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HISTORIETA › FLAMANTES LIBROS DE DIEGO PARES Y KWAICHANG KRANEO

Periodista:
Pablo Chacón
Publicada en:
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Corre el año 2101 y Sudamérica es un basurero humano donde las grandes potencias (en guerra) desechan los cuerpos inservibles e intoxicados. Allí está Dog Cortman, nuevo héroe solitario de la historieta argentina que lidera la serie Soy tóxico, acaso una de las mejores historias que presenta la edición 22 de Fierro, que aparece mañana con Página/12. El personaje –dibujado magistralmente por Diego Parés e ideado por los guionistas y directores de cine Pablo Parés y Daniel de la Vega– tendrá la casi imposible tarea de salvar a su familia del hambre y, al mismo tiempo, evitarles la peste. Pensada originalmente como guión de una película (encargo de un productor norteamericano a Parés y De la Vega, con quien habían trabajado en La sombra de Jennifer, con Faye Dunaway), la historia post-apocalítica se convirtió desde su primer capítulo en una de las más comentadas y esperadas por los comiqueros locales. Reunidos en un bar, los tres autores dan detalles del origen de la serie.

Pablo Parés: –La historia original la escribimos para un productor explotador con el que ya habíamos trabajado antes. Cuando llegó la hora de escribir Soy tóxico, no pudimos evitar poner metafóricamente (y no tanto) nuestra opinión sobre este productor y su mundo. La idea era hacer un largo que se pudiese filmar en el Valle de la Luna. Terminamos el guión, pero el proyecto quedó trunco. Varios años después, decidimos modificarlo para no tener problemas de copyright y adaptarlo al comic.

Daniel de la Vega: –Después de Jennifer’s Shadow, nos convocó para una película que debía respetar las siguientes reglas: ser post-apocalíptica, tener una pizca de Erase una vez en el oeste, el protagonista debía montar una moto y tenía que haber una bella mujer brasileña. En el primer encuentro con Pablo surgió la idea de este megacementerio latinoamericano y, en base a ese concepto, desarrollamos todo el universo de la serie. De ahí viene el aspecto político e ideológico de la historia. El trasfondo es una forma de rebelarnos contra quienes nos contrataban, un reflejo de nuestro sentir ante las imposiciones del sistema de producción norteamericano.

–¿Cómo se planteó ese trasfondo en términos estéticos?

D. P.: –Quiero aclarar que mi visión del origen de Soy tóxico es distinta. Para mí la idea era hacer un comic europeo de los ’80, más toda esa cosa grasa de las peores pelis post-apocalípticas, pero 25 años después, o sea más Larcenet. Por eso siempre estoy mirando mucho Mark de Villagrán, Barbara de Zanotto, aunque siempre teniendo en cuenta todo lo que aprendí de Pablo Fayó, de Esteban Podetti. No quiero hacer ilustraciones dentro de cuadritos. Me causa gracia usar de referencia historietas de Editorial Columba, que tradicionalmente estuvo tan mal vista por la elite del comic. Hago una confesión: estoy usando unos pinceles muy berretas chinos, seis pinceles por 10 pesos, que me ayudan a perder un poco el control de la línea.

–Y ustedes como guionistas, cuando repiensan la historia en formato historieta, siempre tuvieron a Diego presente en hacer el trabajo...

P. P.: –Sí. Un día mi hermano me pidió un guión para una historieta y me acordé de este proyecto. Contacté a Daniel y nos pusimos a trabajar. El trabajo de Diego sorprende porque le encuentra la vuelta para contar lo que nosotros escribimos de una forma mucho menos original. Diego es una de las pocas personas en quienes puedo confiar ciegamente, y siempre el resultado está por encima de mis expectativas.