Siri Hustvedt: "El deseo puede romper una pareja feliz en un instante"
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POR XAVI AYÉN - La Vanguardia
Ella tiene 55 años y es poetisa. Lleva tres decenios junto a su marido, científico en la sesentena. Un día, él llega a casa y le dice: "Cariño, necesito una pausa en nuestra relación". Ella aclara: "La Pausa tiene treinta años y es francesa". Al poco, a ella la encierran en un manicomio. La nueva novela de la norteamericana Siri Hustvedt (Northfield, 1955), El verano sin hombres (Anagrama), es la historia de cómo Mia –así se llama la protagonista– afronta la pausa: su enloquecimiento, el proceso de recuperación, la construcción de un relato que la sane, el contacto con otras mujeres... Las malas lenguas han puesto énfasis en los rasgos comunes de Mia con la propia Hustvedt y de Boris, el marido, con Paul Auster, pareja de la escritora desde el año 1981.
Esta novela puede leerse como una continuación, en cierto sentido, de su ensayo La mujer temblorosa, ¿no cree?
En cierto sentido. Aquello era un ensayo autobiográfico sobre mis crisis nerviosas, y en esta novela introduzco bromas sobre neurología, pero el libro es diferente.
¿Cuál fue su idea inicial?
Acabé Elegía para un americano, mi cuarta novela, y me dije que todo lo que hiciera desde entonces sería desde el punto de vista de una mujer. Había escrito tanto desde la mirada masculina... Descubrir la voz femenina ha sido interesante, hacer que llevaran ellas la voz cantante, que fueran las narradoras, y en este caso como si fuera una película de George Cukor, me gustaba la idea de mezclarlo con referentes cinematográficos de los directores que adoro. Quería sentido del humor, mujeres... una especie de comedia feminista.
Con final feliz incluido, en el sentido más clásico...
Sí, pero yo ironizo. Mia sabe que la clave de las buenas comedias es que acaban justo en el punto exacto de la historia para que sea todo una comedia, y ahí acaba ella la suya, con un fundido en negro. Pero, en el fondo, ella es lista y también sabe que nada vuelve a ser nunca lo mismo. Es un libro también sobre las diferencias, no solo las sexuales sino todo aquello que nos hace diferentes, como la edad. Me baso en los estudios contemporáneos sobre biología. Hay ironía, pero a la vez tratamiento serio, profundo, de las cuestiones.
Es como una novela francesa, porque intelectualiza mucho las situaciones, teoriza sobre todo...
Lo que sustenta una comedia es la distancia: explicar algo desde fuera y mostrar que, visto así, el mayor drama es, en el fondo, ridículo. Muestro cómo ella se salva, esos mecanismos de supervivencia basados en el continuo movimiento de la imaginación, ella va a construir un relato digerible sobre lo que le ha sucedido. La novela es sobre el valor y el poder de la imaginación.
Para ello, Mia utiliza tanto la poesía como la ciencia...
Ambas nos son útiles, ¿verdad? Yo leí a mis tres escritores favoritos, Coetzee, DeLillo y Auster, para ayudarme a describir esa sensación depresiva que tienen algunos de sus personajes, pero sobre todo he leído mucha neurobiología. Y la historia de la ciencia es muchas veces absurda: cómo buscaban partes del cerebro femenino que no existían, cómo demostraban que las hembras no tenían orgasmos, todo el hilarante debate sobre el clítoris... Los doctores han dicho cosas horribles, ridículas, que citándolas tal cual ya son subversivas.
¿Quién es esa Frances Cohen a quien usted dedica el libro?
Mi psicoanalista.
Vaya... ¿Qué opina del libro?
Le ha encantado.
Ese es tal vez uno de los mayores miedos de muchas mujeres en la mediana edad: que su pareja les deje por una chica joven. ¿Ha recibido respuesta de lectoras que se identificaban?
¡Enorme! Mucha gente. Yo no trato del deterioro de una relación de pareja, esto es algo diferente. Es una pareja que lleva mucho tiempo junta, y todo va bien entre ellos, no tienen problemas pero, una mañana, él decide irse con otra. Lo sorprendente es la cantidad de gente que ha venido a contarme historias reales que son exactamente lo mismo... incluso amigos y conocidos que me han dado grandes sorpresas... Lo que me fascina de todas estas historiaa es que no había ninguna señal de alarma. Una mujer que estaba haciendo la mudanza con su marido, se iban a una casa más grande, y que, tras empaquetar todas sus cosas, con el camión ya lleno, echan un último vistazo a su casa antigua y el marido le dice: "No voy a ir contigo". ¡Ella no se lo podía creer! De eso va mi libro: la caída repentina en el pozo, sin que medie un proceso, es algo chocante y que sucede muchísisimo.
Usted muestra esa marcha pero también cómo, en una relación de largo recorrido, puede alcanzarse una conexión profunda entre dos personas.
