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Exploración kamikaze del yo

Periodista:
Dolores Gil
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
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Un hombre enamorado es el segundo volumen de la empresa épica, valiente y totalizadora de Karl Ove Knausgård, el escritor noruego que en 2009 empezó a escribir una novela sobre la muerte de su padre – La muerte del padre , también publicada por Anagrama– y terminó con un manuscrito de casi 3.000 páginas al que tituló Mi lucha . La división en tomos –seis– fue una decisión editorial, pero la novela debe leerse como un todo, un gran fluir de palabras sobre la paternidad, la familia, el trabajo, la escritura, el amor y la muerte.

Tras la publicación de La muerte del padre , Knausgård se convirtió en una suerte de celebridad en Noruega. Los mitos no tardaron en llegar: que en las oficinas de ese país habían instituido un día libre de conversación sobre la novela debido a las duras discusiones que se daban entre colegas, que se convirtió en best-séller mundial (según The New York Review of Books, vendió muy bien en su país natal y aceptablemente en el resto del mundo), que parte de su familia se ofendió con él por haber revelado asuntos privados de modo tan descarnada, sin pedir permiso.

Un hombre enamorado deja atrás el trauma por el fantasma del padre y comienza con una crisis total, que lo lleva a mudarse a Suecia de un día para el otro, período que coincidirá con la necesidad de escribir y producir una obra. Tal vez el tema más impactante de este segundo volumen sea la compleja relación del hombre moderno con su felicidad, las contradicciones que surgen del deseo de la vida familiar, las miserias y pequeñas alegrías que producen los hijos, a los que analiza con un detalle y una frialdad inéditos. En el corazón de la novela está la historia de su relación con Linda, su segunda mujer, sus ganas constantes de escapar, la fantasía de una vida solitaria, con la escritura como única compañía, y la elección estoica de aguantar, pase lo que pase. Más allá de las polémicas, la gran apuesta de Knausgård –su gran audacia– es la elección de narrar sin concesiones, sin máscaras, en un tono crudo, por momentos desprolijo, en que se perciben la urgencia y la necesidad de la escritura: episodios híper triviales, desglosados en cada uno de sus movimientos, pero también otros más íntimos –algunos dolorosos; otros, epifanías de la felicidad.

Mi lucha escapa a una definición genérica: es una novela, sí; es también una autobiografía, tiene algo de diario íntimo. Es una obra honesta hasta el sincericidio: un refugio de las miserias de la vida cotidiana, un lugar de exploración kamikaze del yo, un texto que intenta llegar al corazón de las cosas con un narrador despiadado consigo mismo –“Yo mismo me importo un carajo”, le dice Karl Ove a su amigo Geir– y sufrido, cuyo frenesí creativo excava, escena tras escena, para ver si encuentra una veta de oro, algún atisbo de la verdad de sí.

© Dolores Gil, Ñ