Una mirada desde el más allá
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Por Soledad Quereilhac | Para LA NACION
En una entrevista para la edición norteamericana de The Paris Review , en agosto de 2010, le preguntaron a Michel Houellebecq de dónde sacaba el temperamento para escribir ideas tan polémicas sobre el islam, la prostitución o la diferencia de géneros como las que suelen aparecer en sus novelas Las partículas elementales (1998) o Plataforma (2001), a lo que el consagrado escritor francés respondió: "Es fácil. Simplemente imagino que ya estoy muerto". En su reciente novela El mapa y el territorio , publicada en castellano apenas un año más tarde que su edición francesa, este ejercicio de imaginación parece haberse radicalizado, no por el contenido polémico de la historia, sino porque un tal Houellebecq, convertido en personaje secundario, literalmente muere al promediar la novela. La inclusión de sí mismo como parte de la ficción no se agota en un gesto narcisista; por el contrario, se ensambla a la perfección con uno de los temas que domina su libro: la reflexión sobre el arte y los artistas en la sociedad actual, y la representación de un clima de "fin de época" -la del capitalismo industrial tal como lo conocemos- que no sólo se lleva consigo las fábricas y las profesiones tradicionales, sino también a un escritor francés, a veces moderno y otras posmoderno, lector de los reformadores del siglo XIX e innegable producto del siglo XX, como Houellebecq.
Ganadora del prestigioso premio Goncourt en Francia, El mapa y el territorio ya es señalada por algunos críticos europeos como la "mejor" novela de Houllebecq, y si bien es cierto que el trazado de este tipo de rankings siempre es discutible, sobre todo en la inmediatez de la publicación, el entusiasmo parece justificado por un rasgo característico que ésta comparte con sus anteriores novelas: un lúcido trabajo con la contemporaneidad, con las formas de producción y de socialización, con la circulación de una sensibilidad de época propia de las sociedades capitalistas actuales (en particular las europeas), sometidas al punto de vista de un futuro relativamente cercano, en 2020 o más, lo que permite concebir la realidad actual con la distancia de una etnología literaria, que no tiene, empero, nada de "científica", y sí, en cambio, mucho de lo aprendido en la mejor ciencia ficción, género del que Houellebecq se declara ferviente lector.
Ese ejercicio de "imaginarse muerto" al que se refería Houellebecq en la entrevista, así como su efectiva muerte dentro de la ficción de El mapa y el territorio , sintetizan, en realidad, la perspectiva global desde la cual el autor francés mira su universo narrado: desde el "post" de los tiempos, desde el capítulo siguiente de una actualidad cuya imborrable atmósfera de "fin de era" obliga a proyectar su caducidad. En lugar de fabular otros mundos posibles con huellas del mundo conocido, ejercicio clásico de la ciencia ficción, Houellebcq posee la habilidad de mirar el mundo actual como si se tratase de "otro" mundo al que hay que observar con extrañamiento. Y si bien fue en La posibilidad de una isla (2006) donde algunos tópicos propios de la ciencia ficción aparecían de manera explícita -la clonación de humanos, el avance tecnológico conjetural-, en El mapa y el territorio la irrupción de una enunciación del futuro es un claro préstamo al género, aunque con fines inusuales: entre ellos, narrar el ciclo completo de la carrera del artista plástico Jed Martin, incorporando lo que los historiadores del arte dirán sobre la evolución de su obra, aun cuando todavía desconozcamos buena parte de la vida del personaje y estemos leyendo su historia en tiempo presente.
