Riverside Agency

Realizar una búsqueda avanzada +

Ingresar

¿Olvidó su contraseña? Haga click aquí

Simona Forti A 40 años de la muerte de Hannah Arendt

Periodista:
Nicolás Mavrakis
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
  • Descripción de la imagen 1

A cuarenta años de la muerte de Hannah Arendt (Alemania, 14 de octubre de 1906-EE.UU, 4 de diciembre de 1975), el legado intelectual de la autora de Los orígenes del totalitarismo (1951) y Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (1961), piezas claves de esa vasta geografía bibliográfica que intenta ubicar y desplegar las razones ?a veces simples y a veces crueles, y muchas otras al borde de la pura demencia? detrás del nazismo y del aniquilamiento como método político, aún recorre casi como columna vertebral la reflexión acerca de los límites entre la política y el mal. Pero para la propia Arendt, que se había formado en filosofía política en la Alemania de los años '20 y '30 del siglo pasado, el nazismo había llegado a su vida incluso antes de que fuera capaz de comenzar a pensarlo en profundidad. A partir de ahí, se entremezclan distintas circunstancias. Arendt fue descendiente de judíos, identidad religiosa y cultural con la que experimentaría idas y vueltas a lo largo de su tiempo; fue alumna y también amante de Martín Heidegger ?el filósofo cuyo vínculo con el régimen de Adolfo Hitler lo perseguiría para siempre? y no tardó en ser víctima de sospechas y acusaciones a medida que el proyecto del Nacional Socialismo avanzaba hacia la cima del poder público y la primera conciencia política e intelectual de Arendt lo rechazaba.

Cuando el gobierno nazi rechazó y finalmente le sacó la nacionalidad alemana, Arendt comenzó un exilio que la mantuvo primero en Francia hasta llegar a los Estados Unidos. Sólo terminada la guerra la pensadora volvería a Europa para estudiar los estragos políticos y metafísicos del Holocausto, y más tarde incluso al reciente Estado de Israel durante el famoso juicio contra Adolf Eichmann ?capturado por agentes israelíes en Argentina?, miembro de las SS encargado del diseño logístico de la llamada Solución Final. Ahí nació el proyecto que se transformaría en Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, obra en la que germina uno de los conceptos más perdurables de Arendt: el mal como una pieza entre otra de la burocracia, figura que se volvería gravitante a lo largo del análisis de genocidios planificados desde estados nacionales durante el resto del siglo. "Lo que más escandalizó no fue tanto el concepto de banalidad del mal sino el hecho de que Arendt hablara sobre los capos de las comunidades hebreas bajo la ocupación nazi como si se hubiera tratado de colaboracionistas que, en los hechos, habían ayudado a que ocurriera el Holocausto. Esto escandalizó a la comunidad hebrea en Nueva York. Arendt fue acusada de ser incapaz de hablar al respecto porque no había vivido la experiencia", explica por su lado Simona Forti (Italia, 1958), especialista en filosofía de la política y una de las intelectuales que mejor conocen el trabajo de Hannah Arendt en el mundo. "El argumento de los capos ?como se llamaba a los líderes comunitarios judíos durante el nazismo? era que no habían sido colaboradores sino que habían intentado, en medio de una situación difícil, evitar un mal peor. Habían buscado alguna salida. Ese conflicto con Arendt no se resolvió y por mucho tiempo en Israel no se tradujo el libro sobre Eichmann, ni se podía hablar al respecto. Había sido etiquetada como traidora, una hebrea que odiaba a los hebreos", recuerda Forti.

Docente y responsable, entre otras actividades relacionadas al legado arendtiano, de la edición en italiano del Archivio Arendt, que compila el trabajo producido entre 1930 y 1954, y el reciente ensayo Los nuevos demonios. Repensar hoy el mal y el poder (Edhasa, 2015), Simona Forti es una puerta no sólo hacia los conceptos y las ideas producidas por Arendt, sino hacia las resonancias que el cambio de siglo, las experiencias posteriores y la luz de la propia reflexión han ido sumando a ese pensamiento. "El mal continúa siendo banal en el sentido de que llega sin una real intención radicada en un ideal detrás de sí, ocurre sin una verdadera premeditación", explica acerca de la perdurabilidad de una de las ideas de Arendt. Sin embargo, Forti también ha elaborado observaciones propias. De ahí su redefinición de una "normalidad del mal" antes que una "banalidad". "Prefiero el término normalidad en vez de banalidad ya que Arendt indicaba que el mal no era radical sino superficial, es decir, incapaz de pensar. Hoy sin dudas eso continúa ocurriendo. El mal continúa siendo banal en el sentido de que ocurre sin una verdadera premeditación", explica. Un intercambio epistolar entre Arendt y el filósofo Gershom Scholem (1897-1982), recuperado en Los nuevos demonios, clarifica el proceso de análisis y revisión del concepto. "He cambiado de idea; ya no hablo más de mal radical ?escribe Arendt a Scholem?; ahora pienso que el mal no es más radical sino que es mal solamente extremo, y que no tiene ni profundidad ni espesor demoníaco. Cuando el mal actúa lo hace en el sentido de desafiar al pensamiento, porque el pensamiento busca ir al fondo, llegar a las raíces, y en el momento en que se ocupa del mal queda frustrado porque no encuentra nada. Esa es la banalidad que le es propia. Solo el bien tiene profundidad y puede ser radical."

