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La fiesta inolvidable

Periodista:
Roy Chudley
Publicada en:
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Por Ezequiel Acuña - Página 12 (Radar Libros)

Un empresario de oscuros negocios organiza la que promete ser la fiesta más extraordinaria donde se celebran la frivolidad y la riqueza. Pero las cosas no salen como estaban previstas. Niccolò Ammaniti pasa del neorrealismo de su último libro a un cruce de humor negro y sátira social.

 

Dos extraordinarios personajes principales se turnan un capítulo cada uno. Por un lado tenemos a un escritor famoso de best-sellers que se codea con la farándula. Tiene un programa en la televisión, fue elegido el tercer hombre más fachero de Italia por una revista de actualidad, y está tan preocupado por el bloqueo que no lo deja terminar su última novela como por salir joven ante la cámara –aunque ya está por arriba de los cuarenta años–. Se parece bastante a un rock-star, tiene fanáticas que no leyeron sus libros pero se agolpan para tocarlo, y uno nunca termina de saber si realmente es buen escritor o se trata de un gran producto más del mercado. Por otro lado, está un mediocre líder de una aún más mediocre y reducida secta satánica llamada las Bestias de Abaddón. De día vende muebles en el negocio de su suegro y es ninguneado por su esposa, de noche intenta ser un sumo sacerdote del mal. Pero las Bestias de Abaddón están en crisis: hubo fuga de integrantes, no tienen ningún logro particular... y, sobre todo, nunca hablan de ellos en Internet. Ni figuran.

 

 

Se podría decir que la entretenida novela de Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) tira hacia la comedia negra. Y con bastante mérito tiene más de un pasaje destacable. Por ejemplo, en una pizzería mientras almuerzan, los jóvenes acólitos metaleros le echan en cara al satánico líder que nunca realizaron los sacrificios humanos y las orgías con vírgenes que les había prometido. Después, exigen un plan para convertirse en la secta más satánica de Italia, en la número uno. Hasta el satanismo es un concurso de popularidad y la escena –un poco absurda, un poco realista, muy divertida– recuerda bastante a la Divine de John Waters en la película Pink Flamingos.

 

Pero en el centro de la novela Que empiece la fiesta hay, como corresponde, una fiesta, organizada por un empresario que amasó una gran fortuna en los años noventa con negocios oscuros y se compró uno de los parques públicos más lindos de Roma, Villa Ada, donde quedaba la residencia real de los Saboya en el siglo XIX. El empresario mantuvo el parque cerrado durante un par de años, mientras lo poblaba de animales exóticos, modificaba su flora y preparaba un safari para la fiesta de inauguración que será grandiosa, exclusiva, memorable, megalómana. Cualquier comparación con la Italia de Berlusconi corre por cuenta del lector.

 


Si es impecable el armado de los personajes –de los dos protagonistas y también los que los secundan– Ammaniti se lleva muchos puntos con la construcción y el despliegue de la fiesta, el montaje de la organización de esa especie de Jurassic Park de la frivolidad.

 

Como es de imaginarse –y tal como sucede en el libro de Michael Crichton– la fiesta está destinada a terminar en la tragedia. El líder satánico tiene un plan para pasar a la inmortalidad. Compra por eBay una fiel reproducción de la Durandarte, la espada del héroe medieval Roldán, y junto con sus acólitos entra a la fiesta como camarero para secuestrar a una cantante pop y sacrificarla en un ritual diabólico.

 

 

Desde la mirada del escritor (que a pesar de haberse acostado con varias top models se detiene a considerar si asistir a la fiesta perjudicaría su imagen de intelectual comprometido) Ammaniti cuenta la parte glamorosa de la fiesta, llena de chismes, contrincantes y peleas por la imagen, oscila entre el análisis intelectual de la farándula y la pedantería y el egocentrismo.

 

La novela de Ammaniti es sumamente divertida, pero no deja de ser seria y pesimista, y lejos de armarse en base a gags, el espíritu negro, absurdo, fatalista, hace que uno se pregunte entonces si va a terminar bien o pasará a la tragedia en cualquier momento. Está claro que es graciosa, pero como una buena película de Alex de la Iglesia la sensación es que hay algo ahí que no está nada alejado de la locura real del mundo. Vale decir que Ammaniti viene de Como Dios manda, una novela de perdedores, dura y violenta que lo ubicó como heredero del neorrealismo. Y definió su habilidad para retratar la marginación, el grotesco cotidiano y el infortunio, como Dostoievski, como el atormentado Arlt.

 

 

Que empiece la fiesta es libro completísimo: hay humor, hay acción, hay aventura, hay una gran fiesta, hay sexo, amor y amistad. Y hay algunas reflexiones bien filosas sobre los tiempos modernos, el ridículo, la frivolidad, el lujo y el poder. Todo lo que se puede pedir de una novela.