El ciclo artístico de Jed Martin -un artista que reduce su vida personal a un grado cero de la sociabilidad, exceptuando a dos mujeres amadas (una de ellas prostituta), su galerista, su padre y Houellebecq- se desarrolla en cuatro etapas principales, bien diferenciadas entre sí, pero en última instancia conectadas por una inquietud común: "el trabajo humano". La primera tuvo como meta lograr "una descripción objetiva del mundo" a través de la fotografía, "consistente en confeccionar un catálogo exhaustivo de los objetos fabricados por el hombre en la era industrial". Cientos de fotografías dedicadas a "tuercas, pernos y llaves inglesas como si fuesen joyas de un resplandor discreto". La segunda etapa se concentró en los mapas Michelin del territorio francés, concebidos desde una perspectiva estética: en esos mapas, Jed detecta mezclados, como algo sublime, "la esencia de la modernidad, de la percepción científica y técnica del mundo, con la esencia de la vida animal", superposición que, por cierto, es perturbadora para el propio Houellebecq, tal como ha testimoniado en sus otras novelas. Con la serie de fotografías de mapas, las obras de Jed Martin comienzan a cotizar en el mercado internacional del arte. La tercera etapa es la responsable de su escalada al primer puesto de los artistas más cotizados de Occidente: Jed produce una serie de cuadros figurativos que representan los oficios y profesiones de su época. Desde los iniciales "oficios sencillos", como el de Ferdinand Desroches, carnicero caballar, hasta roles más complejos como los que capturan los cuadros de Bill Gates y Steve Jobs conversando sobre el futuro de la informática, del arquitecto Jean-Pierre Martin abandonando la dirección de su empresa o el inconcluso, luego destruido, de Damien Hirst y Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte, finalmente reemplazado por el último cuadro de la serie, dedicado a un artista contemporáneo: Michel Houellebecq, escritor. En la cuarta etapa, tras veinte años de no exhibir obra alguna y hallarse recluido en una mansión de la campiña francesa, el artista combina, en un programa informático, largas filmaciones de plantas, de retratos dejados a la intemperie y de productos electrónicos degradados con ácidos, y obtiene una yuxtaposición que transmite el fin de un ciclo de manufacturas y la invasión de lo vegetal. Esta etapa ya acontece en el futuro y Jed vuelve a encarnar -independientemente de las reglas alocadas del mercado del arte- al artista que representa procesos globales, no siempre evidentes, de su contemporaneidad, y cuyas obras poseen un estatuto estético que es un auténtico misterio.
Con inteligente deriva hacia el policial en sus últimos capítulos -deriva que recuerda que "el contar una historia" sigue imponiéndose por sobre cualquier tesis velada en la novela-, El mapa y el territorio no sólo resulta una brillante obra por su combinación de sólida narración y antojos autorales (describir con minuciosidad aparatos electrónicos, autos de lujo o la reproducción de los insectos, con la convicción de un ecléctico "materialismo" realista), o por la lucidez cuasi morbosa con que describe personajes de la vida cultural francesa (el propio Houellebecq; su amigo, el escritor Frédréric Beigbeder; el animador televisivo Julien Lepers, entre otros) o por la rara intensidad vital que poseen los personajes, a pesar de estar situados en un ostracismo monacal de rutinas laicas; también lo es porque en ella vuelve a brillar esa mirada del "realista que exagera un poco", tal como define Houellebecq su tarea de escritor. Gracias a ese margen de "exageración", es posible disfrutar de la novela como un excéntrico mapa -mezcla de referencialidad y trampas engañosas de la representación- que se imprime como espectro sobre el territorio de lo real.
WIKIPEDIA COMO EXPERIMENTO
En la página final del libro, donde figuran los "Agradecimientos", Houellebecq aclara, con el honesto desparpajo que lo caracteriza: "No suelo deber gratitud a nadie porque me documento bastante poco, muy poco incluso comparado con un autor norteamericano". No obstante, admite su deuda con el sitio web Wikipedia de Francia, "cuyas notas he utilizado como fuente de inspiración". Lo cierto es que este vínculo de "inspiración" fue interpretado de otra manera por algunos compatriotas, y a poco de editarse la novela, en septiembre de 2010, Houellebecq fue acusado de plagiar varias entradas del sitio. Acostumbrado a los escándalos con la prensa francesa (suelen recaer sobre él acusaciones de misógino, antimusulmán y reaccionario, basadas tanto en algunas declaraciones provocativas como en la impericia de ciertos periodistas para separar al novelista de sus personajes), Houellebecq salió a defender su posición: "Robar de Wikipedia, una enciclopedia on line , no constituye plagio necesariamente. Puede ser, también, una forma experimental de literatura. Incluso, una forma de belleza"..