Knausgårdmania
- Periodista:
- Andrés Hax
- Publicada en:
- Fecha de la publicación:
- País de la publicación:
Karl Ove Knausgård ha sido comparado con Proust y Thomas Mann por la monumentalidad una autobiografía novelada (¿o una novela autobiográfica?) que se publicó en Noruega, en seis tomos, entre 2009 y 2011. Titulada Min Kamp –en noruego es el mismo título de Mi Lucha de Adolf Hitler–, tiene en total más de 3.600 páginas. En castellano sólo se publicó el primer volumen, con el título La muerte del padre. Mientras que en los Estados Unidos pronto se editará el tercero a fines de mayo. Como reportó esta semana The New York Times, un puñado de prestigiosos escritores estadounidenses están obsesionado con Knausgård. Jonathan Lethem, por ejemplo, dijo: “Lo leo compulsivamente, no puedo parar”. Y Jeffrey Eugenides, por su lado, afirmó: “Combina la autoficción y la autoreflexión de una manera que nadie antes ha hecho”.
Más que un nuevo Proust, Knausgård parece ser el primer escritor en traer el exhibicionismo de la era de los reality y del blog a la literatura. Es confesión y exposición pura. Habla de sus miserias domésticas, de su matrimonio fracasado, de la macabra muerte alcohólica de su padre. En Noruega, un país con 5 millones de habitantes, se han vendido medio millón de ejemplares de su obra. Fue tal el furor que muchas oficinas declararon días en los que estaba prohibido hablar de Knausgård.
La nota ya mencionada del Times intenta encontrar el por qué de la popularidad de Knausgård entre escritores de élite de los Estados Unidos.
Lethem, en otra oportunidad, lo describió como “un brillante retrato del presente. Estás en la presencia de una voz que está muy fuertemente consciente y que se esfuerza a su máximo potencial. Y eso es hipnotizante”.
La escritora Hari Kunzru dijo:“Los escritores lo aman y lo admiran tanto. Pero no hay nada que uno pueda aprender de él como escritor, porque lo que hace es tan intangible, tan escurridizo... Hace todas las cosas que se supone que no deberías hacer. Se arriesga ser aburrido en cada página. Tiene el coraje de decir: mi vida ordinaria como un padre en un pueblo va ser suficiente para mantener el interés del lector”.
En una columna de The Guardian titulada “Mi heroe”, Jonathan Lethem dice: “Su libro investiga la acumulación sin fondo de misterios que la vida impone, desde la perspectiva de un narrador sin disfraz: un padre empujando un carrito de bebé, navegando el mundo mundano de los pañales y berrinches en las plataformas de tren que sospecha que posee el genio literario y que no logra reconciliar estas dos vidas. También es un padre, envuelto en los seres anteriores que lo entregaron a su ser presente: un hijo pensativo de un borracho deprimido, un amigo, un ciudadano, un sujeto de la modernidad globalizada”.
El planteo de Knausgård es llano y escrupuloso, a veces informal, pero nunca escribe de manera condescendiente. Su tema es la belleza y el terror de que toda la vida coexiste dentro de sí mismo. Un héroe en vida que llegó a la grandeza abandonando todo tipo de amagos literarios, un emperador cuya desnudez supera cualquier vestimenta real. No me aguanto hasta que el traductor termine los últimos tres volúmenes”.
Este, al fin, es el gran atractivo de Knausgård para los escritores. Despachó el artificio de la novela y, en vez de trabajar y trabajar la materia prima (los recuerdos de su vida, sus deseos, su persona) en un complejo artefacto novelizado, entrega la materia prima sin filtro. ¡Que fácil parece! ¡Que alivio poder escribir no más, sin luchar con formas estéticas ya casi todas agotadas!
Obviamente no es tan fácil. El arte de Knausgård es hacer arte de 3.600 páginas de autobiografía. Es como un mago que te hace un truco una y otra vez delante de tus ojos. Está todo a la vista, es todo tan simple. Y, sin embargo, no logras entender cómo hizo el truco.
© Andrés Hax, revista Ñ