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Jean Echenoz: "El ambiente literario me es difícil de soportar"

Periodista:
Javier Mattio
Publicada en:
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Un siglo después de su comienzo, la alusión literaria a la Primera Guerra Mundial puede resultar tan decisiva como anecdótica, tan brutal como indiferente: ¿cómo invocarla sin prestarse a la redundancia, al capricho, a la anacronía? Jean Echenoz (Orange, Francia, 1947) parece tener la respuesta, revisando el fenómeno en una exquisita miniatura de menos de 100 páginas, su flamante novela 14, en la que, como bien sugiere el narrador, el tono operístico de toda guerra es dejado de lado por ¿un concierto de cámara? ¿una melodía de caja musical? ¿un genial chiste melancólico?

 

“Todo esto se ha descripto mil veces, quizá no merece la pena detenerse de nuevo en esta sórdida y apestosa ópera”, dice para mayor precisión la elegante voz en off que narra 14, con cierto desapego irónico. Pero lo cierto es que la decimocuarta novela de Echenoz (oportuno juego numérico con su título) es tal vez la más amarga que el autor escribió hasta el momento: en ella sobrevuelan y estallan bombas, se caen aviones, se amputan miembros. De alguna manera, 14 puede leerse como una coda de la bellísima trilogía de novelas sobre personajes históricos que la precedieron: Ravel (2006), Correr (2008) y Relámpagos (2010), en las que Echenoz reinventó su universo adepto a los intríngulis policiales-aventureros, los triángulos amorosos y los protagonistas errantes y solitarios al desplazarse hacia otras épocas y juguetear con lo biográfico.

 

Pero en 14 el protagonista es el común y corriente Anthime, alistado junto a su hermano mayor Charles, con quien además del parentesco los une cierta afinidad afectiva por la joven Blanche, quien se queda esperando en la desolada ciudad. Y del otro lado la guerra, seca y despiadada.

 

Echenoz, uno de los grandes escritores de la actualidad, quizá un tanto inadvertido pero no por eso menos grandioso, dialoga con Ciudad X acerca de 14 y su obra.

 

–¿Si la guerra “se ha descripto mil veces”, ¿por qué decidió hacerlo una vez más?

–Antes que nada porque tenía ganas de hacerlo, y después porque las grandes obras literarias sobre la Primera Guerra Mundial fueron escritas por lo general por escritores combatientes, que vivieron durante ese período y que en cierto modo escribieron en la lengua y estilo de la época. Yo tenía ganas de tratar el tema a mi manera, pero obviamente no soy el único, muchos novelistas contemporáneos franceses han trabajado sobre ese período. De todos modos nunca pensé que lo haría, empecé a interesarme en la guerra del ‘14 debido a una serie de documentos encontrados por azar. Recién después de haber realizado muchas investigaciones guiadas por mi curiosidad (libros históricos, novelas, fotografías, documentos fílmicos) me dieron ganas de abordar esos hechos desde una perspectiva novelesca.

 

–Sus personajes suelen adscribir a la ética del dandy-vagabundo, como los de “La aventura malaya” o “Un año”. Se dice que usted es reacio a la sociabilidad. ¿En qué medida su vida y su obra componen un mismo elemento?

–No soy menos sociable que nadie. Es cierto que no frecuento el ambiente literario, y es que me resulta difícil de soportar, pese a que tengo dos o tres amigos que también escriben y publican. No creo que mi vida y mi literatura formen un mismo elemento, aunque me temo que la primera esté al servicio de la segunda. Una curiosidad de este trabajo es que uno siempre está de vacaciones y nunca está de vacaciones.

 

–Otro aspecto de sus libros, presente en “14”, es el de los triángulos amorosos. ¿Qué le interesa de esa figura?

–Las historias de amor son casi inevitables en la novela. Nunca le presté atención al tema del triángulo, pero quizá su figura desbalanceada, desequilibrada, me sea lo más conveniente como impulso ficcional.

 

–El humor en “14” casi no aparece. ¿La guerra opacó ese rasgo de su obra?

–Lo que en Francia llamamos la Gran Guerra no es un tema que cause gracia. Pero sin usar necesariamente la ironía –que estaría fuera de lugar– es posible crear efectos de distancia próximos a ella en relación con algunos detalles, objetos o, por ejemplo, con los animales en tiempos de guerra. Decir, por ejemplo, que esa guerra ya fue contada mil veces es en cierto sentido una marca de ironía que se permite el narrador.

 

Dimensión histórica

 

–Desde la trilogía que forman “Ravel”, “Correr” y “Relámpagos” ha vuelto la mirada hacia la Historia. ¿Le dejó de interesar el presente?

–Tanto la saga de esas tres “vidas imaginarias” –para citar un título de Marcel Schwob– como 14 fueron escritas, insisto, casi por azar. En todos los casos me sentí arrastrado por un personaje o una situación que hacían tener ganas de construir algo con ellas. Por otra parte, nunca antes había trabajado con otro tiempo que no fuera el presente. La dimensión histórica era una especie de aventura para mí, tan peligrosa como interesante. Pero justo ahora, tras haber consagrado una decena de años de mi vida a esta forma “histórica”, tengo ganas de otra cosa. En este momento trabajo en una verdadera ficción que ocurre en el presente contemporáneo.

 

–El sello donde publica, Editions de Minuit, es conocido por cobijar al post Nouveau Roman, pero sus libros tienen mucho de Vladimir Nabokov o de autores europeos clásicos. ¿Lee a escritores actuales? ¿Qué piensa de escritores ajenos a su estilo como Michel Houellebecq o Emmanuel Carrère?

–Me halaga muchísimo que compare mis libros con los de Vladimir Nabokov, que es uno de los escritores que más admiro. En términos de literatura clásica francesa, considero que la obra de Diderot es una revolución novelística. En relación a Editions de Minuit, leo todas sus publicaciones y me siento cercano a algunos de sus autores. Pero el Nouveau Roman no me ha marcado mucho, aun cuando en mi juventud me impactaron obras como Las gomas (de Alain Robbe-Grillet), El inquisitorio (de Robert Pinget) o La modificación (de Michel Butor). Me encantan la mayoría de los libros de Emmanuel Carrère y creo que Michel Houellebecq es un autor importante. Hacemos cosas muy diferentes, me parece, pero ambos han escrito libros notables.

 

–En “14”, el narrador desestima comparar a la guerra con el patetismo de la ópera. Si hubiera que comparar su estilo con un género musical, ¿cuál sería? ¿Qué música escucha hoy?

–Naturalmente, me preocupan cuestiones de ritmo, de escansión, de aleaciones de sonidos que son muy importantes para mí y que se relacionan con la música. Sin embargo, nunca me puse a pensar el tema en términos de género musical. Durante mucho tiempo escuché jazz y, tal vez, en determinado momento, pude haber sacado algunas ideas o “lecciones” sonoras, especialmente de la obra de Thelonius Monk. Ahora casi no escucho nada de jazz salvo Bill Evans. Lo que sí escucho frecuentemente es música de cámara (sobre todo Haydn y Schubert) y música para piano. 

 

–¿Podría describir su rutina cuando no escribe?

–No es que quiera evitar responder esta pregunta, pero sinceramente cuando no estoy escribiendo sólo espero volver a escribir. Como sólo trabajo por la mañana, las tardes suelen ser bastante largas, aunque me las arreglo para llenarlas: leo, miro películas, doy una vuelta, etcétera, como todo el mundo.

 

© Javier Mattio, La voz del interior