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James Salter: Qué pasa con los años

Periodista:
Javier Mattio
Publicada en:
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Despedida y testamento de una época y una generación, y al mismo tiempo una manera (anglosajona) de entender la literatura, Todo lo que hay supone la culminación de un proceso de edición y reedición en castellano de la injustamente inadvertida narrativa de James Salter (Nueva York, 1925). Con la Guerra de Corea –en la que participó el mismo Salter– como inicio, la última novela del escritor estadounidense (publicada casi 35 años después de la anterior, En solitario) se extiende durante varias décadas y a lo largo de múltiples escenarios cosmopolitas para contar nada más ni nada menos que una vida: la de Philip Bowman, suerte de alter ego de Salter que dedica su existencia a la industria editorial y a viajar y a coquetear y a enamorarse de unas cuantas mujeres.

El escandaloso paso del tiempo y el frágil pero siempre vigente límite entre el amor y el deseo estructuran de hecho toda la narrativa de Salter, tan evanescente como poderosa, tan realista como de un apasionado y melancólico impresionismo. Y en el medio París como destino de aprendizaje bohemio-sibarita (y centro geográfico-cultural de su novela erótica de culto Juego y distracción), la guerra como puntapié de la experiencia (la que recreó en sus dos primeras novelas, The hunters y The arm of flesh) y el efímero devenir como el termómetro que marca los espacios vacíos entre el amor y el sexo o el amor y el sexo como los sostenes de un universo en permanente desintegración (la descomposición de un matrimonio es el núcleo de su aclamada novela Años luz).

En Todo lo que hay tenemos un poco de todo eso, o mucho de esas pocas pero inacabables cuestiones, distribuidas en casi 400 páginas. Aunque el “todo” del título es engañoso: las elipsis, por momentos más parecidas a largos saltos de canguro, van espaciando las peripecias de Bowman como si la historia de su protagonista se fuera perdiendo en el horizonte de un vasto océano. En realidad, el “todo” designa a su contrario, a esa nada que el contemplativo y un tanto dandy Bowman observa cómo se engulle al imponente siglo XX. Lo que “hay” son sólo restos, cenizas.

Y memorias: de un breve y vívido operativo naval bélico en las costas de Okinawa en la Guerra de Corea, de un jovencísimo Bowman que regresa sano y salvo a Nueva York para insertarse de a poco y no sin cierta torpeza en el mundillo editorial, de un matrimonio fallido y demasiado precoz con una rubia provinciana que le abre las puertas de la burguesía rural, del amorío iluminador ya separado con una inglesa en Londres, de viajes por España y París y una estabilidad laboral tan afortunadamente glamorosa como aburridamente rutinaria, de padres y conocidos que empiezan a morir, del amor que parece finalmente llegar pero no, y de un fuerte e inesperado episodio final.

Vietnam, el asesinato de Kennedy, el progresivo desinterés por la novela, la historia en mayúsculas de todo un país (y una literatura) transita frente a los ojos de Bowman, en un tour de force retrospectivo que es también síntoma de una agonía histórica (“Me di cuenta de que ciertas cosas se estaban acabando, ciertas personas estaban muriendo, y comencé este libro”, reconoció Salter).

El vitalismo europeista de Ernest Hemingway, el romanticismo crepuscular de F. Scott Fitzgerald, la tragicidad familiar de Richard Yates, la epifanía sensual de John Updike, la obscenidad picaresca de Philip Roth, el preciosismo delicado de Saul Bellow: la prosa de Salter funciona a su vez como un sucinto caleidoscopio de la herencia (masculina y blanca) de la literatura norteamericana del siglo XX, habiendo sobrevivido a sus coetáneos y accediendo a un tardío pero justificado reconocimiento.

Escritor de escritores, reverenciado por Richard Ford, John Irving y Susan Sontag, Salter alcanzó finalmente la consagración y el consenso general con la edición de Todo lo que hay en 2013. En un ejercicio de recuperación de su legado en vida al castellano, Salamandra también ha publicado la novela Años luz y la autobiografía Quemar los días, hasta ahora inéditas en la Argentina, y reeditó Juego y distracción, además de seguir reeditando el volumen de cuentos La última noche.

“La historia es la ropa guardada en el armario, póntela y entenderás”, se lee en Todo lo que hay. Definición también aplicable a una novela vital de un escritor secreto, accesible y revelador.