¡Esa es la cuestión! Mia está enfadada pero a la vez comprende el enorme poder del deseo sexual, y el libro es sobre eso. A ella la encierran en un manicomio, y se pone a escribir un diario de todos sus encuentros sexuales antes de Boris, convirtiendo su propia experiencia en un relato pornográfico, lo que le ayuda a tomar distancia de sí misma.
Es un hallazgo llamar a la francesa la Pausa... Además, en el fondo, él tenía razón: ¡era solo una pausa! Lo que al principio parece una ironía o una mala excusa se revela como la verdad...
A ella no quería ni nombrarla. Supongo que tiene padre y madre pero no me importa. Este libro entero es una pausa. Ha sido mi pausa. La pausa es la chica. El verano es siempre una pausa, Mia también se toma su pausa. Toda la novela se organiza como una pausa entre una realidad y otra.
Podría haber sido un sueño...
En las películas a veces es un sueño...
Mia tiene relación con dos grupos de mujeres: las dinámicas ancianas amigas de su madre, y las adolescentes a las que enseña poesía. Es muy simbólico: como una reunión de todas las mujeres del mundo, con ella en medio.
Sí, a mí me encanta la chica pequeña, Flora. No aparece ningún hombre, ninguno. Solo Simon, el niño, pero no habla.
¿Se lo ha pasado bien escribiendo esto?
Me he divertido mucho. Cuando mi marido volvía a casa, me encontraba escribiendo y riéndome sola en el despacho.
¿Quién ha hecho los dibujos del libro?
Los he hecho yo, es la primera vez que ilustro un libro. Marcan, puntúan los estados emocionales de la novela. Hay una chica con una caja, al principio ella está encerrada dentro, llorando, luego sale...
¿Quién es Stefan?
El hermano de Boris, que se suicida. Es la peor historia del libro. Muestra todo el peso que carga él en su espalda. Es la explicación de por qué Boris es un hombre emotivamente tan cerrado. Esa muerte horrible, en términos de la historia, me sirve, si no para crear empatía, para explicar psicológicamente la oscuridad de Boris.
Por eso es un libro sin hombres pero que, en el fondo, les comprende...
Eso mismo creo. Ellos dos tienen espíritu de comunión, quieren estar juntos. Pero dibujo unas psicologías complejas.
Con este argumento, tenía el peligro de caer en el sentimentalismo, pero no es su estilo...
Lo importante es que todo lo que sucede es muy ordinario, el material es terriblemente vulgar, pero no el libro, la manera en que todo este material se procesa. Eso es lo interesante, es un libro sobre el juego, sobre cómo jugamos en la vida, ordenando las cosas, dándoles magia e insuflando imaginación en la banalidad. Y funciona.
¿En qué trabaja ahora?
En otra novela, que se llama Monstruos en casa.
No parece divertido...
No lo es. Hay mucha gente que va a contar la historia, hombres y mujeres, cada vez sale una nueva voz, es una polifonía. Me obliga a escribir de formas muy diferentes.
No le he preguntado por la parte de hechos reales que hay en el libro, porque he leído en The Guardian que deja usted de reirse cuando se lo sacan a colación.
¿Le preguntaría eso a un hombre? Si lo hubiera escrito Paul Auster, ¿le preguntaría si le ha sucedido a él?
No, no, pero tampoco se lo he preguntado a usted.
Usted no. Pero tengo la sensación de que si lo escribe una mujer la gente imagina que es algo que le ha sucedido, y si lo cuenta un hombre forma parte de su talento imaginativo como escritor. Yo también tengo mucha imaginación. Si me lo preguntara, de todos modos, ¿sabe qué le respondería?
¿Qué?
Que todos los escritores trabajamos con material autobiográfica, y la magia de la ficción es que eso se presenta de un modo en que ya no importa qué es lo que proviene de la vida real y lo que no. Le respondería que la pregunta muestra que la imaginación se ha vuelto algo problemático, el tema de las historias reales es un gran debate que tenemos en EE.UU. Parece que los libros valen según si es cierto lo que cuentan. Conozco a un editor que, en una novela sobre una mujer violada, hacía notar que la autora realmente fue violada y que estaba dispuesta a hablar de la violación real con los medios de comunicación, como si eso hiciera el libro más auténtico.
Como esas películas que dicen "basado en hechos reales" porque es más comercial...
¿Tienen ustedes programas de telerrealidad en España?
Sí, por desgracia.
Pues la paradoja es que esos supuestamente programas reales son mucho menos auténticos que las historias de las buenas novelas.
¿De dónde vienen las historias?
Esa es una buena pregunta, vienen de todas partes, de alguien a quien le ha sucedido, de alguien que se las ha imaginado...
Pero el personaje de Daisy, la actriz hija de Mia, sí está basado en su hija Sophie...
Sí, ese sí. Es la nueva generacion de mujeres, más desacomplejadas, mucho más libres. Compárela con Abigail, la anciana, que simboliza la prisión en que han estado muchas mujeres y que ella elude de un modo artístico tejiendo mensajes ocultos en sus bordados... También es una artista, alguien que imagina.