y se puso muy nervioso que posibles movimientos anti-autoritarios y anticoprrupción comiencen a ocurrir en Rusia. Creo que eso en parte llevó a esta reacción rusa.
–Hacia el final del libro hay un párrafo que parece, ahora, profético: “La pérdida de Crimea ha sido un golpe severo a los rusos... Nacionalistas han militado activamente para que Crimea vuelva a Rusia...”
–Estoy sorprendido, y un poco horrorizado en realidad, de la dramática forma en la que los paralelos han llegado a los títulos de los diarios en estos días. Hay una parte en el libro en el cual hablo de los apuntes que hizo Nicolas I sobre un memorándum y, Dios mío, es justamente como está pensando el Kremlin ahora. Lleno de resentimientos con Occidente por sus dobles estándares: quejándose de que ellos intervienen donde quieren pero cuando “nosotros” intentamos defender a los simpatizantes de nuestra religión en la península balcánica ellos nos atacan. Si miras Rusia hoy, tiene exactamente el mismo tono de resentimiento y de acusaciones con Occidente por su doble moral. En ese sentido, nada realmente ha cambiado y la Guerra de Crimea sólo sirvió para fijar esa sensación de resentimiento contra Occidente.
–En su libro enfatiza la capacidad de la prensa de influir en las políticas a través de la opinión pública. ¿Como analiza el comportamiento de la prensa en este conflicto?
–En la Guerra de Crimea del período 1853-1856 hubo una prensa rusofóbica en Gran Bretaña y también, aunque menos, en Francia. Hoy no hay un paralelo con esa situación, aunque creo que se podría invertir la pregunta. Los medios controlados por Putin están cebando profundos sentimientos anti-occidentales y eso está llevando a una posición de endurecimiento entre rusos parlantes de Crimea. Sin embargo, diría que los medios occidentales están haciendo un buen trabajo, básicamente. Tal vez estén reaccionando lentamente tras haber estado, efectivamente, a favor del movimiento de protesta en Maidan. Ahora, tal vez, se están dando cuenta de que esto es un poco más complicado y de que hace falta comprender el punto de vista ruso, aunque no se tolere su comportamiento. Esa comprensión tiene que ser parte de cualquier solución diplomática o política.
–¿Nicolás I es un héroe y un modelo de Putin?
–No lo sé. Lo que puedo decir es que hay obvios paralelos. Nicolás I era un zar tremendamente autoritario que aumentó la presencia de la policía, de la censura, aplastó a grupos opositores y –en cierta medida– la opinión pública. Se envalentonó con su poder y decidió enfrentarse con Occidente en defensa a lo que vio como los intereses de Rusia. Pero a diferencia de 1854, ahora los poderes occidentales están muy débiles.