Los diarios de Emilio Renzi, el gran legado literario de 2015
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"Años de formación" comenzó a delinear una idea precisa de quién es Piglia, voz ineludible de la literatura hispanoamericana actual y autor prolífico, distinguido con el Formentor de Literatura este año, premio que recibió su nieta Carlota Pederssen en España, debido a los problemas de salud que le hicieron imposible asistir.
"Nunca he podido estar en el lugar indicado en el momento justo. Siempre llego demasiado tarde o demasiado temprano. O no llego, como en este caso", bromeó Piglia en el discurso de agradecimiento que dio a conocer su amigo y editor José Herralde, responsable de publicar esta valiosa primera parte de los diarios donde el icónico alter ego del autor se confunde con su propia piel.
"La noción de primera lectura es inolvidable porque es irrepetible y es única, pero su cualidad epifánica no depende del contenido del libro sino de la emoción que ha quedado fijada en el recuerdo", comenta Renzi en el diario.
"El valor de la lectura no depende del libro en sí mismo, sino de las emociones asociadas al acto de leer. Y muchas veces atribuyo a estos libros lo que corresponde a la pasión de entonces (que ya he olvidado)", contrapone Piglia.
En todo 2015 no se publicó obra tan exhaustiva de ningún escritor. La pieza de Anagrama resume los primeros 10 años de registros que el autor de Respiración artificial comenzó a tomar con 16 años, cuando garabateaba un cuaderno siguiendo el derrotero emprendido por sus padres, quienes por razones políticas abandonaban la ciudad que lo vio nacer, Adrogué, para radicarse en Mar del Plata.
El periodo que va de 1957 a 1967, el proceso recorrido por un escritor en ciernes hasta la publicación de su primer libro, y abre la monumental trilogía que completarán "Los años felices" y "Un día en la vida".
Cómo se convierte alguien en escritor, "se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)", rescata Piglia en ese titánico ejercicio que emprendió al editar cientos de cuadernos escritos por él mismo durante más de cinco décadas.
La escena literaria del año que se va queda signada por la ligereza y solemnidad de quien escribe, primero, libre del prejuicio de una lectura ajena de esas páginas, y luego, siendo él mismo el lector entrometido que retoca y edita esas páginas.
"No hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida. Uno se convierte automáticamente en un clown (...) hablar de mí es hablar de ese diario. Todo lo que soy está ahí pero no hay más que palabras", explicó al respecto Piglia.
Uno de los valores de este trabajo está en patentizar el juego de la memoria capaz de instalar en un primer plano hechos mínimos o apenas esbozados y de borrar por completo del recuerdo páginas enteras de anotaciones.
A partir de ese ejercicio de edición, Piglia ordena las páginas en función de series que le interesan en particular y las intercala con pequeñas prosas y relatos con una forma muy literaria: construye el laboratorio de un escritor siempre interesado en intervenir lo que escribe, en devolver el pasado al presente, en cuestionar a qué tiempo pertenece un diario.
Del diario: "Las historias proliferan en mi familia, dijo Renzi. Se cuentan las mismas una y otra vez, y al contarlas y al repetirlas mejoran, se pulen igual que el canto rodado que el agua cultiva en el fondo de los ríos".
El propio Renzi firma los diarios escritos a lo largo de casi seis décadas. Piglia es quien los publicó en este año que se va, tal vez para perpetuar un mismo ritual, el de esa literatura que mejora cada vez que vuelve a ser contada.