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Enrigue: "Grave es percibir nuestros países como un fracaso"

Periodista:
Pablo Chacón
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Por Pablo Chacón, Telam

 

Bajo esos imperativos, el libro, editado por el sello Anagrama, es a la vez una novela iniciática y otra del tiempo recobrado, aunque sin pretensiones de totalización teórica o narrativa.

 

 

Enrigue nació en México en 1969. Ganó el premio de Primera Novela Joaquín Mortiz en 1996 con "La muerte de un instalador", seguida de "Virtudes capitales", "El cementerio de sillas" e "Hipotermia".

 

Podría decirse que la trama de "Decencia" implica a un niño testigo de la revolución de principios del siglo XX y al viejo que será, entrado el siglo XXI, pero sería olvidar que la estrategia del narrador es obligar al tiempo a volverse elástico, plástico.

 

 

Enrigue, en conversación con Télam desde Nueva York (donde disfruta de un subsidio otorgado por la Biblioteca Pública de esa ciudad), descree del campo definido por el futuro anterior, tiempo verbal que suele usarse en la práctica del psicoanálisis.

 

"Pero no -dice el escritor-. El psicoanálisis me parece una mitología, en el sentido en que Borges consideraba un mitólogo a Santo Tomás de Aquino. Soy ateo, y eso incluye a todas las doctrinas, hasta las más caras de padecer."

 

 

En algún momento, el polígrafo dijo que su novela era un intento por entender 70 u 80 años de historia mexicana . "Bueno, esas son cosas que uno le dice a la prensa para salir del paso. La verdad es que una novela no se trata de nada más que de cómo se podría contar esa novela", agregó.

 

"Sin embargo, no desmiento el vigor de la literatura latinoamericana actual, así como su rasgo diferencial respecto de otras literaturas. Por cierto, me parece que sí hay una peculiaridad latinoamericana y que cuando estamos hundidos en ella sólo notamos lo que tiene de irritante", dice.

 

 

Y agrega que "esa peculiaridad es, efectivamente, menos punk, en Uruguay y Chile -estupendos países para retirarse en mi humilde opinión. Brasil es otra cosa, sobre la que no puedo opinar. Los brasileños son para ustedes lo que los gringos para nosotros: el marciano de a la vuelta".

 

Enrigue habla del calor insoportable de Nueva York. Y retorna: "Porque podría ser peor. Lo grave es que percibamos a nuestros países como un perfecto fracaso en lo que para todos los estándares es un momento de auge para Latinoamérica."

 

 

Y vuelve a la literatura: "El boom de los 60 fue más grande que el realismo mágico. El realismo mágico, pongamos, es (Gabriel) García Márquez, Alejo Carpentier, pero ¿dónde están las lluvias de café en los textos de (Mario) Vargas Llosa?", se pregunta.

 

"La tropicalización de un mundo amplísimo sólo marginalmente tropical es responsabilidad de tres o cuatro autores, de los cuáles sólo García Márquez y Carpentier eran realmente buenos", insiste.

 

 

Pero "en el boom estaba (José) Donoso, tal vez (Julio Ramón)Ribeyro, (Juan Carlos) Onetti, el mejor (Carlos) Fuentes y el mejor (Julio) Cortázar".

 

"Si juntás todas las obras completas de los cinco tendrías cuatro buenos metros de libros sin ni una palmera", resume el escritor mexicano.

 

 

Enrigue también dice estar al tanto de la nueva narrativa latinoamericana: "Estoy al tanto, más de lo saludable. Me gustan mucho, además de los obvios, Antonio José Ponte, (Mario) Bellatín, (Alejandro) Zambra, y (Oliverio) Coelho en la Argentina, por ahí va."

 

"Creo que escriben con una libertad absoluta y sólo lo que tienen que escribir. No les darían un premio nunca. Por otro lado, he sido lector de Juan Gabriel Vázquez por varios años y ya vez: le dieron un premio. Nunca sabes", dice, y vuelve a reírse con una risa contagiosa incluso a la distancia.

 

 

Estos escritores incorporan a sus tramas menos el consumo de drogas que la política sobre drogas de los gobiernos del continente.

 

"Sí, pero no creas que en México la situación es peor que en el resto de los países", asegura Enrigue.

 

 

"Si legalizás, las economías de México y Estados Unidos -y con ellas las del bloque económico más poderoso del mundo- se pulverizan y el mundo completo se va por el inodoro. Ese desacople también está representado en la nueva narrativa."

 

El escritor sospecha (o está seguro) que "la gracia de la novela como género estriba, precisamente, en que siempre está una nariz adelante de lo literario, tan fatigoso. Es demasiado vulgar, demasiado trabajosa, demasiado antipática para poder ser gobernada por la corrección y el buen gusto".

 

 

Enrigue no demoniza a los grandes grupos editoriales, o mejor dicho, los ubica en un mercado que aísla, recorta, concede sin saber, y vende.


"Lo que hacen las filiales es proteger a su mercadito de forma ratonera, así que deliberadamente no conversan entre sí", dice.

 

"Pero el fuego del talento revienta siempre los contrafuertes con que pretenden confinarlo los contadores. A los buenos, tarde o temprano, terminamos leyéndolos, lleguen por donde lleguen."

 

"Y tampoco hay que ponerse de venas abiertas: es cierto que los grandes grupos editoriales eligen generalmente a escritores estándar para convertilos en estrellas regionales, pero también lo es que lo poco que sabemos unos de otros (tarde, pero lo sabemos) se lo debemos en buena parte a ellos", concluye.