Infidencias de una mujer ilustrada
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- Ariadna Castellarnau
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Los enigmáticos mecanismos del cerebro, las ambigüedades de los diagnósticos clínicos aplicados a los desórdenes de la mente y los debates en torno a la neuroética no parecen ser del terreno habitual de un escritor y ensayista formado en humanidades. Para la escritora Siri Hustvedt, en cambio, se han convertido prácticamente en un medio de vida. “En mayo de 2011 me invitaron a dar la conferencia anual en la Fundación Freud de Viena. Fui la segunda no doctora en participar de este evento que se realiza desde 1970”. Para llegar hasta ahí, Hustvedt no sólo se ha pasado muchas horas empeñada en descifrar arduos tratados de psiquiatría, sino que también ha sufrido en sus carnes el efecto de decenas de diagnósticos y tratamientos para paliar las migrañas y sus trastornos asociados que sufre desde pequeña. “Nuestras experiencias nos determinan. He conocido montones de psiquiatras que empezaron a estudiar medicina porque un familiar suyo sufría un trastorno mental. Yo no soy diferente. Empecé a interesarme por la neurociencia para conocer más sobre mi enfermedad y crearme un discurso coherente que me ayudara a sobrellevarla y al mismo tiempo a combatir los estigmas culturales, la culpa y el miedo, aspectos que, por cierto, han tenido un papel importantísimo en la fenomenología de las enfermedades”
En 2010 Hustvedt publicó La mujer temblorosa y historia de mis nervios, un sólido y lúcido ensayo interdisciplinar que a través de la psicología, la neurociencia y la filosofía pretende dilucidar cuestiones tan perentorias como la identidad personal, el sufrimiento físico o las enfermedades mentales y el modo en que los diagnósticos sobre éstas condicionan socialmente a los pacientes. En esta misma línea, la autora sacó el año pasado Vivir, pensar, mirar, una recopilación de textos escritos entre 2006 y 2011 cuyo hilo conductor es la naturaleza de la percepción y los factores que intervienen en este proceso. Como en el libro anterior, cada uno de estos textos transita por la autobiografía, el ensayo humanístico y científico. Una variopinta mezcla de asuntos, sin lugar a dudas, pero con un resultado íntimo y elegante.
“Muchas veces me siento sola cuando discuto con mis colegas, porque mis argumentos provienen de distintos campos del saber. Es muy difícil moverse entre disciplinas”. Hustvedt es muy crítica con la excesiva compartimentación del conocimiento contemporáneo en realidades estanques (ella las llama islas disciplinarias). “El conocimiento proviene de múltiples fuentes. Yo leo filosofía analítica y textos sobre la inteligencia artificial no porque crea que en ellos está la verdad absoluta, sino porque me interesa entender el modo en que las personas que los escriben conciben la realidad”. Vivir, pensar, mirar abruma un poco por la inagotable cantidad de referencias cultas y su variada procedencia, pero por suerte ahí está la sutileza de Hustvedt, su fina inteligencia para poner en funcionamiento, sin una sombra de presunción, todas sus herramientas intelectuales: sus dotes para la crítica literaria, su saber sobre artes y su interés sobre el funcionamiento de la mente.
La autora practica un asombro respetuoso por cada disciplina que toca. Se mueve con la curiosidad genuina de una niña lista que quiere saberlo todo. “Pensar el ser humano desde distintas lentes, mezclando lenguajes y haciendo que los conocimientos dialoguen entre sí vale la pena, no porque este procedimiento vaya a llevar a una respuesta única y certera, sino porque permite que surjan nuevas preguntas que tal vez no nos hubiéramos planteado de otro modo”. Al operar en sentido contrario a la fragmentación intelectual y a la hiperfocalización a la que tienden los científicos y especialistas, Hustvedt logra abrir interesantes perspectivas sobre cada objeto de reflexión. Así por ejemplo, cuando habla sobre su trabajo y sus libros, no puede evitar salirse del cauce meramente literario y hacer que asome la sombra de Charcot: “Llevo mucho tiempo pensando en la conexión entre el sistema nervioso y la personalidad. Es necesario recuperar ciertos conceptos de la medicina del siglo XIX, como la correlación que establecía Charcot entre lo fisiológico y lo psicológico. Mis ataques de migraña, con sus auras –visiones, alucinaciones, hipersensibilidad– no pueden separarse de lo que soy, y definitivamente han afectado mi trabajo”.
Los ensayos reunidos en Vivir, pensar, mirar, son sencillamente memorables. No tanto por el saber enciclopédico que revelan, como por sus pasajes difusos, aquellos en que la autora reconoce la complejidad humana y la falacia de las explicaciones unívocas y baraja una decena de puntos de vista encontrados sobre una misma materia: “En cuanto al origen de la creatividad y otras cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento de la mente, estoy siempre a la búsqueda de respuestas, a sabiendas de que es un viaje que nunca terminará. La escritura (tanto la de ficción como la de no ficción) es para mí un simple punto de partida hacia el siguiente problema. Por supuesto que no me dedicaría a esto si no me diera un inmenso placer”.
© Ari Casternallau, Perfil