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Una excursión al Jurassic Park de la ideología

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Hace más de un año fueron convocados a debatir dos veteranos intelectuales franceses, Alan Badiou y Marcel Gauchet, sobre lo que podría definirse como una cuestión arqueológica: el comunismo. Pero llamativamente no a debatir sobre su extinción como consecuencia del colapso del socialismo real y de la Unión Soviética, sino sobre su posible futuro en vista de una supuesta "crisis" que estaría sufriendo el capitalismo.

Sus opiniones fueron impresas y ahora traducidas al español en un volumen que lleva por título el de un texto de Lenin de hace 113 años: ¿Qué hacer? (Edhasa, 232 páginas). Todos saben lo que hizo el líder bolchevique en respuesta a esa pregunta, lo sorprendente es que más de un siglo después algunos philosophes se la replanteen en términos similares, alegando que el capitalismo fracasó, la democracia está en crisis, la política agoniza y que la alternativa comunista continúa vigente.

Esa es la opinión de un casi octogenario Badiou, mientras la de su presunto antagonista Gauchet no difiere en el diagnostico aunque sí en la terapia. Descree del totalitarismo que acompañó siempre al comunismo genocida: Stalin, Pol Pot, Kim Il Sung, Mao, Castro, etcétera, y se inclina por una reforma a través del parlamentarismo liberal. De todas maneras ambos provienen del marxismo. Badiou es maoísta y Gauchet -a pesar de su apellido- profesa una socialdemocracia entre tímida y culposa.

Los convocantes al debate parten de algunas premisas que pondrían en fuga a cualquier politólogo, historiador o filósofo serio que no haya recibido su educación de los "mandarines" de la rive gauche en los años "50 y "60. Entre esas premisas incluyen: uno, las dudas políticas de Lenin en 1902 siguen vigentes; dos, el muro de Berlín cayó, pero sólo por un momento pareció que la democracia liberal y el capitalismo ganaban la partida; tres, el comunismo vuelve a tener crédito; cuatro, la democracia tambalea asediada por el capitalismo; quinto, es posible un comunismo no totalitario.

El más refractario a admitir la adversa realidad de estos días es Badiou que sostiene que Lenin traicionó el marxismo, que la atroz experiencia soviética nada tuvo que ver con el verdadero comunismo, que el comunismo no es totalitario y que el "conteo de muertos" es irrelevante para la discusión ideológica. Asegura que los países socialistas no fracasaron económicamente e iguala al neoliberalismo con el totalitarismo.

¿Qué propone? Eliminación de la propiedad privada, del Estado y de la división del trabajo. Su visión de la "modernidad" consiste en recurrir a la autogestión para la economía, el desarrollo tecnológico y la producción. Desprecia el pluralismo y considera "enemigos" a los disidentes. No metabolizó todavía el fracaso de la izquierda revolucionaria.

Gauchet, en cambio, condena el totalitarismo y plantea un control político de la economía. Está más cerca de la realidad, pero tampoco exagera. Lo curioso es que reclama creatividad política y social para salir de la encerrona ideológica en la que se encuentra la izquierda y dice que hay "escasez de invención". Lo hace ante los mismos editores que extraen toda su inspiración de un Lenin más que centenario.

Lo llamativo de la discusión, en resumen, no son los argumentos, ni los sofismas, ni la negación de la historia más palmaria, sino lo que los politólogos, sociólogos, economistas y cientistas sociales de hoy llamarían la "agenda", la suma de cuestiones de la hora. La falta de actualización de quienes deberían renovar la visión de la política pero se aferran y siguen proponiendo, como hace medio siglo, ideas abandonadas a un costado del camino por la historia.