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Entre los filos de la violencia

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En febrero de 1977 un comando del ERP tenía preparado un atentado contra Videla y gran parte de su gabinete. Pese a estar perfectamente planeado, una serie de descuidos y detalles menores lo malograron. ¿Qué consecuencias hubiera tenido para la Argentina? ¿Cuál habría sido nuestra historia si la operación culminaba con éxito?

De la novela política al thriller, de los setenta a la actualidad, de la militancia revolucionaria al fango del narcotráfico, Eduardo Sguiglia escribió un libro que retrata dos épocas sin igualarlas. Cada una tiene su épica y su horizonte de violencia. Pero solo una de ellas está dominada por la codicia, la crueldad y la ausencia de misericordia.

-“Los cuerpos y las sombras” es una novela sobre la ética, sobre cómo se comporta el ser humano frente a los otros, cómo se aparta de un código (el conflicto ético está presente entre el pasado y el presente pero también entre los narcos) y crea otro para sobrevivir. Creo que es una novela sobre la complejidad de las decisiones éticas. ¿Qué piensa de esto?

-Las discusiones sobre la ética y sobre todas las definiciones que se desprenden de sus fundamentos han gravitado en forma explícita o implícita en el accionar de los seres humanos desde el mundo antiguo, de acuerdo a las creencias predominantes en cada etapa. Y la literatura, como no podía ser de otra manera, ha dado cuenta, en algunas ocasiones de un modo maravilloso, de los conflictos y los problemas relativos a la moral, a la virtud, al ser y al deber ser, a la indiferencia y a la compleja relación entre los medios y los fines. En este sentido, los personajes de la novela también viven, o han vivido, y deciden sus acciones enredados en este tipo de conflictos.         

-No es una novela sobre la dictadura (o lo es de una manera indirecta) sino sobre el futuro posterior y sobre la vida ética de aquellos militantes. ¿Cómo ha pensado los personajes? ¿Por qué ha pensado relacionar las vidas pasadas con el narcotráfico?

-Excepto Miguel, que había protagonizado mi novela anterior, “Ojos Negros”, no tenía perfilado en forma acabada al resto de los personajes al momento de concebir las historias. Luego de los primeros capítulos, cada uno de ellos fue tomando el rumbo y las decisiones que el propio relato le impuso pero no todos, más bien una minoría, están relacionados con el narcotráfico. 

-Hay un uso específico del tiempo en la novela. Se narra con precisión tiempos y lugares, y considero que la estructura temporal (casi cinematográfica) es fundamental para armar la novela… 

-Sí. Uno de los principales problemas que tuve, por cierto, fue cómo relacionar las distintas historias para que el relato, a mi juicio, no perdiera fluidez, suspenso o un ritmo sostenido. 

-Es importante, también, la alternancia de las historias, el montaje paralelo, para armar la novela. ¿Podría hablar del “montaje”?

-No definí una estructura previa, tampoco tracé mapas ni escribí las historias por separado. La vida de cada personaje me fue dando pie, por así decirlo, para empalmarla con la vida de los otros.   

-¿Cómo cree que la novela lee la lucha armada en los 70? Su novela trabaja esa zona pero la conecta con el narcotráfico.

-La novela no conecta la lucha armada de los años 70 con el narcotráfico, en absoluto. Son dos períodos muy diferentes, y solo un par de personajes, sobrevivientes de aquellos años, reflexionan y discuten sobre el accionar que tuvo una de las principales organizaciones guerrilleras y arriesgan hipótesis sobre lo sucedido en esa década.    

-La obra pone en escena un episodio: el atentado fallido a Videla. Ese episodio, leído de manera contrafáctica, hace suponer un desarrollo histórico muy diferente... Me gustaría saber su opinión sobre este asunto.

-Uh. Su pregunta es muy difícil de responder. Se trata de un episodio de la historia que no se puede modificar.  Con el diario del lunes, y a modo de conjetura,  podría sumarme a las reflexiones de uno de los personajes en cuanto a que hubiese desatado una ola de represalias contra la población, los presos políticos y los desaparecidos que aún conservaban la vida, y no hubiera provocado un mayor aislamiento del régimen ni la renuncia, por ejemplo, de las decenas de jueces, altos funcionarios e intendentes civiles, gente culta e informada o integrantes de los partidos tradicionales, que colaboraban calladitos la boca.

-Creo que la novela es una lectura posible del pasado político. Pero ella misma no es un instrumento de propaganda. ¿Cómo piensa el arte de la novela en relación con la política?

-Creo que el corte se da entre buena o mala literatura, más allá si ésta puede estar vinculada con una determinada situación política o con hechos históricos. La literatura argentina, por ejemplo, produjo en el último siglo y medio algunas obras admirables y de gran calidad que pueden ser consideradas como “políticas”.  

-Uno de los personajes (Miguel) dice: “Tal vez escriba en la vejez, si llego. O cuando seque definitivamente la sangre”. Usted escribe. ¿Ya ha secado la sangre?

-No tengo la impresión de estar transitando, todavía, la vejez.  

-“Es imposible anular o modificar el pasado”, piensa Miguel. Borges decía “el pasado es plástico”. ¿Es imposible modificar el pasado? ¿Las interpretaciones del pasado que ofrece la novela no modifican, de alguna manera, el pasado?

-Las interpretaciones sobre el pasado, o sobre nuestro propio pasado, pueden modificar la percepción que tenemos de algunos acontecimientos que hemos vivido y también de las consecuencias que ocasionaron. Pero lo que en verdad sucedió, o lo que recordamos, es muy difícil o imposible de modificar.