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Un viaje al corazón escandinavo

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En Un hombre enamorado, Knausgaard narra su vida. Pero decir esto es insuficiente: a la par que narra los episodios de su vida –las peripecias de la juventud, los tropiezos de su vida matrimonial, los antecedentes de la relación con su novia, la breve internación de Linda, el día del nacimiento de su primera hija, las conversaciones con sus amigos y el deseo invencible de soledad– Knausgaard narra los pozos en los que se hunde su vida y la de su esposa.  Intercala narraciones sobre los primeros años de sus hijos con reflexiones sobre el arte de narrar y sobre el cuidado de los niños y el sentido del mundo. También incluye largas y precisas observaciones sobre lecturas (Dostoievski, entre otros) y sobre pinturas. Este conjunto de narración, ensayo, reflexión episódica y registro detallado del paso del tiempo está escrito bajo la lupa del hiperrealismo. No le basta a Knausgaard con demorarse en el roce de la nieve en su rostro. No es eso lo que él persigue. La morosidad no es un fin último: en lo detalles encuentra el punto de partida para pensar en el sentido de la vida o en la muerte. Todas las cosas y los pensamientos están amplificados con intención, efecto y certeza.

El método del autor (si acaso hay un método) consiste en alternar, de manera dosificada y oportuna, descripción, narración crónica, reflexión sobre lo narrado y ensayo (reflexión en su grado cero). Los procedimientos se intercalan de manera milimétrica y calculada. La realidad es más real ante los ojos del lector porque está sometida a las reglas de la escritura de ficción. ¿Cómo hace Knausgaard para que nos interesemos en la vida de unos seres lejanos e insignificantes? Cómo podemos seguir, a pesar de que el lector supone que el curso de la narración sigue o seguirá el curso monótono de la existencia? Creo que ahí radica uno de los hallazgos de este libro y de todo el proyecto de Knausgaard. La realidad es más real porque es tratada como material para la ficción. El autor ha seleccionado los episodios que incluyen una trama o que han sido narrados bajo la idea de trama (en este caso es lo mismo). Además, esos episodios (que podrían ser considerados anodinos en otro contexto) no están narrados de una manera continuia o cronológica. El autor se ha servido de los saltos en el tiempo para alternar, así, el pasado más inmediato y minucioso con el supuesto presente (huidizo, inalcanzable) de la escritura. El tiempo es un asunto clave en el libro. No sólo porque la novela alterna distintos periodos de la vida de los personajes sino, sobre todo, por la administración del tiempo y las elipsis a la hora de hablar de esos períodos.

Knausgaard es uno de los grandes autores contemporáneos porque maneja, como pocos, las herramientas de la ficción: uso calculado de las locaciones, reflexiones en primera persona que le dan respiro al relato largo, fragmentación de las escenas, selección oportuna de la historia vital, redacción minuciosa de lo que ha sido minuciosamente observado, administración de los tiempos narrativos.

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Si bien es cierto que Knausgaard desgrana los pormenores de su vida en poco más de seiscientas páginas, este no es sólo el libro de una vida. Quiero rápidamente evitar el equívoco. Es, por el contrario, una novela en un sentido pleno y con todo lo que el término implica en los tiempos de la decadencia de la novela burguesa. Es un “viaje al fin de la noche”, como el de Céline, pero centrado en los helados barrios de Escandinavia. Es un viaje frío y desolador hacia el corazón escandinavo del ser humano. Es un tunel oscuro, denso, terrible. La novela es un viaje no al pasado ni al futuro sino al presente, ese presente que se vuelve un infierno cuando Karl Ove advierte que nada lo hace feliz. Es infeliz porque no puede escribir. Es infeliz porque no puede relacionarse con los otros. Sufre cuando se acuerda de la vida miserable de su padre. Sufre cuando no puede disfrutar de su relación limpia con su esposa. El presente es un pozo negro y profundo que engulle los fracasos. Un hombre enamorado es un un viaje al fin de la noche en la Noruega de su mente.

