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Aquellas hojas de contacto marcaron una época de la fotografía

Periodista:
Mora Cordeu
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Por Mora Cordeu - Agencia TELAM

 

Tomada en la mañana del 4 de junio desde el quinto piso del Hotel Beijing, la fotografía se enmarca en la protesta estudiantil realizada en la Plaza que había comenzado de manera pacífica hasta que intervino el ejército y terminó en masacre.

 

 

"En un momento dado los tanques empezaron a avanzar por la avenida y cuando empecé a tomar fotografías no tenía idea de lo que iba a suceder", relata Franklin de aquel día y cómo tuvo que esconder "las películas en una taza de te", para que un estudiante francés las llevara a París.

 

Una hoja de contactos, en el marco de la fotografía analógica, "es un diario de experiencias, una herramienta privada que registra errores, pasos en falso, callejones sin salida...y afortunadas oportunidades", se sintetiza en el prólogo de Magnum, publicado por Blume cuya autora, Kristen Lubben, es conservadora asociada del Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York.

 

 

Lubben describe que "el libro recorre el desarrollo y la desaparición de un método de trabajo antaño tan omnipresente que llegó a considerarse como una parte inextricable del proceso fotográfico: el empleo de las hojas de contactos como registro de las tomas propias, como herramienta de edición y como índice de un archivo de negativos".

 

Con la fundación de Magnum en 1947, creada por Robert Capa y Chim (David Seymour) en colaboración con Henri Cartier-Bresson y George Rodger, y la aparición de la cámara Leica -la herramienta favorita de los fotógrafos- la realidad fue retratada desde sus aspectos más íntimos hasta las grandes guerras que atravesaron el siglo XX.

 

 

Consideradas una experiencia esencial para organizar y comercializar el trabajo de los fotógrafos, las hojas de contacto requerían de una compleja operación de envío y distribución de la película.

 

La mirada subjetiva del profesional supo captar ese instante muchas veces buscado hasta el cansancio antes de obtener la toma, o conseguir la foto por casualidad, o por el simple hecho de estar ahí, justo, en el momento indicado.

 

 

Esa hoja de contacto, llena de tachaduras o remarcadas, revelan los pasos de como se construyó una imagen a través de la impresión de un rollo o la secuencia de una serie de negativos.

 

El volumen presenta todos los formatos de película analógica desde la estándar de 35 mm -preferida a lo largo del siglo XX- a panorámicas de gran formato.

 

 

Un registro único e histórico se despliega en las páginas de este libro enorme, difícil de manipular, pero que cautiva al que se interna en los vericuetos de una historia que abarca más de siete décadas.

 

En cada imagen se percibe el particular enfoque de los fotógrafos y sus métodos personales de trabajo: Cartier-Bresson recortaba sus negativos, guardaba aquellos valiosos y descartaba el resto, mientras que su amigo Chim junto a su compañera y colaboradora Gerda Taro, también recortaba pero esos contactos los pegaba en blocks de notas.

 

 

Hasta el año 2000, los fotógrafos que querían entrar a Magnum debían presentar hojas de contacto para poder ver su manera de pensar.

 

La revista Life, fue una de las que hizo famosa la fotografía documental en la década de los cincuenta e inicios de los años sesenta, y el rol cubierto por el fotoperiodismo en aquellos tiempos no tuvo parangón, aunque se fue opacando con la llegada del nuevo siglo y el trabajo de digitalización.

 

 

El año 2001 y 2002 marcó un punto de inflexión en una nueva generación de fotógrafos con el abandono de los métodos analógicos y su desplazamiento hacia lo digital y las hojas de contacto fueron perdiendo vigencia, acompañadas por un profundo cambio en las reglas de juego de la fotografía.