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El pintor y su hija

Periodista:
Alejandro Patat
Publicada en:
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Por Alejandro Patat para ADN Cultura

 

En La larga espera del ángel , Melania Mazzucco se propuso narrar los últimos quince días de agonía de Tintoretto, en los que éste se entrega al recuento de su experiencia como hombre y como artista. Tres temas convergen en el largo y minucioso relato: la lucha encarnizada para imponerse en el ambiente artístico veneciano dominado por la figura y la obra de Tiziano, la vida familiar, y la escabrosa relación con su hija predilecta, Marietta, conocida como "la Tintoretta", hija ilegítima reconocida por su padre, nacida de una relación del pintor con una amante alemana. De la obra de Tintoretto, la escritora privilegia algunos trabajos monumentales, aunque parece más propensa a llamar la atención sobre la paciente labor de Marietta. Mientras el padre realiza pinturas religiosas para la República, la hija retrata a las prostitutas de los canales.

 

 

La vida familiar de Tintoretto, según nos narra Mazzucco, fue intensísima. Ambicionaba dejar memoria de sí, pero debía también medirse con su origen humilde (como indica su nombre, era hijo de un tintorero) y con la necesidad de mantener a sus ocho hijos. En sintonía con sus tiempos, los varones estaban destinados a formar parte del atelier del padre, pero el Maestro, apoyado sólo por el reverente hijo mayor, debió luchar contra la falta de vocación, la mediocridad y el ansia de libertad de los otros. Llamativamente, Marietta fue incorporada al atelier , lo que generó todo tipo de habladurías y persecuciones.


De acuerdo con la inclinación de Mazzucco por los personajes al borde del abismo, era de esperarse que la novela se centrara en la relación perversa entre Marietta y su padre. Uno de los pasajes más logrados de la novela -la incursión en la poética del artista- es la escena en que él le enseña a su hija a pintar con los ojos cerrados. Sensualidad, erotismo y pasión se entremezclan con la materialidad de la pintura en esa lección inolvidable para la joven.

 

 

No faltan en el texto capítulos de evidente propulsión histórica. Así, la batalla de Lepanto, el carnaval liberador luego de la derrota turca, el incendio del Palacio Ducal o las imágenes de la peste (en las que Mazzucco se mide, temeraria, con las célebres descripciones de Boccaccio y de Manzoni) son episodios hábilmente manipulados sobre la base de una nutridísima documentación. De hecho, luego de la publicación de esta novela en Italia, Mazzucco editó un inmenso volumen en que detalló las investigaciones que realizó en archivos públicos y privados para componer esta historia.


Mazzucco (Roma, 1966) ya ha acostumbrado a sus lectores a los sobresaltos. Todas sus novelas, desde El beso de la medusa hasta Un día perfecto , pasando por su inolvidable Vita (una historia de los inmigrantes italianos en Nueva York), se centran en personajes prisioneros de disturbios emotivos. Sus tramas están repletas de idas y vueltas, cambios bruscos de la suerte, fruto de la rica imaginación de la autora. Poco convincente, por momentos, la traducción.