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Algunos críticos criticaron el aspecto anodino de los episodios que integran la novela: cambio de pañales, juegos infantiles rutinarios, paseos mínimos por las calles de Estocolmo, ciclos de día y de noche, conversaciones cotidianas. Pero estas descripciones de hechos y sucesos nimios o circunstanciales no son únicamente la materia de la novela. Un hombre enamorado cuenta en detalle, con obsesiva y artística minuciosidad, las relaciones amorosas entre él, su ex mujer y su novia (y segunda esposa) Linda, las caídas y el desmoronamiento moral de Karl Ove luego de que naciera su primera hija, los fracasos literarios, el ascenso y la caída de la intimidad. El libro es un recorrido, un buceo melancólico y rico en el mundo interior de un individuo. En este sentido, es una odisea íntima: la mente estrábica, solipcista y antisocial de Karl Ove Knausgaard, el autor del libro. En este marco, la novela puede ser vista como una continuación contemporáneo de ciertas búsquedas de la estética romántica, en un sentido amplio: Un hombre enamorado puede leerse como la autoexploración de un yo, con todo lo que esto significa: la lenta y desesperada indagación en los meandros de las ideas y los sentimientos de ese yo. Karl Ove narra los pensamientos como padre. En ese racconto pormenorizado aparecen reflexiones sobre sus reacciones y las de otras personas ante situaciones límites. La exploración íntima y privada se convierte en una especie distorsionada de filosofía antropológica, una sutil reflexión sobre sí mismo y, a través de él, de los hombres. El itinerario de un hombre que se frustra, que teme, que bebe para evadirse, que rechaza las meras formalidades sociales, que se siente atado a las pautas suecas de convivencia, es el mismo hombre que narra los sucesos y que expone su mirada descarnada y, a veces, cínica, de los sucesos. Por sobre este aparato histórico y personal sobrevuela la imperiosa y arrasadora sensación de un destino, con las connotaciones diversas que incluye este concepto: determinación, lucha y necesidad. Quizás ahí encontramos el uso del sustantivo hitleriano del título escandaloso: Karl Ove Knausgaard no cuenta cualquier lucha sino su lucha en la vida. ¿Qué es la vida de un hombre sino la lucha con su destino?

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Las conversaciones con su amigo Geir no solo abundan en tópicos críticos y literarios (hablan de autores noruegos como Knut Hamsum y Olav Hauge) sino que Gier define, en una larga conversación que se condensa en un momento proustiano, el perfil de la personalidad literaria y ética de Karl Ove. De esa manera, Karl Ove no tropieza con el inconveniente de tratar de definirse a sí mismo sino que pone en boca de su amigo (a quien vuelve a ver por azar en Estocolmo) las palabras que lo visten como una especie de sufriente y pagano santo moderno en términos éticos y sociales. La novela incluye las diferencias sociológicas y culturales entre suecos y noruegos, las ideas sobre la maternidad, sobre la paternidad, el difícil episodio con la estrambótica vecina rusa, la perspectiva de Karl Ove sobre su madre, la narración del pasado de Linda y su internación en el psiquiátrico, la larga conversación entre amigos sobre el fracaso. En suma, la novela es un breve tratado nihilista (de 600 páginas) sobre la vida contemporánea y sobre el fracaso del humanismo en los tiempos que corren.

Es curioso el destino del libro: Un hombre enamorado puede ser leído como una novela sobre el fracaso de un escritor exitoso.

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La novela trabaja con la memoria. La memoria es una aplanadora que devora lo que aparece bajo su égida y es, a la vez, una extraña trituradora del pasado. Knausgaard es hábil: convierte cada recuerdo en un fragmento literario. ¿Cómo lo logra? La memoria es la fuente, pero la máquina es la ficción. La memoria es el agua pero la máquina que encauza el río es la ficción. Siguiendo a Kant podría decir: la ficción proviene de la memoria pero no se deriva todo de ella. Para que algo sea literario, el escritor necesita de las herramientas de la ficción. Knausgaard parte de la memoria pero no lo deriva todo de ella. La fuente de la literatura es la memoria, como quería Sergio Pitol. En este sentido Knausgard es un seguidor involuntario del mexicano. La máquina de la ficción tritura y ordena los materiales de la memoria y entrega la ficción.

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En esta novela (y también en La muerte del padre, el primer volumen de la serie de seis libros) es como si la vida solo existiese para ser narrada o como si la narración pudiera dar cuenta de una vida con los fragmentos que han sido elegidos para la narración novelesca. Eso es Knausgaard: un narrador vital (no vitalista) y melancólico, audaz geómetra de su vida y de la vida de los otros.

© Fabién Soberón, Eterna Cadencia