¿Pero sirven las coordenadas diseñadas por Hannah Arendt durante el siglo XX para pensar la relación entre el mal y el poder en el siglo XXI? En este punto, la reflexión de Simona Forti se vuelve más interesante, en especial cuando el escenario internacional se extiende cada vez más rápido desde Oriente Medio hacia Europa y posiciona en primer plano teórico (y práctico) asuntos como el terrorismo, el contraterrorismo, el fundamentalismo, el racismo y la guerra. ¿Eso provoca diferencias cruciales entre lo que se entiende por mal y por poder entre Occidente y Oriente Medio? "En el mundo árabe hay una pluralidad de concepciones del mundo, de la vida y del mal, por lo que es importante distinguir entre un islamismo extremista y el islam. Las primeras víctimas de ISIS, por ejemplo, pertenecen al islam. En ISIS, en tal caso, lo que hay es un concepto maniqueo y dualista del mal. Una idea que separa netamente el bien, representado por ellos, de un mal que incluye a todos los otros bajo el rol de infieles", explica Forti. A partir de ahí, las posibilidades del mal ?que en su libro Forti analiza a través de Arendt, pero también a partir de la imaginación de Dostoievski, Nietzsche, Freud, Heidegger y Foucault, entre otros? se vuelven también un peligro para las medidas que buscan contrarrestar el terror. "El contraterrorismo siempre implica un riesgo", dice Forti. "París fue atacada duramente y es difícil pensar que no debe responder. Francia no se puede quedar inmóvil, pero cuanto más reaccione y ataque, más resentimiento se produce en el mundo islámico. Pero en esto se debe hacer siempre una distinción. Los ataques terroristas buscan víctimas bajo el objetivo de matar y lastimar sin discriminación, mientras que los ataques que como respuesta, en este caso, lleve adelante Francia no son al azar. El objetivo de un ataque francés no es exterminar sino cercar a los responsables de los ataques en París".

?Volviendo a Arendt y la política en los escenarios latinoamericanos, ¿hay vínculos entre totalitarismo y populismo?

?Para empezar, uno de los argumentos con los que se criticaba a Arendt era que había definido el totalitarismo con dos ejemplos históricos: el estalinismo y el nazismo. Para ella el fascismo italiano, por ejemplo, era un autoritarismo pero no un totalitarismo. En ese sentido, el concepto de totalitarismo podía servir para que Estados Unidos llamara a enfrentar al comunismo mientras que, al mismo tiempo, durante la Guerra Fría, apoyaba totalitarismos en Sudamérica. Ahora bien, y habida cuenta del uso instrumental del totalitarismo como término, en Arendt hay una discusión filosófica acerca de este término que deja otra posibilidad: un totalitarismo es sinónimo de mal radical en tanto destructividad del poder sobre la vida. El verdadero totalitarismo empieza cuando los opositores han sido eliminados y ya no se persigue a las personas por aquello que dicen o piensan sino por el solo hecho de ser. Ese fue el caso del nazismo, que perseguía a los judíos porque eran judíos. El autoritarismo, en cambio, sólo quiere eliminar a los opositores. Y esa es la gran diferencia. Respecto al populismo, hay dos ideas distintas entre Europa y América. El populismo hoy significa que hay una autoridad política que usa el enfrentamiento para movilizar a las masas y dirigirlas. Pero también, leyendo a Ernesto Laclau, en Sudamérica eso incluye una participación real del pueblo y no sólo su manipulación.

?¿Qué ocurre cuando, como señala el filósofo Alain Badiou, la "radicalidad del mal" se convierte en única medida del mal?

?Badiou señala que está en contra de la "radicalidad del mal" en tanto que convierte al Holocausto en la única medida del mal y a los judíos en únicas víctimas, lo cual se usa también para legitimar las acciones políticas del Estado de Israel. Mi posición es que el énfasis puesto en el "mal radical" ha sido instrumentalizado, pero también creo que hablar de Auschwitz como gran ejemplo de mal político no es únicamente algo instrumentable. Se trata de algo que ha shockeado a Occidente, ya que los judíos eran una parte integral de la sociedad europea, y por eso sigue siendo un factor de interrogación sobre lo que pasó en el siglo XX. Occidente no puede decir más, a partir de entonces, que el mal es algo ajeno. El mal, por lo tanto, no es algo que, actualmente, por ejemplo, provendría del islamismo árabe.

?A cuarenta años de la muerte de Arendt, ¿qué coordenadas de su pensamiento siguen vigentes y cuáles deberían revisarse?

?Lo más difícil de mantener hoy es la distinción que Arendt hacía entre lo social y lo político como esferas separadas, porque hoy están completamente entramadas. Ese es uno entre muchos puntos a revisar. También las distinciones tan claras entre ética y política, o la idea de que toda intervención biológica sobre los cuerpos implicaba una negación de la libertad y no una necesidad. Quizás lo más obsoleto de Arendt con el pasar de los años sea esa idea de que la necesidad impide la libertad, cuando hoy es el cuerpo donde también se expresan libertades. «