Una guerra es un absurdo
- Periodista:
- Rogelio Demarchi
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Amén de trágica, toda guerra es, en el fondo, absurda. No sólo porque, de golpe, y por motivos siempre difíciles de explicar, un Estado lanza a sus fuerzas armadas contra las de otro Estado con la orden imperativa de “matar-al-enemigo”, sino porque, en la práctica, todo Estado se comporta como si quisiese ganar pero que ninguno de sus soldados sobreviva porque a los que regresan vivos los trata como si fueran parias.
Esta semana llega a las librerías una excelente novela que hace centro en esa visión: Nos vemos allá arriba (Salamandra, 2014), del francés Pierre Lemaitre (París, 1951), ganadora el año pasado del Premio Goncourt, el más prestigioso de la literatura francesa. Ya vendió en Francia más de medio millón de ejemplares y está publicada en más de una docena de otras lenguas.
Édouard Péricourt y Albert Maillard son dos antihéroes unidos por la desgracia de sobrevivir a la Primera Guerra Mundial. Antes de ir al frente, Maillard, de humilde condición, trabajaba en un banco, y Péricourt, hijo de las clases acomodadas, estudiaba Bellas Artes. Ambos estarán bajo el mando del inescrupuloso teniente Pradelle, que les confirmará aquello de que “el auténtico peligro para el soldado no es el enemigo, sino los mandos”: en la última e inútil batalla, Édouard, al intentar salvar a Albert de morir enterrado vivo por su propio teniente, recibe un trozo de metralla que le destruye gran parte del rostro.
Entre los máximos aciertos de la novela deben anotarse cuatro. Primero, que se concentra en la posguerra, en lo que sucede cuando Édouard y Albert regresan a casa; el primero no tiene cura y es un monstruo que necesita a diario una importante dosis de morfina, y el segundo no puede recuperar su trabajo y no puede abandonar a su amigo.
Segundo, que se limita a trabajar con un pequeño puñado de personajes, como si se tratase de una obra de teatro o de un folletín de hace cien años, de manera que unos y otros vuelven a cruzarse una y otra vez.
Tercero, que ha sabido sostener de principio a fin un narrador que se las ingenia para crear una exquisita atmósfera de relato oral, característica que le inyecta al asunto un toque de veracidad (como si fuese el relato de algo realmente sucedido).
Y cuarto, que a propósito de esto último, hay, en el centro de la novela, un hecho real poco investigado y vergonzoso: un fenomenal y millonario negociado con los enterramientos de los militares fallecidos, que correrá paralelo a la estafa (esta sí, ficticia) de los monumentos a los caídos. En la literatura, las paralelas se tocan: si en aquella pieza clave es Pradelle, en esta lo son Édouard y Albert.
Por eso, en el diario El País , de Madrid, Lemaitre ha rechazado que él haya escrito una novela histórica. “No lo es, es una novela de género picaresco. ¿Y qué es la picaresca? Es la novela de la exclusión, es el sálvese quien pueda, es el relato de unos personajes que han de vivir en un mundo que no los quiere”.
Nos vemos allá arriba es un ejemplo de por qué y cómo la ficción nos ayuda a entender las cosas absurdas que hacen los hombres.