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Martin Amis y su educación sentimental

Periodista:
Débora Vázquez
Publicada en:
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Por Débora Vázquez
Para LA NACION (ADN Cultura)

 

La viuda embarazada es una novela sobre las secuelas de la revolución sexual de los años 60. La cita de Alexander Herzen que Martin Amis (Oxford, 1949) elige como epígrafe prescribe la graduación de los cristales con los que esta revolución habrá de ser escrutada: "La muerte de las formas contemporáneas del orden social debería alegrar más que perturbar el espíritu. Lo pavoroso, sin embargo, es que el mundo que fenece no deja tras de sí un heredero sino una viuda embarazada". No obstante, sería ridículo tildar su novela de contrarrevolucionaria por el sólo hecho de que el interés de Amis consista en hacer foco en las víctimas que, como en toda subversión de un statu quo , nunca escasean. La abanderada de los mártires aquí es el personaje de Violet, la hermana menor del protagonista Keith Nearing, muerta a los cuarenta y seis años tras un cóctel de tres décadas de alcohol y promiscuidad. El desenfado con el que Violet vive su vida la convierte en una doble de Sally, la hermana menor de Martin Amis. Esto último no debería sorprender demasiado si consideramos que Keith Nearing es a su vez el álter ego del autor. En breve, se trata de un libro que en su origen iba a tener la forma de una autobiografía y que en el transcurso de los cinco años que a Amis le tomó plasmarlo terminó trocado en una novela "veladamente autobiográfica". Probablemente la razón de este corrimiento radique en la afirmación que el propio autor hizo en una de las tantas presentaciones de su libro: "Escribir de sexo de manera autobiográfica es sencillamente asqueroso".


Desde el Charles Highway de El libro de Rachel -su primera novela y la única apreciada por su padre, el escritor Kingsley Amis, según señala Amis hijo en Experiencia - Keith Nearing es su álter ego más cercano. Fumadores y lectores voraces, agnósticos antes que ateos y críticos tempranos del suplemento literario del Times, los dos coinciden en la edad (cumplieron veintiún años en 1970), el número de hermanos (un varón mayor y una mujer menor) y una estatura, muy a pesar de ambos, tirando a baja: "Ese harto disputado territorio existente entre 1,67 y 1,70 metros". Las diferencias, en comparación, resultan pocas pero son contundentes. Keith Nearing no es hijo de un caballero de las letras sino de una madre que, irónicamente, enviudó durante el embarazo y lo dio en adopción. Y lo más importante: Keith Nearing nunca llegó a ser Martin Amis. Tampoco pudo convertirse en el poeta que ansiaba ser en su juventud. Por ello, y teniendo en cuenta que la narración acompaña al protagonista desde los veinte hasta los sesenta años, podemos decir que ésta es una novela de formación fallida, o el retrato de un adolescente que no fue artista. El motivo, según el diagnóstico del propio Keith, es "un trauma sexual" que tuvo un lugar y una fecha: Montale, Italia, 1970, en un castillo donde veraneó junto con su novia y un grupo de amigos. Salvando las distancias, el experimento de juntar a un puñado de veinteañeros alrededor de una piscina se parece en el mejor de los casos a un Decamerón aggiornado y en el peor al Gran Hermano televisivo que, dicho sea de paso, Amis aborrece. Allí, el horror vacui está a la orden del día. Humoradas obscenas, comentarios sarcásticos y naipes cohabitan con trueques de ropa interior, picaduras de abeja o el conteo de las pecas de un brazo, mientras Keith procura seducir a la mejor amiga de su novia, adaptando con torpeza las estrategias empleadas en la literatura inglesa romántica. En lugar de drogar a su pareja para violarla, como hace Lovelace con Clarissa en la novela homónima de Samuel Richardson, Keith intenta drogar a su novia para tener sexo con la mejor amiga de ella. Además de ser alta, rubia y prescindir sistemáticamente de la parte superior de su bikini, Scheherazade es rica y aristócrata. El dinero y la diferencia de clase no son en La viuda embarazada el quid de la cuestión pero, como es habitual en la narrativa de Amis, tampoco pasan desapercibidos.


