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Rafael Chirbes narra la desolación de la crisis "En la orilla"

Periodista:
Mora Cordeu
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 El escenario donde transcurre la acción se desenvuelve cerca del pantano de Olba -un lugar imaginario cercano a Valencia-, donde el hallazgo de un cadáver dispara un relato en el que campea la primera persona y diálogos entablados desde el interior de esos seres impelidos a sobrevivir en medio de un derrumbe que en gran medida los afecta a todos.

 

Un derrumbe que Esteban, el protagonista, sin prisa pero sin pausa, va desgranando a la largo de las 437 páginas del libro publicado por Anagrama, en un tono monocorde y gris como la realidad que describe, donde nunca es posible percibir un asomo de esperanza.

 

Dueño de una carpintería, que ya no es suya, con sus trabajadores en la calle, un padre enfermo, y viejos fantasmas que irrumpen en la narración con el mismo sin sentido que llena sus días, Esteban ofrece una descripción brutal de una situación irremontable.

 

"Me odian porque les he tirado al suelo la lechera que llevaban en la cabeza; la jarra hecha trizas y la leche derramada, el líquido blanco esparciéndose entre los adoquines del suelo; pero yo no soy culpable de sus sueños, no los impulsé", apunta Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia, 27 de junio de 1949) en un lenguaje llano y corrosivo, acerca de los trabajadores de la carpintería.

 

Soltero y sin hijos, Esteban cuenta su vida, no de manera lineal, con incursiones en su pasado y la irrupción de algunos personajes que han significado algo en su momento, y hoy lucen desvanecidos por el tiempo, el desencanto y ese estar inmerso en un presente sin horizontes.

 

El protagonista cuenta de su padre republicano durante la Guerra Civil, hostil con sus hijos; de su madre dice poco, su hermano Germán falleció de un cáncer; su hermana Carmen, a quien nunca ve, vive en Barcelona y su hermano menor, Juan, es un estafador de poca monta.

 

Esteban se hizo cargo de la carpintería, que fue propiedad de su abuelo y luego de su padre hasta que Tomás Pedrós, un constructor, lo convence para que invierta el capital familiar en un complejo de viviendas. Una propuesta que antecede a una crisis que se llevará los ahorros, la carpintería y hasta su propia casa.

 

Como un personaje que se confronta con su vida y su suerte, Francisco -el mejor amigo de Esteban- se perfila en la novela como alguien desaprensivo, experto en vinos, al que la malaria no lo roza y que se casó con Leonor, el gran amor del ex carpintero. Otro amigo, que tampoco se ve tocado por la miseria, es Justino, un explotador de inmigrantes.

 

De manera inevitable aparecen las víctimas de la crisis como Joaquín, padres de tres hijos pequeños, sin profesión, que estuvo  un tiempo en la carpintería, o Liliana, una colombiana que cuida de la casa y al padre de Esteban hasta que la situación económica acaba con su trabajo.

 

"Escribo de lo que veo. La relación entre las novelas viene después. En cada libro empiezas de cero: lo que en uno fue un hallazgo en el siguiente es un lastre", dijo el escritor en una entrevista y consideró que ésta es su novela "más amarga".

 

Entre sus libros figuran "Los disparos del cazador" (1994), "La larga marcha" (1996), "La caída de Madrid" (2000), "Los viejos amigos" (2003) y "Crematorio" (2007).

 

"En la orilla" adquiere por momentos una impronta social que lo impregna todo, donde el drama personal se relativiza en un cuadro de desventuras en el que pocos quedan fuera de foco.

 

Es allí donde la voz del narrador se funde con otras voces, en la que la literatura incorpora los signos de los tiempos y los hace suyos en una letanía desgarradora, que impide tomar distancia a un lector no ajeno a esa realidad descarnada, contada sin subterfugios.

© Mora Cordeu, Telam