Último reencuentro
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- Willy G. Bouillon
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Imposible omitir al húngaro Sándor Marái entre los escritores que han alcanzado mayor prestigio en la última década. Descubierto tardíamente, luego de su suicidio en 1989, la edición de sus libros en español (alrededor de una docena, entre novelas, autobiografías y diarios) ha sido motivo de comentarios elogiosos, pero también de algunas críticas. Entre estas últimas, se parafrasea un juicio de Nabokov referido a la novelística en general para endilgarle a Marái el carácter de un "hábil embaucador" que dio con un tema y un estilo iniciales, reiterados en prácticamente toda su bibliografía como una receta magistral. Aunque lo mismo podría decirse de otros autores consagrados, es cierto que en sus libros hay climas y situaciones muy similares.
En La gaviota -título que metaforiza la condición casi etérea de su único personaje femenino, su búsqueda, sus movimientos suaves pero orientados por una imponderable fuerza vital-, la escena con la que comienza el relato es el inesperado encuentro entre un hombre y una mujer en la oficina del primero, funcionario de alto rango del gobierno quien poco antes ha difundido un documento oficial (cuyo contenido nunca se conocerá) que tendrá el poder de cambiar para siempre la vida de millones de personas. Puede suponerse que el escrito se vincula con el momento en que transcurre la historia: el período de la Segunda Guerra Mundial en que se torna inminente la ocupación de Hungría por el ejército soviético.
La escena de ese encuentro posee un toque claramente kafkiano (Marái fue gran admirador del autor de La metamorfosis ), con ambos contemplándose en silencio, él absorto por el hecho de que ella es idéntica a una mujer que amó y que más tarde se suicidó. La idea de esta "reaparición" o reencuentro lo persigue obsesivamente, alimentada por fantasías o por consideraciones acerca de lo azaroso o asuntos científicos poco difundidos. Tras presenciar una ópera de Verdi, ella acepta una invitación de él a su departamento. Allí pasan una larga noche, con una ligera aproximación física, aunque resulta dominante un extraño intercambio expresivo que difícilmente pueda encontrarse en otra novela: no es un diálogo sino más bien un monólogo alternativo. A lo que uno de ellos dice, sumamente extenso (una de estas manifestaciones se prolonga a lo largo de diez páginas), sigue la respuesta del otro. El tema: la vida, la muerte, el amor, los recuerdos, los encuentros y los desencuentros. Y nada más.
Ni el mejor guionista podría trasladar semejante situación -carente de dinámica- al lenguaje cinematográfico. Pero la destreza literaria de Marái le ha sugerido un cierre con la textura de síntesis perfecta, abismal y poética, cuando desde la ventana el funcionario ve que ella se aleja para siempre: "Continúa de pie, desorientado en la habitación en sombras, pensando que jamás se ha sentido tan solo. Pero a la vez nota sobre el hombro una mano, la misma que guía el vuelo de las gaviotas y los pasos del hombre. Y recorre la estancia oscura a ciegas, como si alguien guiara sus pasos"..
Willy G. Bouillon