Hijos de la "Década del Yo", Keith y sus amigos no se avergüenzan de su afición al narcisismo, un vocablo definido en el segundo de los epígrafes del libro por el Concise Oxford. Acaso un guiño a la devoción que su padre tenía por este diccionario: "Es todo lo que realmente se necesita", cuenta Amis que solía proclamar Kingsley mientras le daba palmaditas a la tapa.


La prosa nítida y los diálogos osados y convincentes hacen de La viuda embarazada una novela legible pese a la complejidad de su estructura. Una narración escandida ya sea por fragmentos del mito de "Eco y Narciso" en la versión de Ted Hughes o por la voz de la conciencia adulta de Keith que repasa sus proezas sexuales desde la mirada extrañada de una suerte de ex combatiente al que le cuesta reconocerse como tal.


El tema del paso del tiempo es tan importante como el erótico y de él brotan los comentarios más ácidos y graciosos del libro: "La vejez no era para los viejos. Para lidiar con la vejez lo que se necesita realmente es ser joven: joven, fuerte, en el ápice de la forma física, ágil y con muy buenos reflejos". El último tercio del libro impone una aceleración radical en el ritmo. Hay un antes y un después de Gloria Beautyman, femme fatale -comparable a la Nicola Six de su novela Campos de Londres - que juega a la recatada escocesa católica.

 

La vitalidad y brutal naturalidad de la narración no va en detrimento de la consciente vigilancia del lenguaje. La detección de pronunciaciones erróneas, la afición a las etimologías y la fatalidad del uso o desuso de ciertos términos están a la orden del día. " Cool era casi la única palabra superviviente del vocabulario de su juventud. La utilizaban sus hijos, la utilizaban sus hijas, pero había perdido su connotación de 'perdón bajo presión' y ya sólo significaba good ."

 

La viuda embarazada es una trágica educación sentimental y una comedia regida por la guerra -de sexos, de edades, de clases y religiones- en la que las mujeres, de acuerdo al maniqueísmo que impera en el libro, llevaron las de perder. Es cierto que en esta revolución sexual "toda adaptación dura y difícil iba a recaer sobre las chicas... Los chicos podían seguir siendo chicos. Eran las chicas las que tenían que elegir. Y la ingenuidad, probablemente, se había terminado".

 

LA GUERRA DE LOS GÉNEROS

 

Aunque en agosto cumplirá 63 años, a Martin Amis le sigue cuadrando el mote de enfant terrible de la literatura británica. Un ejemplo reciente es la respuesta que -parafraseando a Nabokov, uno de sus autores favoritos junto con Saul Bellow- esgrimió en una entrevista cuando le preguntaron si las mujeres eran mejores novelistas que los hombres: "Soy exclusivamente homosexual en mis gustos literarios". Un provocación para la prensa, como lo fueron la mayoría de sus libros para su padre. Es conocida la anécdota en que el narrador y poeta Kingsley Amis revolea por los aires la novela Dinero en su presencia al descubrir que el nombre y apellido de su hijo coincidía con el de uno de los personajes de la ficción. A Martin Amis le entusiasma tanto desafiar y desafiarse que a veces es capaz de contradecirse en una misma conversación. "El mejor novelista de la historia de la literatura inglesa es una mujer, George Eliot. Con Jane Austen pisándole los talones. Y las hermanas Brontë, claro", aseguró justo antes de la citada humorada sexista. No tendríamos por qué desconfiar de este ranking si consideramos que cuando Amis dejó de leer cómics ingresó a la literatura de la mano de Jane Austen ( Orgullo y prejuicio , Emma y Sentido y sensibilidad figuran entre las lecturas de cabecera de su álter ego en La viuda embarazada ) por recomendación de la segunda mujer de su padre, la novelista Elizabeth Jane Howard. Después de todo, de su fama de misógino ya se viene ocupando con creces la militancia feminista.