Riverside Agency

Realizar una búsqueda avanzada +

Ingresar

¿Olvidó su contraseña? Haga click aquí

El goce y el terror

Periodista:
Rafael Borrás Betriu
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
  • Descripción de la imagen 1

Por J. A. MASOLIVER RÓDENAS

 

Las biografías o autobiografías nos interesan no sólo por lo que tienen de vidas novelescas sino también, o sobre todo, por eltalento para narrarlas novelescamente. No otra cosa ocurre en El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel (Ciudad deMéxico,1973, donde se nos relata una infancia y pubertad vividas conlamorbosa sensibilidad, elmiedo ante la cruel realidad y la conciencia del cuerpo agudizada por los mismos traumas que vemos en su obra narrativa.En última instancia, a lo que asistimos es al desarrollo de su formación como escritora, en una escritura concebida como una terapia. Se explica así que no nos traslademos al pasado, para
crear una sensación de nostalgia, sino que esté narrada desde el presente, lo que le permite no sólo recuperar unas vivencias sino reflexionar sobre ellas, poniendo de relieve el valor terapéutico de una escritura dirigida a una silenciosa doctora Slazlavski.


Escritura somática que trata de recuperar, a través de la memoria, el cuerpo en el que nacimos, y al mismo tiempo de aceptar los tatuajes y cicatrices que lo han ido marcando. Una autobiografía en la que “no contaré nada en lo que no crea”, pero aceptando que “las interpretaciones son deltodo inevitables”, como confiesa que “a veces, me da por dudar de toda esta historia, como si en vez de una vivencia se tratara de un relato” y que “mi género predilecto seguía siendo el cuento fantástico, con inclinaciones al goce y el terror”. Gozo y terror que son la clave de toda la escritura de Nettel. De ahí que, si muy pronto descubre “elmundo paradisíaco del onanismo”, “no tardé en comprender que el sexo no era únicamente una cuestión de placer como los chocolates: también podía ser una manera de lastimar de forma muy definitiva y profunda a otra persona”.

Los centros de la historia son los que constituyen el mundo placentero o traumático de cualquier niño: los padres, los amigos, el colegio, el barrio, las ciudades que ha conocido, el paso de la infancia a la pubertad. Sólo que nos encontramos aquí ante una sensibilidad exacerbada y marcada desde muy niña por unamancha sobre la córnea del ojo derecho y por su postura desgarbada, formando una joroba que le hacía sentirse como una cucaracha, algo que se acentúa ante la necesidad de defenderse de su
entorno. “En este sentido –mucho más que en el aspecto físico– me asemejaba a las cucarachas”, lo que la hace identificarse con el insecto que era Gregorio Samsa en La metamorfosis, de Franz Kafka, y que le hace percibir “el olor a infelicidad que exudaba su cuerpo”.


Víctima de las ideas progresistas de una generación, la de sus padres, que no se inhibían a la hora de hacer el amor delante de ella o de intercambiar parejas, obligada a ocultar su precoz onanismo y a callar que su padre está en la cárcel, sometida al rigor espartano de la madre o a una abuela inquisidora con ideas atávicas, traicionada por sus amigos, educada en una sociedad clasista como la mexicana, sólo puede concluir que “ninguna niñez puede ser placentera”. Imágenes, recuerdos y emociones que le llevan a refugiarse en la escritura “como otros se refugian en el alcohol o en el juego”. Regresamos pues a este narrar apacible e inquietante que está en el corazón –en el cuerpo todo– delmundo narrativo de una de las más singulares escritoras mexicanas.